Fiesta
Una vez me invit¨® I?igo a su programa Fiesta, en Florida, y aquello estaba entre taller de chapister¨ªa y el Teatro Chino de Manolita Chen, porque los electricistas andaban entre los famosos, como debe ser.Cada vez que veo Fiesta, por el aparato o in person (Delibes dice el invento, porque Delibes, como Pl¨¢, posa de paleto, aunque ambos son paletos universales), cada vez que veo Fiesta, dec¨ªa, tengo la idea m¨¢s clara de que ya s¨¦ lo que es.
-?Y qu¨¦ es, amog? -quiere saber Nadiuska, que ha terminado la campa?a de los calzoncillos y se prepara para una de ligas de caballero.
-Pues bien, mis queridos caraque?os, Fiesta es el pa¨ªs, o sea el Estado espa?ol, Espa?a que dec¨ªamos antiguamente. El pa¨ªs es como Fiesta. Un sitio adonde s¨®lo puedes ir si te llaman, y adonde s¨®lo sales si te enchufa el foco, seg¨²n el precepto evang¨¦lico de que muchos son los llamados y pocos los elegidos. Porque otra cosa no seremos, pero evang¨¦licos los que m¨¢s.
I?igo ha tenido el talento de hacer un programa que es la alegor¨ªa viva del pa¨ªs. En la primera selecci¨®n te llaman, en la segunda te enchufan y en la tercera hablas, si I?igo te pregunta. O sea como la democracia org¨¢nica de antes. La inmensa mayor¨ªa silenciosa se queda fuera, porque I?igo no la convoca nunca. Luego, entre los invitados, est¨¢n los que tienen derecho a foco y los que no tienen derecho a foco, que son los m¨¢s, aunque hay alg¨²n desconocido que chupa foco del que le echan al famosuelo de la mesa de al lado. Digamos que los invitados son algo as¨ª como los procuradores en Cortes de Fiesta y de entre los invitados, los enchufados por el foco y entrevistados por I?igo son ya como directores generales. Los ¨²nicos espa?oles con derecho a ronear un poco ante el personal y largar un rato, sin pasarse. I?igo le ha dado a su programa la estructura piramida! de la democracia org¨¢nica.
El est¨¢ en lo alto de la pir¨¢mide, dej¨¢ndose retocar el maquillaje por la maquilladora, que es como una sacerdotisa del fuego sagrado de la tele.
Pero no es cr¨ªtica de televisi¨®n lo que estoy haciendo, sino cr¨ªtica estructural de la Historia, que es lo m¨ªo, y pienso que Espa?a era una fiesta, hasta hace poco tiempo, y lo sigue siendo mientras la democracia no pase entre nosotros, ni?a err¨¢tica y desnuda, como la primavera de Juan Ram¨®n.
Aqu¨ª sabemos lo que piensan unos cuantos, que son los que hablan. Casi siempre los mismos. Es lo que dicen del amor los ligones del Gij¨®n:
-No es que en este pa¨ªs se haga el amor, sino que siempre lo hacen los mismos.
Bueno, pues tampoco es que no haya democracia, sino que siempre hacen democracia los mismos. Los dem¨¢s hacemos de mayor¨ªa silenciosa, pueblo fiel y extras, como en las comedias de Lope y las superproduciones del extinto Samuel Bronston.
En Fiesta, I?igo suele preguntar a Sarit¨ªsima, a Manolo Otero y a Gloria Estrada. Lo dem¨¢s es silencio. Hay un gran c¨ªrculo de silencio, conc¨¦ntrico a los que tienen voz, y luego otro gran c¨ªrculo de silencio y sombra, conc¨¦ntrico al primero, que es ya el pa¨ªs todo.
En las revistas, en los peri¨®dicos, en las conferencias, hablan unos cuantos, tambi¨¦n los mismos siempre, de la derecha, de la izquierda y del centro, desde Santiago Carrillo a Nacho de Noche, pero el pueblo no habla nunca ni nadie le pregunta nada. Habla, pueblo, habla. Pero Fraga, un suponer, no necesita de canciones. No necesita una canci¨®n que diga Habla, Fraga, habla. El mismo es un long-play que no cesa.
Me llama Moncada para hablar de la mujer. Me llama Salom para hablar del divorcio. Me llaman del Ateneo de El Tiemblo, que es una empresa muy bonita. Me llaman del colegio mayor ese que llaman siempre. Tentado estoy de decir a todo que no. Porque aqu¨ª hablamos siempre los mismos, como en Fiesta. Nos echan el foco siempre a los cuarenta principales. ?Y el personal, lo que se dice el personal? A ver cu¨¢ndo habla el personal.
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