Los conciertos del Real.
Sorpresa en el concierto de la Nacional: Joaqu¨ªn Achucarro como clavecinista en el Concerto de Falla. Su versi¨®n de la obra y su misma actuaci¨®n con un instrumento que no es habitual de su brillante carrera pian¨ªstica, fue en todo momento musical, compresiva, clara y adecuada. Ach¨²carro mostr¨®, su capacidad de adaptaci¨®n desde algo m¨¢s que un simple ?cumplir?. Con ¨¦l colaboraron los solistas de la ONE, bajo la direcci¨®n de Garc¨ªa Navarro quien antes hab¨ªa expuesio la Suite Homenajes con pulcritud y especial gracia popular en el caso de la Pedrelliana. Pero el director valenciano dio la medida de su temperamento en la Segunda sinfon¨ªa, de Rachmaninoff, extensa p¨¢gina en la que, a trav¨¦s de un repertorio ideol¨®gico e instrumental, queda clara la confesada renuncia del m¨²sico ruso hacia la forma sinfon¨ªa.
La semana era de pasi¨®n, pues Aronovitch despleg¨® la fogosidad de su temperamento -unida a la seguridad de conceptos y de oficio- en la sexta sinfon¨ªa de Dvorak que ocupaba la segunda parte del concierto de la RTVE. Intensidad expresiva, matizaci¨®n contrastada y deslumbrante continuidad a la que habr¨ªa venido bien una mayor dosis de ?respiraci¨®n?. La que demostr¨® el maestro invitado en la preciosa y schubertiana traducci¨®n de. la Obertura en sol menor, de Ant¨®n Bruckner.
En el centro Beethoven y Cristina Bruno. El cuarto concierto es una suma de bellezas y un conjunto de problemas interpretativos que nuestra pianista resolvi¨® desde su conmovedora sensibilidad y desde su bien saber ?qu¨¦ es la m¨²sica?. Ni los treinta y nueve grados de fiebre con que actu¨® Cristina Bruno pudieron impedir lecciones largas de serenidad, hondura expresiva bien sosegada e imaginaci¨®n ardiente y contenida. La belleza de sonido y, la gracia leve de una t¨¦cnica mec¨¢nica preciosista, siempre puesta al servicio de la idea musical, fueron sumandos para el total positivo de la versi¨®n en la que Cristina estuvo formidablemente asistida por Aronovitch y los profesores radiotelevisivos.
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