Confusi¨®n y terrorismo
La precipitaci¨®n de los ¨²ltimos acontecimientos ha tenido resplandores sangrientos y ha sacudido las bases del edificio del Estado que a todos, queramos o no, nos acoge. De ese brutal se¨ªsmo hemos salvado todav¨ªa la aparente estabilidad del edificio, pero desconocemos las grietas que se han producido en su estructura hasta un punto que lo que antes parec¨ªa s¨®lido y firme pueda ser ahora fr¨¢gil y quebradizo.Es pensamiento de algunos que el se¨ªsmo no ha hecho m¨¢s que empezar y que otras nuevas sacudidas, manifestaci¨®n de una ¨ªgnea actividad interna que desconocemos, pueden ir sucedi¨¦ndose. ?Se trata de agoreros o por el, contrario de personas prudentes y avisadas cuyos tristes presagios no podemos deso¨ªr, so pena de caer en la frivolidad o en la inconsciencia?.
Nunca nos han gustado los agoreros que juegan con la ventaja de asegurarse tristemente el acierto cuando sus anunciados y fieros males suceden, sin que se les pida cuenta cuando, venturosamente, se equivocan. Pero en este caso, rompiendo nuestro consustancial optimismo, nos hallamos perplejos. ?Qu¨¦ puede pasar, qu¨¦ va a pasar? Tenemos que prevenirnos y toda nuestra preocupaci¨®n tenemos que convertirla en acci¨®n eficaz para conjurar los muy alarmantes y posibles dramas que nos acechan.
Empecemos por ejercitar el raciocinio para evitar que los hechos nos tomen desprevenidos. ,?Podemos confiar en que estos ramalazos de locura son s¨®lo actividad criminal de unos grup¨²sculos minoritarios e insignificantes de ves¨¢nicos?, ?que se trata de unos aparatos movidos por el fascismo internacional con mercenarios del terror a sueldo? Esto es lo que aflora a la superficie como lava fum¨ªgera de volc¨¢n que descubre una realidad interna tenebrosa.
Pero estas dram¨¢ticas erupciones est¨¢n movidas por algo. No se entender¨ªa que estas bandas actuaran c¨®mo mera demostraci¨®n de violencia gratuita, como iracunda respuesta de unas fuerzas que se ven acorraladas sin remedio y repudiadas por la sociedad y la coyuntura hist¨®rica y que sus zarpazos fueran el coletazo final de una fiera agonizante.
Se ha dicho muchas veces que lo m¨¢s peligroso son los coletazos finales de unos reg¨ªmenes que mueren matando. Ese coletazo final pod¨ªa haberse producido en el espasmo de una situaci¨®n desesperada y no se produjo cuando m¨¢s se tem¨ªa. Esto nos ha llevado posiblemente a abrigar una ilusi¨®n excesiva y no justificada sobre la debilidad de lo que antes nos parec¨ªa fuerte y llegamos a creerlo inofensivo. ?Pero es este el diagn¨®stico real? ?En lugar de ese coletazo ag¨®nico no existe una fr¨ªa y calculada vela de armas que est¨¢ preparando cautelosamente sus escalonadas, respuestas para ir sembrando de obst¨¢culos el camino de la democracia? Siempre que existe un plan determinado es que existe un prop¨®sito tambi¨¦n determinado y una fuerza todav¨ªa vigente capaz de amparar ese plan y presidir su desarrollo.
Esto es a mi juicio lo que debemos detectar en primer lugar, si es que queremos responder a esta ofensiva con una estrategia capaz de llevamos a la victoria. El mariscal Foch sol¨ªa decir a sus ayudantes antes de preparar una operaci¨®n: ?Ou en sommes nous?, ?D¨®nde estamos, qu¨¦ terreno pisamos? Si nos falta una minuciosa y sagaz toma de datos podemos vemos condenados a dar palos de ciego a diestro y siniestro.
