Una estafa en tres dimensiones

Si existiera una asociaci¨®n de consumidores de cine -m¨¢s justificada que cientos de grup¨²sculos, por otra parte- deber¨ªa denunciar la campa?a publicitaria de esta pel¨ªcula, apoyada en dos nombres de prestigio, Andy Warhol y Paul Morrisey, de los que el primero no ha interventido en ella, mientras est¨¢ por ver cu¨¢l ha sido, realmente, la funci¨®n concreta del segundo. Si nos atenemos a los t¨ªtulos de cr¨¦dito, el director firmante es Anthony Dawson, seud¨®nimo de un conocido especialista del g¨¦nero italiano de terror -cuyo verdadero nombre.es Antonio Margheritti-, mientras los carteles de propaganda insisten en que se trata de un filme de Warhol y Morrisey.Ser¨ªa muy dif¨ªcil delimitar responsabilidades concretas en esta Carne para Frankestein, pero s¨ª me parece indigno utilizar el nombre prestigioso de Warhol para proi,nocionar un producto del que no Nialdr¨ªa la pena hablar, porque sus m¨¦ritos son m¨ªnimos, si es que existe alguno, de no mediar este chantaje en las denominaciones. Warhol es una interesante personalidad. por supuesto, pero en las obras -pict¨®ricas o cinematogr¨¢ficas- que se le pueden atribuir realmente. La ?F¨¢brica? de pel¨ªculas ha pasado a la direcci¨®n de uno de sus colaboradores, Paul Morrisey, autor de productos tan curiosos como Trash, de improbable visi¨®n, en nuestro pa¨ªs, por el momento, y al que muy dif¨ªcilmente puede supon¨¦rsele director de este filme, entre otras razones por su escasa capacidad t¨¦cnica dentro del cine industrial.

En cualquier caso, parece normal suponer que se trata de un maridaje esp¨²reo entre Ponti -el gran capital internacional- y, Warhol-Morrisey aunque el primero s¨®lo ponga el nombre, y el segundo las ideas generales del filme adem¨¢s de la impagable presencia de Joe Dallesandro. uno de los m¨¢s conocidos actores de la casa. Para amenizar el irivento se desempolva el sistema de tres dimensiones, que ya estuvo bien enterrado a comienzos de los cincuenta, y se atormenta al espectador con una proyecci¨®n infecta y unas gafas suplementar¨ªas -cobradas aparte, adem¨¢s - que no aciertan a restituir la sensaci¨®n de relieve, pero s¨ª empobrecen la calidad de la imagen.

Carne para Frankestein se ocupa del viejo tema del creador y su criatura -aunque, en este caso, se trate de dos seres de aspecto agradable-, en plan c¨®mico, con notable inhabilidad y torpeza. El mismo Mel Brooks, en El jovencito Frankestein, consegu¨ªa, al menos, una parodia de la obra de Whale, que pod¨ªa tener m¨¢s o menos gracia, pero que no carec¨ªa de cierta coherencia, mientras Morrisey-Margheritti -o quien la haya filmado- no acierta a lograr, siquiera, una cota artesanal ¨¦stimable. La pel¨ªcula es un engendro completo, falsamente audaz, er¨®ticamente torpe y desmadrada, peor que cualquier obra sin pretensiones del g¨¦nero terror¨ªfico, en su modalidad italiana y a la que, para que no falte nada, se ha agregado una banda sonora, en su doblaje espa?ol de las m¨¢s desafortunadas que recuerdo.