Un objetivo v¨¢lido: elecciones para una "ruptura constitucional democr¨¢tica"
Psiquiatra, escritor y miembro del Comit¨¦ Ejecutivo del Partido Socialista de Andaluc¨ªaLas elecciones se nos vienen encima como algo que nos fue ?dado?, no conquistado, y, por tanto, como algo que a la Oposici¨®n de izquierdas se le puede indigestar, de puro atropellado. Es muy posible que los partidos de la Oposici¨®n democr¨¢tica no est¨¦n lo suficientemente preparados para ellas. Una campa?a electoral exige un ?aparato para montarla?, una ?organizaci¨®n? que la respalde, una ?financiaci¨®n? lo suficientemente fuerte como para poder sostenerla. Y por si fuera poco, tambi¨¦n necesita unos l¨ªderes pol¨ªticos, por cada circunscripci¨®n, cuya ?imagen pol¨ªtica? haya sido lo imprescindiblemente elaborada y construida. Y todo esto nos falta. Evidentemente la Oposici¨®n no estaba organizada para el cambio, o, por mejor decir, no ha podido -porque no le han dejado- estar preparada para el cambio.
No nos dejemos enga?ar, por tanto, con falsas ilusiones. Las elecciones se nos han venido encima demasiado de prisa, y ni el pueblo espa?ol, ni los partidos pol¨ªticos, est¨¢n en condiciones hoy de afrontarlas libre y responsablemente, con todas. sus consecuencias. Lo que quiere decir, llana y simplemente, que mientras m¨¢s pronto se celebren, mejor ser¨¢ para el status -las clases dominantes- y mucho peor para las fuerzas de la Oposici¨®n democr¨¢tica.
Por otra parte, es muy posible que estas fuerzas de la Oposici¨®n democr¨¢tica no se encuentren lo suficientemente l¨²cidas respecto a la realidad sociol¨®gica en que se mueven. Y, por otro lado, tampoco tengan una idea exacta de qu¨¦ es lo que se juega en las elecciones, o, lo que es lo mismo, en d¨®nde est¨¢ situado hoy el frente pol¨ªtico, los t¨¦rminos de la batalla. Y, sin embargo, las elecciones est¨¢n ah¨ª, casi inmediatas, en un corto plazo previsible, como un reto al que, queramos o no, hay que hacer frente. Lo menos que se nos debe exigir es que se valore exactamente, tanto la realidad que tenemos delante como la significaci¨®n pol¨ªtica que tales elecciones comportan.
Es evidente, por lo que se refiere al primer punto, que hay varios niveles de realidad pol¨ªtica, pero entre ¨¦stos hay dos que son muy importantes para poder movernos con soltura. Uno, el propiamente pol¨ªtico, en el que se desenvuelven grupos y partidos, prensa y publicaciones, y que constituyen toda una complicada mara?a de acciones y reacciones, actitudes y gestos, en un proyecto de prevalecer e imponerse. Otro -substrato sobre el que el anterior se ejerce-, constituido por el resto de la sociedad, la poblaci¨®n en su conjunto, el entramado de capas sociales, intereses, instituciones y empresas, incluso lazos familiares, de cuya realidad no puede ni debe desinteresarse el primero. Al fin y al cabo, es sobre la sociedad en su conjunto, sobre la poblaci¨®n total, donde ese otro m¨¢s peque?o mundo de los grupos y partidos pol¨ªticos ha de actuar. Y es esto, precisamente, lo que con inusitada frecuencia se olvida. La mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos-viven y act¨²an-como si solamente le importara la imagen que, entre unos y otros, ellos se forjan. No se dan cuenta que ahora, ya sin clandestinidad, lo que va a contar son los veintitantos millones de electores; lo que va a importar son los muchos millones de espa?oles que ven la te levisi¨®n, y no s¨®lo los muchos mi llares de ciudadanos que leen EL PAIS. Lo que se valora es la poblaci¨®n total, y no s¨®lo la escasa minor¨ªa politizada. Y si esto es as¨ª, no debiera perderse de vista que para esa inmensa mayor¨ªa del pa¨ªs nada dice -y resulta sutileza ideol¨®gica- la distinci¨®n, pongamos por caso, entre ?democracia interna? y ?centralismo democr¨¢tico?. Esa inmensa mayor¨ªa del pa¨ªs votar¨¢ ?personas? y no ?ideolog¨ªas?; votar¨¢ ?seguridades? y no ?aventuras?; votar¨¢ ?paz? y no ?revoluciones?, por muy pac¨ªficas que ¨¦stas se preconicen. Esa inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n es muy probable que vote ?derecha autoritaria? -l¨¦ase Alianza Popular- siempre que se le toquen algunos muy elementales resortes defensivos.
Los partidos pol¨ªticos de izquierda -y muy concretamente los partidos socialistas- deben ser conscientes de que la batalla pol¨ªtica, tal y como ahora est¨¢ planteada, no va a dilucidar si nuestro futuro ser¨¢ o no socialista, sino que lo que se ventila, exclusivamente, es si ser¨¢ o no democr¨¢tico. Convendr¨ªa que esto quedase lo suficientemente claro. Si los partidos socialistas van a estas elecciones -precisamente a estas elecciones- no es por luchar por el socialismo -aunque como objetivo no lo pierdan jam¨¢s en sus perspectivas-, sino a conquistar la verdadera democracia. Tampoco debe ir, cada cual por su lado, a propugnar ya, desde ahora, su propia alternativa socialista, sino aunar sus es fuerzos y su lucha por conseguir una ruptura constitucional que implique el triunfo de las libertades democr¨¢ticas.
Ser¨ªa pueril que cada partido de la Oposici¨®n de izquierdas fuese solo, independientemente, alas elecciones con la finalidad de conseguir, desde ya, un espacio pol¨ªtico, una fuerza electoral, una imagen ideol¨®gica, cuando a¨²n no existen las condiciones objetivas para ello, cuando ni las reglas de juego est¨¢n lo suficientemente garantizadas ni las circunstancias subjetivas de nuestra poblaci¨®n son adecuadas para tal consulta. Convengamos en que, despu¨¦s de tantos a?os de desertizaci¨®n pol¨ªtica, ser¨ªa est¨²pido pedir a la gente que se definiese sobre determinadas matizaciones ideol¨®gicas o sobre caminos v¨¢lidos para alcanzar el socialismo. Ahora lo ¨²nico que debemos consultar a nuestro pueblo es sobre un conjunto, sencillo y simple de alternativas democr¨¢ticas que, de cara al futuro, la Oposici¨®n ofrece. Y bajo este supuesto, lo ¨²nico previsible es la constituci¨®n de ?bloques?, ?pactos? o ?frentes? democr¨¢ticos, en los que incluso se de cabida a personalidades independientes en cada regi¨®n -personalidades que se hayan destacado por sus actitudes democr¨¢ticas y que se comprometan a luchar por esa ruptura constitucional democr¨¢tica.
As¨ª de simples se plantean los hechos. Porque el frente de lucha -los t¨¦rminos en que se plantea la batalla- no se ofrecen, ni se pueden dar, entre ?democracia burguesa? y ?socialismo revolucionario?, sino entre ?democracia aut¨¦ntica? y ?reformismo autoritario?, seudodemocr¨¢tico. No pretendemos, pues, dar hoy nuestras particulares batallas, organizar nuestras propias guerrillas, sino acudir al frente com¨²n donde se ventila realmente la lucha. Y a este frente hay que acudir con unas t¨¢cticas correctas, a m¨¢s de imprescindible mente unificadas, sabiendo exactamente lo que nos jugamos en ¨¦l.
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