Manuel Angeles Ortiz
La exposici¨®n de Manuel ?ngeles Ortiz es, de alg¨²n modo, reverso o contracanto de la de Carlos Franco, l¨ªneas arriba comentada. La escasa concurrencia comentaba, sin convicci¨®n excesiva, tales, cuales pormenores de lo expuesto, y en el ¨¢mbito de la galer¨ªa flotaba la sensaci¨®n de lo que fue, la poco fiable remembranza del "?Oh!, aquellos tiempos! ?.Tiempos aquellos del Dome parisiense, en que espa?oles y m¨¢s espa?oles hac¨ªan suyos los dimes y diretes de la vanguardia cubistal convertida en academia, apenas vio la luz, e iban asegurando, poco a poco, una respetable clientela, sin terminar de digerir aquel cuadro de Picasso que a todos los contertulios se les atragant¨®, all¨¢ por los a?os veinte.
Manuel ?ngeles Ortiz
Galer¨ªa Juana Mord¨®.
Lejana, anclada en.la tarde de un ayer sin posible retorno, enteramente confiada a un anecdotario que se fue como el humo, la otrora alegre tertulia del Dome se hac¨ªa imposible de resucitar en los locales de la galer¨ªa madrile?a. Tambi¨¦n ha cambiado Id clientela. S¨®lo queda, perseguido como un sueno, el contumaz aliciente de aquel cuadro picassiano, impo sible de reproducir.
Perseguido e inalcanzable como un sue?o (?Hasta en sue?os te me has negado -dir¨ªamos con Ezra Pound- y s¨®lo has tenido a bien enviarme a tus doncellas?), el cuadro de Picasso embarga,sin resquicio, telas y bastidores de las recalcitrantes figuras que ahora-nos ofrece Manuel ?ngeles Ortiz. All¨ª, en un ¨¢ngulo de l¨¢ exposici¨®n, est¨¢ el esquema picassiano en que el pintor jienense-grariadino quiere apoyar sus obstinadas metarnorfosis. No, no oculta el .pintor- la fuente originaria, el obsesivo alicientede sus actuales criaturas. Hecha excepci¨®n de cuatro o cinco lienzos en que laten las ense?anzas de Jacques Vilion, y un ¨²ltimo testimonio de sus reiterativas casas granadinas, la reiteraci¨®n se recrudece en la serie interminable de unas cabezas femeninas, organizadas a modo- de retablo y destinadas a exprimir la obstinaci¨®n de una metamorfosis.
Obstinaci¨®n. Tal es el t¨¦rmino clave a la hora de afrontar las ac tuales criaturas de Manuel ?ngeles Ort¨ªz y la complexi¨®n entera de su oficio. Que un hombre que ha ex cedido los ochenta a?os incida y reincida en lavigencia de un sue?o adolescente, es virtud encomiable no pareciendolo tanto el que su incansable empe?o se cebe en la repetici¨®n de una cabeza en forma de granada, con la sola alternancia del color.
Babelia
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