La autoridad moral y la habilidad "pol¨ªtica"
No dir¨¦ que fui el primero -no soy tan literalmente disc¨ªpulo de Ortega que le imite en su gusto por las precisiones a este respecto-, pero s¨ª uno de los primeros, y precisamente en el primer art¨ªculo de, colaboraci¨®n que escrib¨ª para EL PAIS, ?El intelectual y la vigilancia de la vigilancia?, en hacer ver las posibilidades positivas del Gobierno Su¨¢rez, que por entonces era generalmente juzgado como un grav¨ªsimo paso atr¨¢s. Mi lema fue en aquella ocasi¨®n: ?H¨¢gase el milagro ... ?, ciudadano, sin embargo, de precisar, claro, que llamar diab¨®lico a Su¨¢rez, hasta como, elogio,ser¨ªa desproporcionado.Pero, evidentemente, Adolfo Su¨¢rez no es un ?santo? de la democracia. En el mejor de los casos, un repentino converso a ella. Carece, por tanto, de toda autoridad moral para implantarla,y lo sabe muy bien; por eso en ning¨²n momento intenta jugar, tal baza. Pero ha sido designado para implantar la democracia en Espa?a, siguiendo la l¨ªnea a ¨¦l m¨¢s adecuada: sumamente ?considerada? para la derecha, h¨¢bil, negociadora, llena de concesiones a derecha e izquierda, a esta ¨²ltima siempre m¨¢s verbales que reales. As¨ª se ?persuadi¨®? a consejeros del Reino y procuradores en Cortes. Tras los (pseudo) tecn¨®cratas han venido los j¨®venes pragm¨¢ticos de aire modesto y jovial, de buenos, sencillos modales (ni a lo Fraga, ni a lo Areilza, respectivamente). Los que, llegados al uso de raz¨®n cuando Espa?a hab¨ªa sido ya m¨¢s o menos vergonzosamente readmitida en Occidente, se dieron de alta en la Falange o en el Opus Dei (o en los dos a la vez, para ganar por los dos lados), no movidos por extra?os entusiasmos m¨ªsticos, sino por tratarse de las dos mejores v¨ªas de acceso al poder. Tampoco era mala -la historia del franquismo lo demuestra- la cat¨®lico-propagand¨ªstica, y dentro de ella los agrupados bajo el nombre colectivo ?T¨¢cito?, que revela bien -no s¨¦ si sin querer o deliberadamente- el tacitismo de corto vuelo de sus componentes, prudentemente iniciaron, a la vez que lajerarqu¨ªa eclesi¨¢stica -curiosa coincidencia- el despegue del franquismo. Y todos ellos calcularon bien. Por ahora, nadie excepto ellos, nadie limpio de franquismo posee la menor parcela de poder y, con suerte, igual ocurrir¨¢ despu¨¦s de las elecciones.
Aunque a los de la democracia como moral no nos guste la manera, debemos reconocer que, sentado el presupuesto de evitar a toda costa cualquier ruptura, de lograr la evoluci¨®n desde el franquismo sin soluci¨®n de continuidad, se est¨¢n llevando las cosas h¨¢bilmente. Claro est¨¢ que todo tiene su precio, y que hay que pagarlo. El ¨¦xito de la habilidad, cuando ¨¦sta es la otra cara de la debilidad o falta de autoridad ¨¦tico-pol¨ªtica, tambi¨¦n. El piteciofinal es que los franquistas nos sigan gobernando, representando desde ahora y, por supuesto, luego, el papeI de dem¨®cratas.
El precio intermedio tambi¨¦n lo conocemos, porque lo hemos padecido durante la ?semana tr¨¢gica?. Pero tambi¨¦n aqu¨ª el Gobierno se est¨¢ situando ya en las v¨ªas de arreglo seg¨²n su estilo. Lo que se propone otra vez es ?persuadir? ahora al fascismo -?internacional?, claro- de que lo que est¨¢ haciendo ?es peor que un crimen, es una equivocac¨ª¨®n?, de que el pueblo y el Ej¨¦rcito espa?ol no van a caer en la trampa. El dejarse persuadir exige, claro, una contrapartida de seguridades, y en eso se est¨¢. Escribo este art¨ªculo en la tarde del d¨ªa,11. El editorial de EL PAIS de esta ma?ana me hizo sonre¨ªr por su sancta simplicitas, por su ingenuidad democr¨¢tica. No, no se trata de viejos reflejos franquistas?. Se trata simplemente -o tacitistamente- de cubrir una retirada. O, dicho de otro modo, de que el pueblo espa?ol no llegue a saber en detalle lo que la izquierda espa?ola ha intuido globalmente muy bien desde el principio. De que el pueblo espa?ol siga sin enterarse de nada m¨¢s que de lo que se dice por RTVE.
Es de esperar que el descubrimiento -al que estamos asistiendo pasar¨¢ a la historia con el nombre v¨ªa espa?ola (o v¨ªa no s¨¦ bien a¨²n si ?suarista? o ?suareciar¨ªa?) a la democracia. Es de esperar que, despu¨¦s de las grandes realizaciones del franquismo, sin igual en ¨¦l mundo entero, como es sabido, ¨¦staa la vez su superaci¨®n y culminaci¨®n, su coronaci¨®n, ser¨¢ otro motivo m¨¢s de orgullo para la Espa?a contempor¨¢nea. Ahora va, eso por lo menos ya est¨¢ logrado, con menor triunfalismo de expresi¨®n.
Por supuesto, los puristas de la democracia, los rupturistas -si es que quedan; por lo menos, entre los partidos legalizables parece que no- y no digamos los revolucionarios, har¨¢n una valora ci¨®n muy diferente del actual ?proceso. democr¨¢tico?. En cuanto a m¨ª, repito lo que escrib¨ª en aqu¨¦l art¨ªculo al principio citado. Vigilo y constato que segui mos dentro de una situaci¨®n es tructuralmente inmoral, en la cual lo ¨²nico que importa son, pragm¨¢ticamente, los frutos. Ojal¨¢ el mal camino -incierto, turbio, ?reservado?- termine en un final feliz para la democracia. Lo que de ninguna manera es se guro y, de lograrse, ser¨¢ por una conquista del pa¨ªs. Pero pseudodemocracia parece que s¨ª tendremos. Que es lo que se trataba de demostrar.
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