?Postfranquismo o neofranquismo?
La Oposici¨®n est¨¢ en plena campa?a electoral. Y no me refiero a su participaci¨®n en las elecciones, sino a la cuesti¨®n que respecto de ellas tiene planteada y que se resume en esta pregunta: ?se participa o no se participa?Por supuesto que tales elecciones no van a ser, ni mucho menos, un modelo de pulcritud democr¨¢tica. Las convoca un Gobierno que quiere y puede ganar las y que, sin duda alguna, las va a ganar. Tiene en sus manos casi todas las cartas de la baraja y su triunfo es tan seguro que se puede permitir el lujo de ense?ar algunas de ellas para dar pistas y poder contar, de ese modo, con una Oposici¨®n que pase de la penumbra de la tolerancia -me refiero, por supuesto, a la que est¨¢ en la tolerancia- a la luz m¨¢s o menos parlamentaria. Porque sin esa Oposici¨®n legalizada y actuante, ?c¨®mo va a presentar el Gobierno una democracia m¨ªnimamente cre¨ªble?
El Gobierno va a ganar porque con su victoria -que apenas si puede llamarse as¨ª, puesto que no va a haber combate, sino s¨®lo un tr¨¢mite-, adem¨¢s de salvarse ¨¦l mismo, quiere salvar la instituci¨®n establecida por Franco antes de su muerte y para la que se busca una legitimidad propia. Pero esa legitimidad, que sin duda encotrar¨¢ en las urnas de las elecciones, ?ser¨¢ posfranquista o ser¨¢ neofranquista? Las circunstancias hist¨®ricas en que est¨¢n produci¨¦ndose los hechos no permiten desde?ar los matices porque es sobre ellos sobre los que se basan y justifican las diferentes actitudes ante la campa?a electoral que la Oposici¨®n est¨¢ ahora adoptando..
Para unos, lo que se est¨¢ viviendo es el ocaso del franquismo y, por tanto, es el posfranquismo el que funciona como paso a un futuro sin conexiones con el pasado. Despu¨¦s de ¨¦l, que en tal hip¨®tesis tendr¨ªa su punto final con las elecciones, amanecer¨¢ m¨¢s o menos radiante el sol de la democracia ayudado por la voluntad de los que, habiendo participado, lo hac¨ªan con el fin de que ese sol salga para todos. Para otros se vive, no el posfranquismo sino un neofranquismo perfectamente visible, que trata la frase es demasiado exacta para no utilizarla, aunque est¨¢ encalleciendo por su uso casi constante de que algo cambie para que nada cambie. Como no ser¨ªa honesto situarme en un imposible punto de vista neutral, en el que por otra parte no estoy, dir¨¦ que yo me encuentro entre los ¨²ltimos.
Y es desde esa perspectiva desde la que digo que la Oposici¨®n est¨¢ en plena campa?a electoral. Porque lo que con toda legitimidad se est¨¢ haciendo -con toda democracia se est¨¢ haciendo, y no la democracia otorgada, sino la ganada, ya veremos por cu¨¢nto tiempo- es dirigirse a las probables clientelas electorales para decirles:
Antes de las elecciones y respecto de ellas, ¨¦sta es nuestra posici¨®n.
Los que creen que estamos viviendo el posfranquismo -y no hace falta decir en cu¨¢nta medida se suele creer lo que conviene- vienen a a?adir:
-El refer¨¦ndum ha sido un tr¨¢mite impuesto a la reforma por las fuerzas ?f¨¢cticas? que est¨¢n ah¨ª, no lo olviden ustedes, y por consiguiente hemos hecho bien en abstenernos porque con la inercia de los ¨²ltimos cuarenta a?os y todos los resortes en la mano era evidente que lo ganar¨ªa el Gobierno. Ahora vienen las elecciones a diputados -y senadores-, que es donde hay que emplearse a fondo para hacer el agujero m¨¢s grande una vez metidos. No hay otra opci¨®n.
Por su parte, los que creemos que la nueva situaci¨®n nacida de los votos de las ¨²ltimas Cortes franquistas s¨®lo puede ser neofranquista, venimos a decir, m¨¢s o menos:
-No se dan las m¨ªnimas condiciones necesarias para admitir como democr¨¢ticas las pr¨®ximas elecciones. Ni hay amnist¨ªa total, ni hay legalidad para todos los partidos que existen, ni el Gobierno va a ser neutral, ni ser¨¢n iguales para todos los medios para comunicar sus programas al elector, etc., etc. As¨ª, pues, si permanecemos unidos podremos conseguir todo eso que es previo. Rectifiquemos primero la Historia -o hag¨¢mosla con la fuerza que movilizamos- y habremos ganado la democracia liquidando el posfranquismo, en lugar de legitimar un neofranquismo que habr¨¢ que combatir cuando ya est¨¦ afirmado en el Poder.
