Frederic Amat
Por En esta exposici¨®n falta mucho y sobra otro tanto. Desde ¨¦l punto de vista de la pintura tradicional (incluyendo en ella al cubismo y sus inmediatas consecuencias) falta aqu¨ª buena parte de sus elementos materiales y formales. Desde una consideraci¨®n estrictamente moderna (la que se inici¨® en Matisse y dio en Rothko y Newman, entre otros, sus frutos m¨¢s granados) sobran no pocos de esos mismos elementos.Banderas, serpentinas, papeles voladores, bambalinas, ca?as, mimbres, pegotes de barro, cartones, estandartes. bambalinas transparentes, casullas, documentos de experiencias y happenings habidos en otro tiempo..., conforman (desde el ingreso hasta el ¨¢bside) toda una espectacular e incluso deslumbrante escenograf¨ªa, entonada, aqu¨ª y all¨¢, con el fulgor de un rojo de fuego.
Frederic Amat
Galer¨ªa Juana Mord¨®Castell¨®, 7
Como si hubiera pasado por Castell¨®, 7 el segundo caballo del Apocalipsis (rojo de fuego), quedan briznas por doquier de un resplandor rojizo que, h¨¢bilmente compaginado con otras tonalidades de refrendo, complemento o contrapunto, ba?a e inunda el escenario barroco, desbordantemente barroco, de un espect¨¢culo abigarrado, desmadrado... Y no poco confuso.
Desde el punto de vista de la pintura que, dentro de lo moderno, antes llam¨¦ tradicional, hay aqu¨ª muchas sugerencias que exigir¨ªan otro tratamiento o un m¨¢s colmado desarrollo. Entre biombo y serpentina, estandarte, bambalina y casulla.... se nos aparece, como una visi¨®n grotesca y deformada, alg¨²n que otro rostro de un Klee no poco disconforme con el empleo de medias tintas que de ¨¦l se ha hecho.
Desde una consideraci¨®n estrictamente moderna, la ense?anza de Matisse (casullas incluidas) y de quienes. con ¨¦l o tras ¨¦l, llevaron a la pintura el prop¨®sito del plano por el plano.... ha sido claramente extrapolada por Amat e infundida de otros contenidos. Las franjas aurorales de Rothko sustentan aqu¨ª ajenas expresiones, y el lienzo colgante sirve de tel¨®n de fondo.
No ser¨¦ yo quien niegue un ¨¢pice de dotaci¨®n a Frederic Amat, ni tampoco quien deje de reconocer el grado de confusi¨®n en que se desenvuelve su actual ejercicio y su fiebre, a tan temprana edad, de quemar etapas.
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