La larga noche de Eneas
?... Una Eva me pone ante los ojos la tela de los para¨ªsos perdidos.?
G. UNGARETTI
Eneas, el del largo viaje, el mimado de la diosa bella, el que a todo se escapa y de todo huye; la indecisi¨®n y el miedo por el sue?o de un superego salvador; el poder y la carga ?agobiante?, del pasado la resignada sabidur¨ªa del que todo lo pierde.
Siempre volvemos a los cl¨¢sicos y con el paso del tiempo, cuando ant¨®logos e historiadores clasifiquen a nuestro herido siglo ver¨¢n en ¨¦l, como nosotros en el Renacimiento, la huella de un af¨¢n desmedido por regresar al mito. Nunca Hermes, Safo y Diana fueron tan revividos, tan asumidos como lo son entre nosotros. Hacia ellos vuelve el poeta y fil¨®sofo una y otra vez con un relato que es ex¨¦gesis y recreaci¨®n, aproximaci¨®n y reinvenci¨®n continuada. Occidente, fiel al Logos y a sus or¨ªgenes, se vuelve hacia Grecia y reescribe a los cl¨¢sicos, les estruja y les acerca viendo en los rostros demacrados de la tragedia la marca indeleble de lo que luego habr¨ªa de llamarse historia, constatando en sus muecas y en su carcajada el drama del Hombre que al descubrir el discurso se descubri¨® a s¨ª mismo, sus miedos, sus grandes pasiones ?porque algo de ellos ha quedado en fieles escrituras?, como dir¨ªa H?lderlin, el otro gran enamorado de los dioses muchos.
Garc¨ªa Calvo, Agust¨ªn
IIiu Persis Akal, Editor, Madrid. 1976
Amante del verbo
Agust¨ªn Garc¨ªa, catedr¨¢tico de lat¨ªn, desterrado y ahora de vuelta, traductor de Plauto y de Virgilio, amante del verbo y de la rancia tarea may¨¦utica del que habla y hace hablar, nos da ahora su intento de recrear una ?tragedia? sometida a las normas del drama tr¨¢gico. Todo all¨ª se respeta: las tres unidades y el papel siempre alerta del coro.
Este coro, en su desparpajo, cumple la labor distanciadora del coro de la tragedia, pero se mueve en el escenario con la gracia del ?conjunto? de la moderna revista musical, recogiendo as¨ª la gerencia de Plauto y de un g¨¦nero que quiz¨¢ pueda tener su or¨ªgen en los intentos teatrales de K. Kraus en Alemania .
Nueva era
Garc¨ªa Calvo hurga en la historia de una claudicaci¨®n que, sin embargo, ser¨ªa en el tiempo el relato fundacional de una nueva era. Eneas el que se escapa, el que todo lo deja, ser¨¢ el que cree m¨¢s tarde esa nueva Roma en donde todo lo perdido ?renazca? sobre el s¨ªmbolo de unos antepasados de cera. Pero lo que Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo cuenta en su obra es el momento de la huida, el momento en que todo debe quedar atr¨¢s: las callejuelas de la infancia, donde se jug¨® a las canicas y al trompo, los rincones destruidos por el fuego y la guerra, las dos mujeres Creusa y Nerit¨® que representan, como en el cuadro de Tiziano, el amor pasi¨®n y el lar casero. Ellas son las dos voces implacables que alertan al hombre Eneas de lo irrisorio de su empe?o. Todo son invenciones, querido m¨ªo, tu mismo eres una invenci¨®n m¨¢s; todo son discursos sobre el discurso y s¨®lo el abrazo, aquello que vincula, el afecto, podr¨ªa devolverte lo que est¨¢s dejando atr¨¢s y quiz¨¢ pierdas para siempre.
Eneas no es el h¨¦roe. Es s¨®lo el hijo mimado de la diosa Afrodita, elegido para abandonar Troya cuando ¨¦sta se hunde. Atr¨¢s debe quedar lo dem¨¢s: la patria, el honor, ?la historia? Los designios de la diosa y el tiempo exigen que Eneas parta, y Eneas, asumiendo su papel masculino de ?libertador? inmola a Nerit¨®, que se entrega no para que la haza?a se cumpla, sino para que su hombre Eneas pueda llevar a cabo su tarea. Eneas, desgarrado, elige una y otra vez el papel del jefe, del que debe partir sin o¨ªr otras voces que las del linaje, la patria y el honor, mientras Creusa y Nerit¨® son, junto con el coro, como el espejo de aquello que abandona, la posibilidad de otro discurso ya no masculino.
En un reciente art¨ªculo de Eugenio Tr¨ªas se considera al Hombre y a la Mujer como a las dos representaciones de un g¨¦nero que en su abstracci¨®n ha llegado a olvidar la cosa misma. ?Pero qu¨¦ es esa cosa misma si se le roban sus representaciones? Por eso Eneas no puede dejar de ser aquel que debe partir, ni Creusa aquella que se aparta voluntariamente del camino del h¨¦roe para dejarle ir. Curiosamente, en la obra que nos da Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo, como en El inocente, el ¨²ltimo filme de Viscconti, son Creusa y Nerit¨®, las dos mujeres las que enfrentan su vitalidad a la vacilaci¨®n enfermiza del Hombre. Frente al discurso masculino, ellas se mueven por el amor y tienen la fuerza. Eneas elige asumir el papel del padre, cuelga al cuello de su hijo las im¨¢genes de sus antepasados y a¨²pa ¨¦l mismo a su padre sobre los hombros asumiendo as¨ª el papel del patriarca que conserva la tradici¨®n y salva a la patria y a la familia. Creusa y Nerit¨® son el eco de aquello que Eneas deber¨¢ ignorar en el futuro, lo que entrega a cambio de la hombr¨ªa. All¨¢, allende los mares, renacer¨ªa la Roma legisladora, la Roma que habr¨ªa de ser imperio. Eneas ha asumido as¨ª su papel hist¨®rico y ha perdido su vida. ?Podr¨ªa haber sido de otra forma?
El viaje
Hay en esta obra en sus juegos de palabras, en sus cancioncillas alternando con sus versos de larga medida, en la ruptura constante de la disgresi¨®n filos¨®fica mediante la introducci¨®n de lo coloquial, un regustillo, ?autobiogr¨¢fico?, que la aproxima a la confesi¨®n y que hace confundir las callejuelas de Troya con las destartaladas placitas zamoranas. Por eso quiz¨¢ la historia termina cuando se inicia el viaje y toda pregunta queda siempre en suspenso. Podr¨ªamos acabar esta nota con un verso del mismo Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo, escrito ya hace tiempo: ?todo lo que esperas jam¨¢s lo ver¨¢s?, que viene a ser el lema sobre el que reposa la apuesta de Eneas, aquel que parte sabiendo que nada gana y que quiz¨¢s tampoco pierde nada. El viaje, sin embargo, aparece como un desaf¨ªo a pesar de las desalentadoras palabras con que concluye la representaci¨®n.
?Todo, pues, habr¨¢ mudado otra vez de modo y lugar para lo mismo de siempre??
Babelia
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