La rebeli¨®n de las provincias
La ant¨ªtesis -y hasta el di¨¢logo para superarla- entre Oposici¨®n y Gobierno no agotan, ni mucho menos, toda la realidad pol¨ªtica de un pa¨ªs real en ebullici¨®n. Adem¨¢s de Gobierno y Oposici¨®n hay muchas m¨¢s cosas que si no entran a fondo en ese di¨¢logo pueden convertirle en espejismo. Cuando se habla de Oposici¨®n hay que matizar ahora mucho m¨¢s que hace tres meses; para volver casi al antiguo t¨¦rmino de la Restauraci¨®n, las oposiciones. Pero adem¨¢s de Gobierno, Oposici¨®n y oposiciones est¨¢n las provincias.El comentarista pol¨ªtico afincado fuera de Madrid pod¨ªa derivar antes al localismo si no viajaba con frecuencia fuera de su ¨¢mbito. El comentarista pol¨ªtico radicado en Madrid corre el riesgo de dictaminar para las contaminadas nubes de la capital si no practica cada semana -la aceleraci¨®n del pa¨ªs real es as¨ª- un buceo intensivo, y bien orientado, en las provincias.
Experiencia candente
Con la experiencia candente, y a veces un poco alucinantes, de tres semanas, de practicar humildemente ese consejo antes de darlo, cree el comentarista que la tensi¨®n centro-periferia, vital para la gestaci¨®n de nuestros impulsos vitales nuestras crisis contempor¨¢neas ha acumulado en los ¨²ltimos tiempos un fort¨ªsimo desequilibrio de potencial desfavorable al polo central y que se manifiesta en los terminales perif¨¦ricos en forma pr¨®xima a la rebeli¨®n. Ortega titular¨ªa ahora redenci¨®n, seguramente como se sugiere en este art¨ªculo: y como se desprend¨ªa ya del ¨²ltimo de los que ¨¦l public¨® bajo aquel ep¨ªgrafe general.
Perm¨ªtaseme copiar de ese art¨ªculo -febrero de 1928 en pleno auge de la primera dictadura- los puntos siguientes:
1. ?Separemos resueltamente la vida p¨²blica local de la vida p¨²blica nacional. As¨ª lograremos posseer plenamente las dos.?
2. ?La organizaci¨®n pol¨ªtica de la gran comarca se reduce a poner su vida local en manos de sus habitantes. La naci¨®n, como tal, no puede cuidar directamente de la vida local. Los cincuenta a?os de intentar lo contrario ha sido una experiencia en grandes dimensiones que necesitamos aprovechar."
3. ?Yo imagino, pues, que cada gran comarca se gobierna a s¨ª misma, que es aut¨®noma en todo lo que afecta a su vida particular; m¨¢s a¨²n, en todo lo que no sea estrictamente nacional. La amplitud en la concesi¨®n de autogobierno debe ser extrema, hasta el punto de que resulte m¨¢s breve enumerar lo que se retiene para la naci¨®n que lo que se entrega a la regi¨®n. ?
4. ?Para ello es precisa la reforma profunda que coloque a las masas de espa?oles en una postura p¨²blica completamente distinta de la tradicional. Sin una nueva estructura, sin una diferente anatom¨ªa, no habr¨¢ una fisiolog¨ªa nueva ni un nuevo tipo de espa?ol. ?
5. ?La idea de la gran comarca significa el ensayo de construir un Estado que por una parte se acerque al hombre provincial, le proponga cuestiones p¨²blicas afines con su sensibilidad y le invite a resolverlas por s¨ª mismo. En suma: un Estado que le interese.? .
6. ?El antiguo Estado parec¨ªa una m¨¢quina imaginada exprofeso para fabricar su propio desprestigio y el de la idea nacional que simbolizaba. Dejaba a la provincia s¨®lo el derecho de plantear problemas y conflictos a la naci¨®n y el de quejarse luego y maldecir porque la naci¨®n no los remediase o los resolviese m¨¢s.?
7. ?De aqu¨ª que todo el proceso hist¨®rico de 1876 a la fecha haya culminado en una sublevaci¨®n sin gritos de la provincia contra el viejo
Estado. Esta sublevaci¨®n era justa Porque no ha tomado fuerza espectacular, y porque hasta ahora ha mostrado s¨®lo su faz negativa no se ha querido ver en ella lo que es en pura y profunda realidad, a saber, la¨²nica fuerza hist¨®rica amplia, que ha empujado nuestra historia en lo que va de siglo Y la ¨²nica que puede levantar el destino de Espa?a.?
Sorpresas electorales
Cambiemos la fecha del art¨ªculo por 1976 en vez de 1876 y firm¨¦smoslo en 1976 en vez de 1928, tan actual¨ªsimo es. Una sublevaci¨®n sin -ritos de la provincia: eso es lo que acabo de ver en seis provincias recorridas r¨¢pidamente, pero en profundidad, y con auditorios y encuentros de pa¨ªs real, de comarca, de asociaci¨®n de m vecinos. Si no cambian, mucho las di cosas, los que se creen partidos se pol¨ªticos y no son, en varios casos, m¨¢s que confluencias complacientes de clase pol¨ªtica capitalina, se van a llevar enormes sorpresas en A, las elecciones. Hay una clase pol¨ªtica in¨¦dita en trance de eclosi¨®n. Van a quedar arrumbados casi todos los colosos con pies de barro; la decantada teor¨ªa de que en las pr¨®ximas elecciones se va a votar a nombres conocidos me parece terriblemente enga?osa. El pueblo de las provincias quiere el orden y el concierto; pero ans¨ªa con enorme fuerza el cambio. No se f¨ªa ni de su sombra. Carece de informaci¨®n profunda, pero alimenta, lo que no es f¨¢cil de explicar, un sobrecogedor sentido pol¨ªtico. No entiende ni una sola de las distinciones- ni uno s¨®lo de los retru¨¦canos convencionales en la clase pol¨ªtica de Poder y Oposici¨®n; que le vengan con instancias unitarias, poderes f¨¢cticos, democracias cristianas no confesionales y rebati?as por la exclusiva del centro, y ya ver¨¢n ustedes lo que vota. El pueblo de las provincias -el pueblo compuesto por los electores medios, decisivos- est¨¢ generando su propia clase pol¨ªtica, y s¨®lo tomar¨¢ de la anterior lo que sea y crea m¨¢s limpio, m¨¢s honesto, m¨¢s aut¨¦ntico. Ojo a la televisi¨®n: he visto que produce tantos rechazos como adhesiones. Las campa?as a la americana pueden fracasar estrepitosamente. Todo hace pensar que el pueblo de las provincias se ha tomado en serio ese protagonismo que se le ha ofrecido con intenciones sencillamente publicitarias. Sin vidi res.
Me entero al volver de Andaluc¨ªa que los gobernadores han recibido un informe confidencial sobre la influencia de los medios comunicativos en el votante tipo medio, es decir, a los votos, A la prensa se le asigna coeficiente uno, a la radio, cinco, y a la RTVE, diez. Esto ser¨ªa o no verdad, pero el Gobierno va a operar con esa idea. Atenci¨®n.
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