Amor a Rilke, lejos
Durante una demasiado prolongada, demasiado inmadura juventud, el amor intellectualis se apoder¨® de m¨ª en m¨¢s de una ocasi¨®n. Mi primer entusiasmo de este tipo lo sent¨ª por Max Scheler, nacido en 1874, s¨®lo un a?o antes que Rilke, y muerto en 1928, s¨®lo dos a?os despu¨¦s; y prolong¨¢ndolo, como quien se enamora de la hija, sin haber dejado de amar a la madre, por su disc¨ªpulo Paul Ludwig Landsberg. De esta pasi¨®n filos¨®fico-religiosa, fomentada, sin propon¨¦rselo, por Ortega y la Revista de Occidente, me cur¨¦ bajo el influjo de Heidegger y Zubiri. Pero pronto, al comienzo de los a?os cuarenta, ya hab¨ªa sido reemplazada por la de Rainer Mar¨ªa Rilke. Si pongo junto a ellos, un poco detr¨¢s, a Graham Greene, ya he confesado del todo mis pecados de amor plat¨®nico.Das Stundenbuch -?puesto en las manos de Lou?, reza la dedicatoria-, en una edici¨®n barata pero esteticista, de letra g¨®tica y con un pozo claustral ilustr¨¢ndola, ha sido verdaderamente, durante a?os, un libro de horas para m¨ª; y el Buch der Bilder mi libro de estampas. El Cornet ( = Abanderado) Christoph Rilke, supuesto antecesor, a principios del siglo XVII del aristocraticista poeta, cantado en librito cuya presentaci¨®n hoy me parece un poco camp fue el h¨¦roe del amor y de la muerte para mi, fruici¨®n personal. Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, como los anteriores, tambi¨¦n de Insel -me parec¨ªa indigna y ¨²til s¨®lo para ayudarme, la edici¨®n argentina, pese a ser obra de Francisco Ayala y llevar un pr¨®logo de Guillermo de Torre-, el diario que a m¨ª me habr¨ªa gustado escribir. Las Cartas a un joven poeta -una de las cuales nos fue enviada como felicitaci¨®n para el a?o 1949 por la librer¨ªa BuchhoIz a sus amigos-, como escritas para m¨ª, aun cuando yo nunca haya hecho poes¨ªa en verso. Las Neue Gedichte, las Histoires du bon Dieu -que nunca tuve ocasi¨®n -de leer sino as¨ª, en la versi¨®n francesa- y las Gedichte in Franz?sischer Sprache, asociadas, en mi sensibilidad. a Francia. aunque el segundo de estos libros poco tuviera que ver con aquel pa¨ªs. Los Sp?te Gedichte y sobre todo. Los Sonetos a Orfeo y Las Eleg¨ªas de Duino -tambi¨¦n tengo ahora mismo en mis manos aquella edici¨®n biling¨¹e de Nueva Epoca. en la que trabaj¨® Gonzalo Torrente me parecieron los mejores poemas del mundo, o casi. Las Cincuenta poes¨ªas traducidas y epilogadas por Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde fueron, para m¨ª el precioso regalo de dos amigos juntos. En 1949 cay¨® en mis manos una edici¨®n italiana, pero con los textos de Rilke, Baudelaire y Heinrich von Kleist, tambi¨¦n en la lengua original, sobre juguetes: las Puppen, ?Mu?ecas?, de Rilke, flustradascon los dibujos de las figuras de cera de Lotte Pritzel, me parecieron, no pod¨ªa ser de otro modo, mucho mejores que los dos escritos restantes. Eugenio d'Ors, en su Nov¨ªsimo Glosario del 21 de octubre de 1948, present¨® su versi¨®n de Ewigkeit del siguiente modo:
UNA MEDITACI?N DE RAINER MAR?A RILKE
Traducida por Octavio de Romeu, el Creyente
A la memoria de Manuel de Falla
Yo vivo mi vida en volantes anillos.
Repetidos, m¨¢s anchos, siempre m¨¢s all¨¢. Si el ¨²ltimo anillo podr¨¢ dar la vuelta
Ignoro. Lo voy a probar.
De milenios ha giro giro giro.
En torno a la torre sin, tiempo, de Dios. ?Soy un pajarraco, soy una tormenta
O una gran canci¨®n?
Eugenio d'Ors
POSDATA DEL TRADUCTOR
-Eras si una canci¨®n, Rainer Mar¨ªa:
Ya te lo dije yo en su d¨ªa.
Le¨ª los m¨¢s importantes -y filos¨®ficos- estudios sobre Rilke, el de Romano Guardini,el de Heidegger (?Wozu Dichter??, recogido en Holzwege), el de Bollnow. Viaj¨¦ por Italia -Venecia, Borghese, la Campagna,, romana, N¨¢poles y Capri, la Pi¨¦cola Marina- ley¨¦ndole. Y naturalmente fui a Ronda en su busca, con el libro de Gebser en el equipaje. (La estupenda bibliograf¨ªa rilkiana de mi amigo Jaime Ferreiro comenz¨® a aparecer cuando a m¨ª ya se me hab¨ªa pasado la fiebre del poeta...
Porque en efecto, se me pas¨® la fiebre. Fiebre de poes¨ªa reduplicativamente po¨¦tica y filos¨®fica, y cat¨®lica o postcat¨®lica es igual. Como despu¨¦s se me pasar¨ªa la fiebre de novela cat¨®lica de Graham Greene. y antes se me hab¨ªa pasado la fiebre de filosof¨ªa po¨¦tica, cat¨®lica, y postcat¨®lica de Max Scheler. Me pareci¨® que hab¨ªa en torno suyo demasiadas princesas, que era excesivo su ir de castillo en castillo, que a todas las amadas les escrib¨ªa lo mismo que, por lo dem¨¢s, pod¨ªa encontrarse ya en la p¨¢gina tan de la obra cual. Y el poeta de la existencia expuesta siempre a lo abierto -pero abrigadamente-, el Poeta del Ser y del Tiempo y hasta del segundo Heidegger se me fue alejando. Reconozco que nada de esto son razones pero ?se puede dar raz¨®n del desamor?
Andando los a?os, por pura casualidade en una antolog¨ªa de Deutscher Kitsch, hecha por Walther Killy, y en el cap¨ªtulo ¨²ltimo titulado por el ant¨®logo B¨¢lsamo del cielo, encontr¨¦ un viejo fragmento en prosa y verso de Rilke, el que comienza Helle Wiesen gehen auf Fr¨¹hlinge. Si, es posible que haya algo de kitsch en Rilke. Lo cual, en fin de cuentas, no es demasiado grave. Y en cambio es casi seguro que esta nota sea injusta con su memoria. Algo as¨ª como una descarga de infidelidad. Lo cual es casi lo mismo, apenas lo contrario, que fidelidad. Rilke influy¨® -como otros muchos- en Cernuda, en el querido Carles Riba, en poetas de mi generaci¨®n y en algunos otros despu¨¦s. S¨ª, de verdad, creo que fue un gran poeta.
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