Los nombres los pondr¨¢ y el lector
En un a?o, la transformaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a ha sido considerable, mucho mayor de lo que pod¨ªa esperarse. Los que m¨¢s ¨¢spera y estruendosamente lo niegan, con sus palabras y su conducta, lo est¨¢n probando: hacen y dicen lo que no hubieran podido ni so?ar el a?o pasado. De vez en cuando se dice que no restamos en una democracia. a ?Qu¨¦ descubrimiento! Por supuesto que no. La sociedad espa?ola ha alcanzado un consenso general, expresado vagamente y de mil maneras -como la sociedad se expresa siempre-, cuyo contenido podr¨ªa formularse as¨ª: Espa?a va a ser una democracia.
Este consenso es el resultado de la convergencia y la interacci¨®n de varias posiciones muy distintas. Enumeremos algunas, en expresi¨®n condensada: ?Queremos una dernocracia.? ?La mayor¨ªa quiere una democracia, y hay que aceptarlo.? ?La corriente va por ah¨ª, m¨¢s vale seguirla.? ?Hay que llamar democracia a lo que sea.? ?Es mejor suicidarse colectivamente que individualmente: venga la democracia.? ?Hay que pedir democracia para usarla y as¨ª ir a otra cosa.? ?Para evitar la democracia nada mejor que re clamarla y negar que lo sea cual quier f¨®rmula que se proponga.? ?Llamamos democracia a cual quier arbitrio que nos permita seguir ejerciendo el poder.? ?S¨®lo es democracia lo que ponga en nuestras rnanos un poder que no somos capaces de conseguir pol¨ªticamente.?
La confusi¨®n es bastante grande, porque no se tiene presente en cada caso en qu¨¦ sentido se usa la palabra ?dernocracia?. Pero co mo realmente el torso del pa¨ªs, con voluntad m¨¢s o menos intensa, con diversos grados de explicitud, quiere o, desea la democracia, ¨¦sta se acerca a buen paso, y llegar¨¢ el a?o 1977, como un ni?o en curso de gestaci¨®n, a menos que sus enemigos logren el aborto y maten a la criatura antes de su nacimiento, con el consiguiente. quebranto de la moral de la madre, con peligro de su salud y quiz¨¢ de su vida.
Temo que los peri¨®dicos y revistas est¨¦n contribuyendo a la confusi¨®n. con una serie de expresiones no bien meditadas (o acaso meditadas excesivamente, lanzadas deliberadamente al consumo general). He comentado otras veces lo ambiguo del t¨¦rmino ?oposici¨®n?; no queda claro a qu¨¦ se opone la oposici¨®n: ?al r¨¦gimen anterior, cuyas reliquias son todav¨ªa notorias y en¨¦rgicas, o al actual en la medida en que significa ?otra cosa?? Se da por supuesto que la oposici¨®n est¨¢ ?a la izquierda? del poder constituido, aunque es notorio que la m¨¢s violenta y vociferante est¨¢ ?a la derecha? (para usar estas palabras tan vagas y poco iluminadoras). Se distingue, adem¨¢s, siempre entre una ?Oposici¨®n democr¨¢tica? y una ?oposici¨®n moderada?. ?Qu¨¦ quiere decir esto? Entre los que son titulados ?oposici¨®n democr¨¢tica? se cuentan sin duda muchos que no son dem¨®cratas; y, por otra parte, ?es que la ?oposici¨®n moderada? no es democr¨¢tica, o lo es menos que la otra? Y ?qu¨¦ quiere decir ?moderada?? ?Que es moderada la pol¨ªtica que propone, o que es ?moderadamente oposici¨®n?? Nada de esto resulta claro; y los interesados no contribuyen a aclararlo.
Como no pertenezco a ning¨²n partido o grupo pol¨ªtico, como pretendo fomentar la concordia y la convivencia, no la discordia ni el malhumor, ni la acritud que va invadiendo la expresi¨®n p¨²blica de la pol¨ªtica, y que no lleva a nada interesante, no quiero dar nombres; prefiero que cada uno busque el lugar que ocupa en las posiciones que acabo de enumerar, o el que ocupan los dem¨¢s.
