M¨²sica brasile?a: del maxixe a la samba
La estilizaci¨®n del maxixe arrib¨® con el pianista Ernesto Nazareth, un hijo de la baja clase media carioca que, a falta de una real cultura musical, apel¨® al virtuosismo en sus composiciones, lo que atent¨® contra su popularidad. Chiquina Gonzaga, en cambio, se convirti¨® en la figura obligada de los bailes populares de anta?o.
En los albores del siglo el maxixe fue danza de moda en Europa gracias a un d¨²o franc¨¦s que lo present¨® en pleno Champs Elys¨¦es: C'est la danse nouvelle / mademoiselle / on l'appelle la matchiche. Un a?o despu¨¦s, en 1907, Par¨ªs no se enterar¨ªa de los desvelos del mariscal Hermes de Fonseca, que prohibi¨® su interpretaci¨®n por las bandas militares brasile?as, y el poeta Jean Richepin dio una conferencia en la mism¨ªsima Academia Francesa sobre el, a esas alturas, rebautizado ?tango brasile?o?. Antonio Lop¨¦s de Amorim se encargar¨ªa de que otros ilustres compatriotas del poeta aprendieran a bailarlo y lleg¨® a presentarlo ante el presidente de la Rep¨²blica, el rey Jorge V y P¨ªo X, a?os m¨¢s tarde. Citando la esposa del mariscal Hermes de Fonseca -que devino presidente del Brasil- se anim¨® a interpretar en la guitarra una composici¨®n de Chiquinha Gonzaga ya era tarde: el mayor suceso del carnaval carioca ser¨ªa Caraboo, el one-step del jamaicano Sam Marshall. Mientras los pa¨ªses industrializados explotaban las materias primas de Indias para importarlas junto con su exotismo, los dependientes adoptaban la cultura vencedora. Curioso intercambio que a¨²n contin¨²a.
Carnaval y samba
El samba, junto con la marcha, es el g¨¦nero urbano m¨¢s difundido en Brasil. Probablemente porque desde su aparici¨®n hasta nuestros d¨ªas, intent¨® ordenar el desenfreno del carnaval carioca. Ernesto dos Santos, Donga, cuando en 1916 registr¨® en la Biblioteca Nacional su c¨¦lebre Roceiro no imaginaba que con nuevo nombre -Pelo telefone- ¨¦se ser¨ªa el ¨¦xito del pr¨®ximo carnaval. Tampoco se sab¨ªa un precursor de la defensa de los derechos autorales. ?Yo ten¨ªa mi propio alboroto y cre¨¦ el samba sin apartarme demasiado del maxixe, m¨²sica que estaba muy en boga en aquella ¨¦poca?, confiesa en una entrevista realizada en R¨ªo por el Museu da Imagem e do Som. Junto con el gran Pixinguinha -Alfredo da Rocha Viana, hijo- y Joao da Baina -Joao Machado Guedes- revolucion¨® el panorama de la m¨²sica popular brasile?a.El alboroto se hab¨ªa ido gestando lentamente en los bailes organizados por los bahianos que buscaban trabajo en la capital, pero, contempor¨¢neo del teatro de variedades y de la naciente fonograf¨ªa, sufri¨® las influencias del one-step, del rag-time y del black-bottom. Tal proceso barrer¨ªa con los motivos nordestinos, bagaje musical de la mano de obra fluctuante del moderno R¨ªo. Donga no alcanzar¨ªa a ver su ¨²nico elep¨¦: aunque muri¨® el 15 de agosto de 1974, su primer disco grande saldr¨ªa a la venta unos meses despu¨¦s.
Por aquellos a?os en que Brasil entraba en la primera guerra mundial, la complicaci¨®n r¨ªtmica africana segu¨ªa apareciendo un tanto tosca para una clase media m¨¢s cercana a la tradici¨®n mel¨®dica europea de valses, polcas y mazurcas. Habr¨ªa que esperar a los compositores Ari Barroso, Noel Rosa, Haroldo Lobo y Ataulfo Alves para que lo adaptaran, convirti¨¦ndolo en samba-canci¨®n. Despoblado de sus ritmos originales, lleg¨® a confundirse, al avanzar el siglo, con el bolero.
Fijados los g¨¦neros carnavalescos all¨¢ por 1930, el samba acompa?ar¨¢ la evoluci¨®n de la clase social que le dio vida. Desplazado el maxixe por el fox-trot y el charleston, Europa conocer¨ªa el samba en 1922 gracias a un conjunto que integraban Donga y Pixinguinha, Os oito batutas. Alg¨²n memorioso recuerda haber bailado en Scheherazade, en Par¨ªs, el nuevo ritmo, que no baj¨® del morro carioca como muchos suponen, sino que naci¨® en las reuniones de los negros bahianos que habitaban R¨ªo de Janeiro.
En aquel a?o de 1930. en que Carlos Drummond de Andrade publica Alguna poes¨ªa, una cantante que hab¨ªa comenzado con unos tangos en castellano, Carmen Miranda, estrena su primer ¨¦xito, Ta-h¨ª. La ?Embajadora del Samba? lleg¨® a Buenos Aires en 1931, pero por entonces ya deb¨ªa imaginar que Hollywood era su destino. La certeza debi¨® llegar cuando Fred Astaire irrumpi¨® con su habitual talento en Volando a R¨ªo, una pel¨ªcula con m¨²sica, de Vicent Youmans, pero nuestra hero¨ªna aterriz¨® en Estados Unidos reci¨¦n en 1939, acompa?ada por un notable conjunto, O bando da lua. Luego de desandar Broadway con importante ¨¦xito, dej¨® en la acera del Teatro Chino la huella de una mano que hab¨ªa estrechado la de Roosevelt. Tambi¨¦n catorce pel¨ªculas, todas en technicolor, ya que la industria siempre supo que lo tropical no rima con el blanco y negro.
En su pa¨ªs, unos meses antes de su partida, los plenipotenciarios de Bolivia y Brasil rubricaban cuatro tratados que todav¨ªa ocupan a los entendidos en pol¨ªtica internacional y geopol¨ªtica: los que vinculan el Oriente boliviano y su petr¨®leo con el desarrollo econ¨®mico previsto por la canciller¨ªa de Itamaraty.
Babelia
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