Hay que saber d¨®nde est¨¢n estas fuerzas que amparan, fomentan y financian tan criminal maniobra y no partir de una visi¨®n maniquea de buenos y malos, pues todos los extremismos del tipo que sean son los enemigos del orden democr¨¢tico y son los que hay que erradicar si queremos salir adelante. Estamos asistiendo al montaje de una plataforma de acci¨®n organizada por el fascismo internacional, pero pecar¨ªamos de ingenuos si crey¨¦ramos que esto resuelve por s¨ª solo el problema. No podemos olvidar que el sectarismo de algunos grupos de la m¨¢s extrema izquierda est¨¢n igualmente alimentando la subversi¨®n al provocar una insensata acci¨®n callejera y una constante progresi¨®n de reivindicaciones de todo tipo que, si bien pueden tener una base de justicia social, al ser esgrimidas con un criterio demoledor ajeno a toda posibilidad real y con animo de provocar una tensi¨®n constante, ciega e irresponsable se convierten en acto incivil y delictiva. Los partidos y las organizaciones sindicales que realmente representan a las clases obreras y que han luchado y luchan por la defensa de sus intereses, sea cualquiera su filosof¨ªa o sus planteamientos socioecon¨®micos, deben ser los primeros en atajar este estado de cosas que puede llevarnos a una total bancarrota y a la voladura de las bases del Estado, sin que en este triste balance resulte beneficiado nadie. Ser¨ªa como la explosi¨®n de un gigantesco artefacto nuclear que acabar¨ªa con todos nosotros.
El segundo o simult¨¢neo paso, conocido el mal, ser¨ªa la agrupaci¨®n de todas las fuerzas que representan el orden democr¨¢tico para repudiar sin contemplaciones la acci¨®n terrorista, pero no content¨¢ndose s¨®lo con hacer manifestaciones de indignaci¨®n en los peri¨®dicos y en las declaraciones p¨²blicas, sino buscando algo m¨¢s. Para negarse a toda convivencia con quienes amparan la subversi¨®n por la subversi¨®n misma, neg¨¢ndoles toda participaci¨®n en la vida ciudadana; denunciando sin timideces ni falsos pudores toda su actuaci¨®n y poni¨¦ndoles resueltamente fuera de la ley. No s¨®lo la ley escrita del Estado, sino esa otra legalidad que otorga o niega una sociedad que no quiere perecer siendo asesinada por la espalda
Tambi¨¦n hay que llegar a formar los bloques pol¨ªticos, cuanto m¨¢s amplios y fuertemente cohesionados mejor, que puedan ser el valladar que sirva de escudo al propio Estado en crisis. En estos bloques caben todas las opciones pol¨ªticas desde el conservadurismo democr¨¢tico hasta el socialismo y marxismo de izquierdas, lo que permitir¨¢ que nadie se sienta atropellado ni que se puedan aducir ning¨²n tipo de frustraciones. En un orden democr¨¢tico cabe todo menos el desorden y la violencia, esta ¨²ltima es t¨ªpica de los reg¨ªmenes de fuerza que es muy distinto de los reg¨ªmenes fuertes,cuando su fortaleza reside en la aceptaci¨®n por todos de la voluntad soberana del pueblo.
Es as¨ª,?con estas convulsiones sangrientas; con estas confusiones que permiten las m¨¢s atrevidas conjeturas sin base s¨®lida y real; con esta ola de terror desencadenada desde todos los vientos del cuadrante pol¨ªtico; con un insensato fraccionamiento de los partidos que, ante unas realidades dram¨¢ticas, se siguen mirando narcisistamente el ombligo, es as¨ª como podemos llegar a que se manifieste la voluntad popular?
El pa¨ªs reclama un frente ¨²nico ante la subversi¨®n, responsabilidad en los diversos grupos pol¨ªticos, que cada vez deben estar mejor aglutinados; claridad en medio de la confusi¨®n; lealtad en las fuerzas del orden y, en fin, total control de los ¨®rganos de gobierno por las supremas autoridades que lo encarnan.
No queremos dejarnos llevar por un pesimismo totalmente derrotista, pero tampoco queremos caer en la inconsciencia suicida, que puede conducirnos a la ruina, cuando esper¨¢bamos conquistar para siempre un puesto digno entre las naciones democr¨¢ticas.
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