Cuando miro la realidad del pa¨ªs, cuando veo las calles, las grandes ciudades o las peque?as, los pueblos, cuando contemplo el ambiente en un cine, en un caf¨¦. en una conferencia. en unos almacenes, cuando habl¨® con espa?oles de cualquier condici¨®n, siento confianza y euforia. Hay considerable alegr¨ªa, animaci¨®n, buen temple; a pesar de la aterradora subida de precios, la gente tiene todav¨ªa dinero y lo gasta con extra?o entusiasmo: el problema es encontrar lugar en cualquier parte. Aunque se est¨¢ haciendo mucho para conseguir la quiebra econ¨®mica de la naci¨®n, la gente todav¨ªa no se ha alarmado -y es quiz¨¢ mejor que as¨ª sea, porque el p¨¢nico econ¨®mico suele ser tan devastador como el que se produce en un incendio- Los espa?oles no quieren enfadarse,- al rev¨¦s de lo que hac¨ªan hace cuarenta o 42 a?os, evitan la ?bola de nieve?: aislan cada elemento negativo, inquietante o irritante, no lo multiplican, lo dejan ?enfriarse?, lo toleran, digieren, asimilan; quedan en disponibilidad para una nueva esperanza. Tienen la evidencia de que desde hace una a?os las cosas van mejor, que Espa?a les est¨¢ siendo devuelta. se sienten m¨¢s due?os de sus vidas, a punto de volver a ser ?cludadanos?, y no quieren que. les estropeen esta razonable alegr¨ªa. '
Pero si.me atengo a la expresi¨®n p¨²blica del pa¨ªs, a las declaraciones de partidos y partidillos y grupos y personajes, a los comentarios de prensa, tengo la impresi¨®n de haber ca¨ªdo en un. tonel de vinagre. Ni rastro de entusiasmo -lo ¨²nico creador en este mundo-, ninguna euforia; ni la menor actitud de saltar ¨¢vidamente sobre las posibilidades existentes, para aprovecharlas, ampliarlas, dilatarlas, corregirlas, llevarlas a su perfecci¨®n. Nadie se atreve a estar menos descontento que el vecino. El menor s¨ªntoma de satisfacci¨®n o esperanza es sospechoso. Nadie se permite una broma. un gesto gracioso o bienhumorado. Presagios siniestros. anuncio de fieros males, ?denuncias? -esa fea palabra que se me ha hecho insoportable despu¨¦s de haber vivido en 1936 y en 1939- protestas generalizadas. Unamuno, el menos conformista de los hombres, escribi¨®: ?No protestemos: la protesta mata el contento.? Imag¨ªnese lo que ocurrir¨¢ -aparte de anular el sentido de la protesta- cuando se protesta de todo.
Yo creo que todo esto que acabo de nombrar representa una fracci¨®n muy peque?a de la sociedad espa?ola. Quiero decir que, hoy por hoy, la fracci¨®n de Espa?a organizada pol¨ªticamente es min¨²scula. La mayor¨ªa de los partidos se componen de unos centenares de personas, los ?grandes?, de unos millares; es posible que alguna agrupaci¨®n llegue a unas pocas decenas de millar. Como Espa?a: tiene unos 35 millones de habitantes, la inmensa mayor¨ªa no ha dicho todav¨ªa nada. Ni dio su representaci¨®n a los procuradores, ni al Consejo del Reino, ni. por tanto, al Gobierno, ni la ha dado a los partidos pol¨ªticos o sus equivalentes; Esto quiere decir que todav¨ªa no hay democracia en Espa?a, que desde el punto de vista democr¨¢tico no hay nadie que tenga ?legitimidad?. Se entiende: nadie.
Pero se va a la democracia; Espa?a va a ser -muy pronto- una democracia. El poder -que no ha sido vencido por nadie- ha reconocido p¨²blicamente que la soberan¨ªa reside en el pueblo y, por tanto, que no tiene una legalidad democr¨¢tica; ha aceptado la misi¨®n de realizar la enorme transformaci¨®n pol¨ªtica que su pone el establecerla. Tiene derecho -perfecto derecho- a administrar ese proceso que ha emprendido. porque ning¨²n otro grupo lo tiene. Pero ciertamente con condici¨®n una condici¨®n: que sea verdad. Que ese proceso se conduzca con el respeto m¨¢s estricto a la todav¨ªa inexpresa voluntad pol¨ªtica de los espa?oles. Que todo se haga con arreglo a los requisitos de la democracia, para que no se ahogue en el mismo instante de su nacimiento. Y esto es lo que deben exigir todos los grupos y partidos pol¨ªticos que sean democr¨¢ticos, sean o no de la oposici¨®n.
?Sean o no de la oposici¨®n? ?Es que pueden no serlo? Naturalmente. Se est¨¢ deslizando, como debajo de la, puerta, que ?democracia? equivale a ?oposici¨®n?. Ya vemos que hay una buena parte de la oposici¨®n, a ambos lados, que tiene muy poco de democr¨¢tica; pero, por otra parte, si se identifica la democracia con la oposici¨®n, se niega car¨¢cter de mocr¨¢tico al poder que promete realizarla, s¨¦ intenta obligarlo a proceder antidemocr¨¢ticamente. Maniobra tan astuta como desastrosa.
Temo mucho que la acritud, el malhumor, la divisi¨®n, las rencillas.entfe grupos pol¨ªticos, los despliegues de vanidad de muchos de sus directores, la dependencia rayana en el temor que muchos tienen del ?qu¨¦ dir¨¢n? (qu¨¦ dir¨¢n los que expenden certificados de aptitud democr¨¢tica), la ausencia de programas incitantes, atrayentes, esperanzadores, disuene de lo que es el temple actual de la inmensa mayor¨ªa de Espa?a. Temo que, antes de que la democracia se ponga en marcha, invada a muchos espa?oles un temple de desgana o aversi¨®n, de tedio pol¨ªtico previo, Esto es lo que quieren todos los antidem¨®cratas, que est¨¢n esperando el momento en que los espa?oles se pregunten desilusionados: ?Es esto la democracia?
Ese d¨ªa habr¨¢ que contestarles: No, la democracia es lo que vais a hacer vosotros el d¨ªa de las elecciones.
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