Todos juntos y en uni¨®n
El economista, aparentemente de derechas, que hablaba en un coloquio de empresarios y l¨ªderes pol¨ªticos convocado para ver si se arreglaban las cosas, fue leal con su filosof¨ªa paternalista y dirigista.El distinguido economista dijo que hab¨ªa que ser equitativo con la peque?a y la mediana empresa; que hab¨ªa que integrarse en Europa, y que hab¨ªa que promulgar una amnist¨ªa para los defraudadores del fisco y los exportadores clandestinos de capital. Naturalmente, no dijo qu¨¦ medidas tomar¨ªa para que la cosa no volviera e empezar.
Propugn¨® luego un impulso de la demanda global, un seguro de paro completo y un control (sic, un control, no una erradicaci¨®n) ?de las corruptelas y abusos de la Seguridad Social?. Estar¨ªa dispuesto a elevar el salario m¨ªnimo, las pensiones y los precios de los productos agr¨ªcolas, ya que, por lo visto, aunque son los precios m¨¢s altos del mundo, no son remuneradores para los se?ores clientes potenciales del distinguido economista de derechas. Imperturbable, despu¨¦s de elevar todo esto, el economista se puso a luchar contra la inflaci¨®n, mejorando la capacidad productiva e impetrando la austeridad de los grupos privilegiados que lo estaban escuchando.
SOLOSANCHO
Grupo AFE
Pidi¨® despu¨¦s mejoras en la estructura de todo y la nacionalizaci¨®n de nada. Para tapiar una posible brecha de progreso, expuso que la universidad deb¨ªa regularse como una empresa p¨²blica, ?con responsabilidad de gesti¨®n y criterio de centro de trabajo?.
En el mismo coloquio intervino otro distinguido economista , aparentemente de izquierdas. Fue tambi¨¦n un prodigio de precisi¨®n y consecuencia. Coincidi¨® con su colega de derechas en que era necesaria una reactivaci¨®n, pero no global, sino selectiva. Este economista, seguidor convicto del l¨ªder dem¨®crata se?or Garrigues, quiso luego liberalizar todo, la peseta, la industria, la importaci¨®n y los tipos de inter¨¦s. Con lo que, naturalmente, se dej¨® notar el des¨¢nimo empresarial en la reuni¨®n.
Ahora bien, la primera prioridad de este economista parece ser la lucha contra el fraude fiscal, que es, como puede esperarse, una de las grandes preocupaciones de los potentados espa?oles. Vino a decir que la sociedad espa?ola es una sociedad bajita, pero con muy mala uva, por que unos tienen casi todo y otros casi nada, y que esto no pod¨ªa ser, porque en Suecia no es as¨ª. El distinguido economista de izquierdas -porque esto es ser de izquierdas- no explic¨® por qu¨¦ sus democratisimos amigos no hab¨ªan hecho ya alg¨²n esfuerzo para aumentar a recaudaci¨®n del impuesto de la renta, lo que les ser¨ªa f¨¢cil, con lo que ganan, y se abstuvo de pedir un peque?o art¨ªculo en el C¨®digo Penal que ataje el vidrioso problema.
O sea, que as¨ª estamos. Los economistas comunistas hablan como los jefes de centuria de antes, y los economistas de derechas hablan como un sindicalista ingl¨¦s. Luego resulta que sus opiniones coinciden entre s¨ª y con las de un distinguido banquero.
Todo esto es alarmante. No ya por el barullo mental, la inconsecuencia la argucia electorera encubierta malamente por este tipo de manifestaciones, sino, m¨¢s profundamente, porque revelan una desconfianza radical en el sistema de partidos y un cierto desprecio por el electorado. Se puede ver, sin poner excesiva mala voluntad en la lectura, que todos los opinantes quieren decir todo y lo mismo, mientras que en la propia l¨®gica del sistema de partidos est¨¢ que unos piensen y pretendan unas cosas y otros otras, frecuentemente contrarias. As¨ª debe ser, adem¨¢s, para que el electorado pueda elegir, y para que el juego democr¨¢tico prod¨²zca la selecci¨®n y el agrupamiento de ideas y personas necesario para que la naci¨®n marche por un camino intermedio, igual que un m¨®vil avanza seg¨²n una resultante diagonal al ser arrastrado por fuerzas divergentes. Lo que se oculta, detr¨¢s de este acuerdo ficticio y deesta confusi¨®n querida, es un deseo de usurpar la posici¨®n del contrario, de sustituirlo, de suprimirlo, en el plano dial¨¦ctico por lo menos.
Habr¨ªa que hacer un esfuerzo por la disciplina y por la coherencia. Si un economista, comunista quiere cortejar a la peque?a empresa y al gran latifundio, y si un economista de la alta burgues¨ªa trata de suprimir el fraude fiscal, lo mejor ser¨ªa que ambos cambiaran de ideas o de partido.
Porque, si no, el pueblo, con toda la raz¨®n nos va a mandar a la porra a todos juntos en uni¨®n.
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