El canje de presos pol¨ªticos
UNA NUEVA modalidad en materia de negociaciones internacionales, de consecuencias imprevisibles, ha sido lanzada al escenario pol¨ªtico recientemente por el r¨¦gimen militar de Uni¨®n Sovi¨¦tica, al intercambiar la libertad de dos de sus presos pol¨ªticos, el escritor y cient¨ªfico Bukovsky, por parte sovi¨¦tica, y el l¨ªder comunista Luis Corval¨¢n, por la chilena.Tanto Corval¨¢n como Bukovsky fueron sometidos a tratos y manipulaciones que hasta ahora s¨®lo se han aplicado al caso de rehenes en manos de organizaciones terroristas. Por primera vez en la historia contempor¨¢nea fueron dos Estados -y no como sol¨ªa ocurrir hasta ahora, un Estado y un grupo fuera de la ley- los protagonistas del canje. Adem¨¢s uno de ellos era una gran potencia mundial. Por si fuera poco, ambos Estados han sido secundados, para cerrar el trato, por otros dos Estados, por lo menos, y por una serie de diplom¨¢ticos, juristas, prelados e instituciones filantr¨®picas europeas y americanas. Quienes unas horas antes eran simples ?delincuentes? -o h¨¦roes para los de ideolog¨ªa contraria-, se convirtieron, de golpe, en secuestrados en trance de rescate.
Los beneficios humanos que se han derivado para Bukovsky y Corval¨¢n suavizan, en parte, la monstruosidad moral de esta transformaci¨®n del discrepante pol¨ªtico en moneda canjeable. Por lo dem¨¢s los dos hab¨ªan sido v¨ªctimas ya de otras monstruosidades morales y f¨ªsicas. Pero lo cierto es que si esta nueva practica progresa -y el general Pinochet ya est¨¢ ofreciendo, esta vez a Castro otro ?canje?, el de Jorge Montes por el de Humberto Matos-, puede llegar la hora en que este pragmatismo gangsteril, basado en la idea de la guerra total, destruya en primer lugar, el cimiento moral sobre el que debe asentarse cualquier Estado. para acabar luego con los fundamentos del Derecho internacional. Todo consistir¨¢ entonces en cobrar o en pagar, de acuerdo con las tarifas del mercado de rehenes.
Existe tambi¨¦n otro peligro. que puede involucrar a la conciencia individual y colectiva. Afortunadamente, muchos piensan a¨²n, con raz¨®n, que casi cualquier sacrificio es valedero cuando se trata de que alguien recupere su libertad. Puede as¨ª resultar aceptable, y hasta imprescindible, que un Estado negocie esa libertad, que a veces conlleva la vida, con un grupo terrorista. No por ello el Estado pierde, como se ha visto en Alemania o en los pa¨ªses escandinavos, su condici¨®n de Estado, es decir, su naturaleza moral, ni su fuerza, ni su derecho. Pero este proceder puede inducir a otros muchos individuos o instituciones de buena voluntad, como ocurri¨® precisamente en torno de Bukovsky y de Corval¨¢n, a estimular negociaciones de Estado a Estado, en la comprobaci¨®n, quiz¨¢s, de que ya hay Estados que no son m¨¢s que bandas de forajidos.
Las entidades que en el mundo defienden los derechos humanos hacen bien en reclamar la libertad de los presos politicos. Porque est¨¢ bien luchar para que un inocente salga de la c¨¢rcel. Pero lo fundamental es luchar para que no entre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.