El distanciamiento, en Pierre Mac Orlan
Al morir Pierre Mac Orlan, en junio de 1970, recuerdo que dediqu¨¦ unas horas de aquella misma noche a releer Le quai des brumes, la ¨²nica de sus novelas capaz de proyectar en el tiempo la memoria de su autor. Sal¨ª decepcionado de la relectura, aun admitiendo que se trata de una novela que se lee de un soplo y posee una serie de connotaciones sociales nada desde?ables. Me pregunt¨¦ entonces qu¨¦ efecto causar¨ªa en el lector espa?ol de los umbrales de los setenta, en el cas¨® de que Le quai des brumes fuese objeto de una reedici¨®n.Seis a?os m¨¢s tarde, ha llegado el momento de abordar de nuevo la obra, esta vez con el prop¨®sito de especular sobre una posible respuesta. La reci¨¦n creada editorial barcelonesa Ediciones del Cotal lanz¨® a finales de 1976 una nueva traducci¨®n, debida a Josep El¨ªas, de El muelle de las brumas con un pr¨®logo bastante desangelado pretendidamente surrealista, de Ram¨®n G¨®mez de la Serna. Pierre Mac Orlan fue un personaje de tintes surrealistas sin pretenderlo, por su existencia bohemia, un tanto desgarrada, y p¨®r afinidad con su c¨ªrculo de amistades de la ¨¦poca cubista que reun¨ªa a Bofa, Carco, Apollinaire, Picasso y el pu?ado de artistas que pululaban en torno a las figuras de noveau art. Pero nunca, que yo sepa, Mac Orlan tu vo nada que ver con los Tzara Breton, Eluard, aunque s¨ª tangencialmente con Mac Jacob. Sin em bargo, Mac Orlan nunca se dej¨® tentar seriamente por los supuestos del surrealismo ortodoxo. El no era un cerebralista experimentador de la expresi¨®n o un buceador del esp¨ªritu liberado por la ?espontaneidad? intelectual, sino un vitalista puro, un bohemio ancient style, un aventurero de la miseria y la sordidez, que traduc¨ªa en prosa el caudal de sus experiencias personales recogidas a lo largo de su amplio vagar por el mundo de los substratos sociales.
El muelle de las brumas, de Pierre Mac Orlan
Trad. de Josep El¨ªas. Edi. Cotal. Barcelona, 1976
As¨ª se explica que el estilo de Mac Orlan no posea el menor cromatismo. Es todo llaneza, precisi¨®n, austeridad formal.Tiene raz¨®n el autor de la s¨ªntesis biogr¨¢fica al afirmar que la mani¨¦re de escribir de Pierre Mac Orlan es a menudo -casi siempre- ?gris?. Un gris de tono parecido al de las aguas del S¨®na en oto?o, desliz¨¢ndose gruesas y opacas bajo los puentes parisienses. Sin embargo esa forma de hacer no imped¨ªa en Pierre Mac Orlan una mirada incisiva, que desde la sordidez penetraba m¨¢s all¨¢ de las apariencias, y ante la despiadada crueldad del espect¨¢culo, su humor, y un cierto optimismo moral, le induc¨ªan a reflejarlo aliviado con una mueca que quer¨ªa ser una sonrisa distorsionada por la fantas¨ªa. De esa actitud, un tanto mir¨ªfica, nacieron la mayor parte de sus obras, encua dradas dentro de esquemas que ¨¦l tildaba de ?fantastique social?.
Submundo
El muelle de las brumas es resultante de un planteamiento distinto. Por primera y ¨²nica vez Pierre Mac Orlan prescindi¨® de los ribetes fantasistas y el humor negro, y reflej¨® con aparente sencillez realista el submundo humano que le ro deaba, y del que, hasta cierto punto era v¨ªctima. El legionario desertor la prostituta, el clochard, el pintor sin futuro, el paisaje brumoso, la atm¨®sfera contaminada, el gris amenazador, envolvente... Pobre seres marginales, excluidos del juego sin haber gozado de la menor oportunidad de participar en ¨¦l, que no se plantean las causas del fracaso -no poseen capacidad para hacerlo-, sino que ans¨ªan tan s¨®lo encontrar el aliento de un gesto de amor desinteresado o el plato de comida caliente. No hay en ellos el menor atisbo de reflexi¨®n existencial. O de rebeld¨ªa asumida Son simplemente seres ?libres? hombres y mujeres planos, v¨ªctimas propiciatorias a las que, precisamente por ser lo, Pierre Mac Orlan ama con inconfesado narcisismo.Ah¨ª es donde radica, creo, la diferencia sustancial entre Mac Orlan y Louis Ferdinand C¨¦line, con quien se le suele comparar a ra¨ªz de la aparaci¨®n de El muelle de las brumas. Existen ciertas concomi tancias ambientales entre esta novela y Voyage au bout de la nuit, la gran obra de C¨¦line, pero estoy convencido de que en ese nexo establecido por el modelo de subinun do, que les sirve de punto de parti da com¨²n y en el hecho circunstancial de que ambas fue sen publicadas en 1927, acaba toda posibilidad de identificaci¨®n. La grandeza dram¨¢tica que rezuma la novela de C¨¦line viene generada por el profundo nihilismo que embarga al autor y que, a su vez, traducido en odio, asqueado de todo y de todos, le lleva a distanciarse de sus personajes -particularmente de Ferdinand, el protagonista-, hasta convertirlos en criaturas malditas, hechas a la medida de un mundo implacablemente s¨¢dico y maldecido de antemano por el novelista.
Todo lo contrario de Pierre Mac Orlan que, insisto en ello, no logra ocultar el amor que le inspiran sus personajes; les ama y compadece como si a trav¨¦s de ellos se amara y compadeciera a s¨ª mismo, a los sufrientes de la especie humana en general. Otro dato significativo es que tras esta novela, Mac Orlan retorn¨® a sus esquemas de creaci¨®n humor¨ªstico-fant¨¢stica, a su literatura de esp¨¢tula y pincel con trazos de ternura melanc¨®lica, conformista en el fondo. Entretanto, C¨¦line segu¨ªa aferrado al desamor y al odio y los volcaba imp¨²dicamente sobre cada uno de sus libros posteriores, sobre s¨ª mismo, autoinmol¨¢ndose como autor maldito, arrancado del infrahumano y alucinante fondo de la noche y como ciudadano adscribi¨¦ndose a opciones pol¨ªticas claramente fascistas que acabar¨¢n por conducirle a un paso de la muerte, al exilio, y a largos a?os de silencio impuesto.
Creo que, en este caso, la comparaci¨®n entre ambos autores se hace especialmente absurda por inconsistente. Acierta Jos¨¦ M. Valverde cuando escribe de C¨¦line que ?queda como un hecho cerrado en s¨ª mismo, sin ejemplos ni sucesores?. C¨¦line se erige ahora en hito de la literatura francesa, de la gran historia general de la novela. Pierre Mac Orlan, gracias precisamente a Le quai des brumes -un reflejo de luz clara en el gris dominante de toda su vasta obra-, llega con simple modestia al lector de hoy. Con el mejor testimonio de su honestidad humana y literaria, pero desprovisto de grandeza.
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