Pa¨ªs Vasco: el camino de la distensi¨®n
POR VEZ primera en muchos a?os, la tradicional tamborrada donostiarra se ha celebrado sin los sentimientos de temor y el clima de tensi¨®n que ven¨ªan enturbiando la fiesta patronal de San Sebasti¨¢n. El elemento desdramatizador inmediato ha sido la autorizaci¨®n de la ikurri?a, que ha ondeado, por fin, libremente en los edificios de la ciudad y en el propio Ayuntamiento.Este s¨ªmbolo del sentimiento nacional vasco se hab¨ªa convertido ¨²ltimamente en un absurdo motivo de muertes y enfrentamientos violentos. No se sabe qu¨¦ asombra m¨¢s: si la ceguera del Gobierno al perseguirla o la firmeza de los vascos al reivindicarla. Bastaba cruzar la frontera para comprobar su legalidad en Francia, el Estado de mayor tradici¨®n centralista de Europa. Por lo dem¨¢s, el purismo mostrado recientemente por quienes discuten los t¨ªtulos de la vieja bandera bizcaitarra para sirribolizar al Pa¨ªs Vasco ser¨ªan rid¨ªculos de no ser interesados; es evidente que, sea cual sea su origen hist¨®rico, el pueblo vasco considera hoy a la ense?a ideada por Sabino Arana como su bandera.
Las reacciones de protesta de los gobernadores civiles de Guip¨²zcoa y Vizcaya y de la Diputaci¨®n bilba¨ªna ante la autorizaci¨®n de la ?kurri?a arrojan una considerable luz sobre algunas de las causas que han deteriorado la situaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco hasta limites intolerables. La dimisi¨®n de los gobernadores civiles demuestra que estos dos delegados hab¨ªan confundido sus deberes como funcIOnarios con las prerrogativas de los,virreyes. En vez de buscar la forma de conjugar los intereses generales de toda la comunidad espa?ola con las necesidades particulares de la comunidad vasca (labor para la cual es imprescindible hacer llegar al Poder central los sentimientos y las razones de los gobernados), se situaron en la posici¨®n crispada y defensiva de quien teme que la negociaci¨®n y el reconocimiento de cualquier reivindicaci¨®n signifique el deshonor y la derrota. Bienvenida sea la dimisi¨®n de estos dos hombres del anterior Gobierno. Y deseamos de todo coraz¨®n que las autoridades acierten en la designaci¨®n de quienes les releven. Todos confiamos en que el sentido com¨²n del ministro de la Gobernaci¨®n, se?or Mart¨ªn Villa, tenga una larga continuidad en el tratamiento de los problemas del Pa¨ªs Vasco.
La airada protesta de la Diputaci¨®n vizca¨ªna es, a la vez, menos importante y m¨¢s significativa. Hacia el futuro no tiene mayor alcance, porque los electores se pronunciar¨¢n en su d¨ªa sobre la representatividad de quienes, con una rara mezcla de insolencia e irresponsabilidad, se han enfrentado tan directamente con ellos. Pero tambi¨¦n es m¨¢s relevante, pues pone al descubierto un aspecto singular de la situaci¨®n vasca, que la diferencia de la catalana: el abismo ideol¨®gico y emocional que separa a la gran burgues¨ªa vasca del resto de su pueblo.
Dec¨ªamos que la autorizaci¨®n de la ikurri?a es un paso importante hacia el enfriamiento de las pasiones en el Pa¨ªs Vasco. Como lo es tambi¨¦n, y notable, la decisi¨®n de sustituir a la Guardia Civil por el Cuerpo General de Polic¨ªa y las fuerzas ordinarias de orden p¨²blico en zonas que en su d¨ªa fueron rurales, pero que hoy, dado el r¨¢pido proceso de conurbanizaci¨®n de todo el litoral vasco, son ya en realidad centros urbanos.
Pero hay que seguir adelante, si de verdad se quiere conseguir una soluci¨®n pol¨ªtica para uno de los m¨¢s graves problemas con los que se enfrenta la comunidad espa?ola. Es urgente e imprescindible que el pueblo vasco pueda expresar libremente sus opciones pol¨ªticas y nombrar a sus leg¨ªtimos representantes; de otra forma, siempre pueden surgir grupos armados que, en el silencio de la represi¨®n, se arroguen su mandato. As¨ª, podr¨¢ iniciarse el proceso de negociaci¨®n de un r¨¦gimen de autonom¨ªa, para el cual la ?comisi¨®n para el estudio de un r¨¦gimen administrativo especial? creada por el Gobierno Arias es ya un instrumento in¨²til y prehist¨®rico. Ahora bien, hay un paso previo para el normal desenvolvimiento de todo el proceso: la amnist¨ªa. Y para su promulgaci¨®n, por encima de todos los argumentos jur¨ªdicos, ¨¦ticos e hist¨®ricos que puedan esgrimirse en favor o en contra suya, existe un motivo central cuya l¨®gica irresistible hasta los sectores m¨¢s conservadores del pa¨ªs pueden entender: la raz¨®n de Estado.
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