Mi relativa neutralidad de observador diverge aqu¨ª de la Oposici¨®n en que me encuentro fuera de los partidos, despu¨¦s de haber dejado recientemente el que contribu¨ª a crear. En efecto, me parece inevitable el neofranquismo. Y, consecuentemente, me parece que va a ser desde fuera de ¨¦l desde el que se tendr¨¢ que trabajar para sustituirlo por la democracia. Pero, ?en la ilegalidad? Eso depende de lo que consigan, desde dentro, los que van a participar obedeciendo a la naturaleza misma de las cosas.
La Oposici¨®n, como es natural, nunca ha estado unida. La historia de la oposici¨®n al franqu¨ªsmo es una historia de pactos fr¨¢giles que se deshacen y vuelven a hacerse, en los que ni estaban todos los que eran ni eran todos los que estaban. Porque los intereses -de clase, desde luego- no permit¨ªan ni permiten mayor solidez. ?C¨®mo pod¨ªa esperarse que, trat¨¢ndose de intereses opuestos, se embarcaran en la misma nave? No es la misma la democracia que unos y otros ?necesitan?. Porque es de esperar que sean pocos los ingenuos para los cuales la democracia formal est¨¢ libre del dominio de los que tienen m¨¢s resortes en sus manos. Lo cual no impide que, en efecto, sea ?el peor de todos los sistemas pol¨ªticos excepto cualquier otro?. La ?tranquilidad? dominante en los sistemas totalitarios tiene su precio en la represi¨®n y las c¨¢rceles. La democracia, a poco formal que sea, permite que salgan a la luz los Watergates y conserva siempre un rayo de esperanza en que alg¨²n d¨ªa ser¨¢ posible realizarla. La impunidad es infinitamente menor en la democracia que en el fascismo. De eso no hay la menor sombra de duda y los espasmos de los grupos bunkerianos que act¨²an a la desesperada son una buena muestra de que la dictadura se va alejando, aunque con una irritante lentitud.
As¨ª, pues, parece claro que una parte de Ia Oposici¨®n, hacia la que han de ir los votos de los que aspiran a la ?tranquilidad?, porque nunca la pagar¨¢n ellos mismos con sus huesos en la c¨¢rcel, se dispongan a participar para ganar por la mano, en la medida de lo posible a quienes son, desde dentro del neofranquismo, su m¨¢s directa alternativa. Esa Oposici¨®n no ha de disputarle los votos electorales a la Oposici¨®n, que seguramente quedar¨¢ fuera del juego, sino a la ?posici¨®n?, que ha estado ganando sin contrincante durante los cuarenta a?os y que quiere seguir forzando las reglas del juego tanto como pueda.
La otra oposici¨®n, en cuya ¨¢rea estoy integrado, ha de luchar todav¨ªa por su puesto al sol, que no tiene garantizado ni mucho menos. La ?posici¨®n? quisiera poder elegir su posici¨®n? en lugar de tener que aceptar la que existe. Va a establecerse una ?legalidad? muy estricta para que sea estricta tambi¨¦n sin que se levanten las protestas de un mundo de democracias formales deseosas de que esta pen¨ªnsula est¨¦ ?tranquila? la ?ilegalidad? correspondiente. Y en esa ilegalidad van a estar no s¨®lo los que no quieren aceptar la ?legalidad? propuesta, sino otros a los que ni siquiera se les aceptar¨¢ como existentes y para los cuales el ministro de la Gobernaci¨®n ha se?alado ya su ¨¢mbito: el del C¨®digo Penal vigente. Estamos asistiendo, por consiguiente -y estamos siendo actores de manera m¨¢s o menos directa-, a los ¨²ltimos forcejeos de una ?ruptura? bien diferente de la ?ruptura? que se ha venido proponiendo como objetivo hoy ya olvidado y sustituido en sucesivas rebajas ?t¨¢cticas?: la de la oposici¨®n que va a entrar en el juego -y la de la que no va a ser admitida o la de los que no est¨¦n dispuestos a entrar aunque les abran el paso. Que ser¨¢n pocos. Porque la tentaci¨®n electoral es demasiado fuerte para que la resistan los pol¨ªticos con tantos a?os de expectativa. Piensan, seguramente con raz¨®n, que si contin¨²an esperando pueden quedarse sin clientela, sin electores, y s¨®lo con militantes.
Desde la Oposici¨®n que se dispone a entrar en el juego, se ensaya un gui?o c¨®mplice a la que no va a poder hacerlo o no va a querer pudiendo, con el que quiere decir autojustificativamente: ? Desde dentro te ayudar¨¦ mejor.?
Veremos, porque lo veremos, eso es inevitable, si ?desde dentro?, m¨¢s cerca de aquellos que nunca han abandonado ese interior y con los cuales no tienen soluci¨®n de continuidad, puede esa Oposici¨®n convertir el evidente ?neofranquismo? instaurado ahora hace una a?o, en un posfranquismo donde cada partido, cada nacionalidad, cada regi¨®n, cada minor¨ªa, tenga su lugar.
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