Un regalo envenenado para los portorrique?os
El presidente Ford ha querido culminar su discutible mandato otorg¨¢ndoles a los portorrique?os un regalo de fin de a?o envenenado. Pocos son los que saben a qu¨¦ viene la extra?a proposici¨®n de que la colonia caribe?a se convierta ahora en un Estado m¨¢s de la Uni¨®n, m¨¢xime cuando en varias ocasiones los ciudadanos del territorio han rehusado la anexi¨®n.En un plebiscito celebrado en julio de 1967 para decidir sobre el Estatuto de Puerto Rico, el 60% de los votantes se pronunci¨® por la f¨®rmula de un Estado Libre Asociado y s¨®lo el 39% vot¨® por el acceso de Puerto Rico a la Uni¨®n. El triunfo del Partido Nuevo Progresista de Romero Barcel¨® y la llegada de ¨¦ste al cargo de gobernador no debe enga?ar a nadie. Es cierto que tanto el PNP como su l¨ªder se mostraron en varias ocasiones partidarios de la anexi¨®n pero jam¨¢s pusieron plazo a semajante proceso. Los progresistas consideran que este pase, deber¨¢ ser antecedido de una amplia campa?a de informaci¨®n entre todo los ciudadanos, y que todav¨ªa es pronto para iniciar esta campa?a. Romero Barcel¨® gan¨® las elecciones porque la corrupci¨®n de la administraci¨®n anterior hab¨ªa hecho imposible la continuaci¨®n en el cargo de gobernador del se?or Hern¨¢ndez Col¨®n, l¨ªder del Partido Popular Democr¨¢tico. Las razones del pueblo al votar a Romero no ten¨ªan nada que ver, seg¨²n los expertos, con la anexi¨®n. El PPD por su parte, hab¨ªa defendido, en cambio, el mantenimiento del status actual.
Aun en el muy discutible caso de que la gran mayor¨ªa de los portorrique?os desease ahora cambiar de opini¨®n y apoyar la anexi¨®n, es poco probable que el Congreso y el Senado americanos siguiera la misma l¨ªnea. Desde que en 1912 el Estado de Arizona se incorpor¨® a la Uni¨®n, las anexiones han sido dificultosas. As¨ª, s¨®lo despu¨¦s de muchos a?os de insistencia se acept¨® que los dos ¨²ltimos Estados incorporados -Alaska y Hawai- fuesen miembros de pleno derecho en 1959. Para nada sirvieron las votaciones mayoritarias en favor de la anexi¨®n. Fue preciso que m¨¢s del 90% de los ciudadanos de aquellos dos territorios se mostrasen favorables a la integraci¨®n para que Congreso y Senado dieran su consentimiento.
Los portorriq?os, cuya especial vinculaci¨®n a los Estados Unidos les proporciona una situaci¨®n en algunos aspectos privilegiada, saben que la anexi¨®n traer¨ªa consigo un aumento considerable de los impuestos que deben satisfacer.
Por otra parte, la anexi¨®n cuenta con la enemiga de todos los grupos pol¨ªticos del territorio, desde la derecha a los independentistas revolucionarios. Y con la prevenci¨®n de los pa¨ªses pr¨®ximos, desde Cuba a Jamaica.
Aunque el presidente Carter no se ha pronunciado todav¨ªa sobre esta sorprendente cuesti¨®n, parece probable que se muestre en desacuerdo con el tard¨ªo proyecto de su predecesor, entre otras razones porque. seg¨²n dicen sus consejeros, el ex gobernador de Georoia est¨¢ mucho mejor informado sobre estos temas que el naif Ford.
Algunos creen en Estados Unidos que el regalo de Ford tiene algo que ver con las innegables conexiones existentes entre el Partido Republicano y el Partido Nuevo Progresista que ahora gobernar¨¢ Puerto Rico. Pero semejante obsequio, hecho breves semanas antes de que los dem¨®cratas tomen el relevo, resulta infantil, cuando no decididamente torpe. La situaci¨®n del Estado Libre Asociado no puede solventarse con una anexi¨®n impopular y con la disoluci¨®n nacional de un pa¨ªs transculturado. La cuesti¨®n no radica en ser m¨¢s o menos colonia del imperio, sino en dejar, al fin, de serlo.
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