El centro
EN UN idioma ambiguo como el de la pol¨ªtica, unos t¨¦rminos tan simples y enga?osos como izquierda y derecha son hoy instrumentos de utilidad diaria. En Occidente la derecha defiende la estabilidad, el orden y la conservaci¨®n. A la izquierda por el contrario, se asociar¨ªan los conceptos del cambio, la ruptura y la imaginaci¨®n revolucionaria. Son todas estas apreciaciones relativas y a veces falsas.En Espa?a asistimos a una disputa pueril: varios sectores se disputan la palabra centro, y no pocos pol¨ªticos de solvencia probada se crispan por un problema de supuesta propiedad terminol¨®gica. El espect¨¢culo es poco edificante.
El centro es un t¨¦rmino pol¨ªtico equivoco en las democracias de Occidente. Podr¨ªa tener un cierto sentido geom¨¦trico, por su equidistancia del socialismo marxista y del puro neocapitalismo. Por eso en Europa hay gradaciones en la derecha o en la izquierda, pero apenas existe el centro, y s¨®lo como resultado de coaliciones puede ofrecer el centrismo una vigencia efectiva.
En Espa?a la situaci¨®n es distinta. Por razones m¨¢s o menos discutibles, la derecha parece haber quedado sem¨¢nticamente vinculada a los cuarenta a?os de mando del general Franco. No importa que muchos de sus l¨ªderes de la propia derecha -desde Gil Robles y Camb¨® hasta los generales Bautista S¨¢nchez y Aranda- fueran perseguidos por el franquismo, con igual empe?o que los vencidos de la guerra civil. Hoy en Espa?a, con mayor o menor justicia, hay unas definiciones adquiridas de cara a las primeras elecciones de la posguerra: se llamar¨¢ derecha, al conjunto de grupos que aspire a mantener, en la parte m¨¢s amplia posible el sistema de intereses, poderes, valores y h¨¢bitos colectivos del franquismo. Y se llamar¨¢ izquierda al conjunto de fuerzas que desde unos planteamientos te¨®ricos marxistas aspire a confirmar, ex novo, un nuevo modelo de sociedad.
De este planteamiento surge entonces una legitimaci¨®n real del centro pol¨ªtico.
Una coalici¨®n electoral de centro se delimitar¨ªa por su prop¨®sito de ocupar el espacio que existe entre el mantenimiento de un franquismo reconstituido y la alternativa revolucionaria de un sistema de econom¨ªa socialista. Pero una parte de la derecha liberal de este pa¨ªs y una porci¨®n no menor de los llamado socialdem¨®cratas cree que el Estado heredado del franquismo no es retocable, sino que debe ser cambiado por otro radicalmente distinto basado en el sufragio universal, la pluralidad de partidos pol¨ªticos y la libertad sindical, peto manteniendo la econom¨ªa de libre concurrencia. Es decir, exactamente aquellos postulados que Franco excluy¨® por nefandos a lo largo de su prolongado mandato. En ellos coinciden ,adem¨¢s con los partidos de la izquierda tradicional. Se diferencian no obstante, en la clientela electoraw sen las opciones concretas de pol¨ªtica econ¨®mica y social, y en los m¨¦todos de aplicaci¨®n. El centro es o puede ser en este sentido oposici¨®n democr¨¢tica, pero garantiza tambi¨¦n un clima de estabilidad en el tr¨¢nsito pol¨ªtico.
La opci¨®n centrista es hoy en Espa?a una compleja suma de derechismo civilizado, oposici¨®n al franquismo, franquismo decepcionado y progresismo liberal. El frente que comienza a trazarse puede concitar una enorme fuerza electoral o una gigantesca desilusi¨®n.
La oferta del centro puede resumirse as¨ª: imaginaci¨®n para salir de la crisis econ¨®mica sin cambubsb¨¢sico de estructuras; ruptura mental con el franquismo; rechazo de toda. democracia limitada, al estilo del PRI mexicano o del fenecido caetanismo; y un cierto h¨¢lito de progresismo social, traducido en pactos sociales y reformas decisivas, como la del divorcio.
La Alianza de centro aspira as¨ª a rentabilizar el voto de las clases medias, los profesionales j¨®venes, las mujeres emancipadas y los empresarios neocapitalistas. No trata de absorber la representaci¨®n obrera ni los restos ortodoxos del franquismo, ya representados claramente ¨¦stos por una Alianza de corte continuista. El centro se configura as¨ª como una operaci¨®n de ¨¦xito, con la probable simpat¨ªa de una parte del Gobierno Su¨¢rez, y con s¨®lo el nubarr¨®n de los partidos del Equipo Dem¨®crata Cristiano, al parecer renuentes a entrar, por ahora, en la operaci¨®n centrista.
Mientras tanto, aumentan las perspectivas de unidad de los partidos socialistas y_es previsible que ¨¦stos lleguen a las elecciones en un bloque compacto que les permita aspirar a una representaci¨®n, probablemente minoritaria pero en cualquier caso muy significativa. Quedar¨ªa a su izquierda un partido comunista fuerte y organizado, pero a quien todos los hor¨®scopos dan un porcentaje de votaciones todav¨ªa escaso, y otros grupos menores, a la izquierda del PCE, que dif¨ªcilmente podr¨¢n aspirar a alg¨²n esca?o -dando origen probable a un fen¨®meno similar al de la izquierda extraparlamentar¨ªa europea-. Se?alando que su propia debilidad electoral no significa que se les niegue sus derechos, se les persiga ni se les confunda con los terroristas.
El centro electoral que ahora se crea puede aspirar razonablemente al Poder, sobre todo si llega a un acuerdo con el Equipo Dem¨®crata Cristiano. Puede garantizar un equilibrio democr¨¢tico en nuestro pa¨ªs, un respeto real a los derechos de todos los partidos y una estabilidad en medio de la profunda reforma que la democracia implica.
Pero no debe obnubilarse: no debe comportarse como un partido, pues es la alianza de muchos partidos, ni debe arrogarse representaciones sociales esp¨²reas, pues no ser¨¢ nunca una formaci¨®n de la clase obrera. El centro es una buena operaci¨®n electoral, nada m¨¢s ni nada menos. A la que la derecha progresista y la izquierda conservadora podr¨¢n votar con la conciencia tranquila. No es poco. Y as¨ª la izquierda real ganara el tiempo necesario para ser fuerte sin necesidad de esconderse por las alcantarillas y hasta llam¨¢ndose eso de la leal oposici¨®n al Gobierno de Su Majestad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.