La casa de los ruidos
Me cuenta Pitita que ha estado en la casa de los ruidos, en plan para psicolog¨ªa, y que se mueven los objetos y tiemblan los cristales.-A lo mejor es de fr¨ªo, Pitita. Los pobres pasan mucho fr¨ªo.
No. Aquello est¨¢ construido encirna de unas' trincheras de cuando la guerra, y hay esqueletos debajo de la casa. Tenemos la explicaci¨®n parapsicol¨®gica, la explicaci¨®n municipal y la explicaci¨®n materialista de la Historia.
?T¨² por cual te decides? -me dice Pitita.
Yo paso. Pero si en uno de los pisos de la madrile?a casa de los ruidos resulta que hay una enferma del coraz¨®n, un hombre, que est¨¢ muy malo y un ni?o recogido de no s¨¦ d¨®nde, yo creo que lo primero tendr¨ªamos que llevarnos a esa gente a un siti¨® decente, hacerles un poco de justicia social, darles un caf¨¦ caliente, que a lo mejor no lo prueban desde que ha subido, y luego ya empezar¨ªamos con el, m¨¢s all¨¢, que es una cosa que siempre va para largo.
Nadiuska est¨¢ enfadada con una revista. y Ans¨®n la quiere sacar en la tele para que lo cuente. A m¨ª me gustar¨ªa llevar a Nadiuska a la casa de los ruidos como los americanos llevaban a Marilyn Monroe a Corea, Para quitar el miedo al personal. Viene Mary Francis, me da dos besos y dice que est¨¢ muy enfadada conmigo por un art¨ªculo donde trataba de laja?. No ha entendido nada. Me lo dijo el poeta Vicente Huidobro en lo alto de la Telef¨®nica, cuando vino a Madrid, antes de la guerra, para convertirnos a todos al ultra¨ªsmo:
-Mi novia era tan hermosa que no sab¨ªa hablar.
Bueno, pues Mary Francis es tan hermosa que no sabe leer un art¨ªculo m¨ªo. A Mary Francis tambi¨¦n quiero llevarla a la casa de los ruidos para distraer a los vecinos en esta guerra contra el m¨¢s all¨¢, que par¨¢ m¨ª sigue siendo una guerra contra la miseria, el hambre, el abandono y las casas mal construi-. das.
-La casa de B¨¦lmez, donde salen las caras, tambi¨¦n est¨¢ construida sobre cad¨¢veres -me dice Pitita.
Ya de madrugada, Carlos Montero, gran guitarrista argentino, nos canta tangos a Jos¨¦ Alberto Santiago, a Eladio Caba?ero, a Juan Pedro Qui?onero y a m¨ª. La po¨¦tica del arrabal toma en Argentina la forma del tanto, y en Espa?a, la forma del sainete. Pero es una po¨¦tica encubridora que est¨ªli za la miseria de los barrios platea dos por la borgiana luna de en frente o la madrile?a luna tosca y redonda de Carabanchel. Ni literatura ni parapsicolog¨ªa. Lo que necesitan los pobres es justicia social.
-S¨ª, ?pero los ruidos? -dice el quiosquero.
Lo dijo el Galileo: ?Si no hablase yo, hablar¨ªan las piedras.? Como nadie habla de la miseria que hay todav¨ªa en Madrid, de la gente que vive a solas con su enfermedad en una habitaci¨®n de suburbio, de lo mal qu¨¦ se construyen las casas para los cebreros y de lo poco que se reparte la inflaci¨®n de la peseta, pues resulta que hablan las piedras y los cimientos de la casa de los ruidos.
-?Es que usted no cree en el duende?,
Creer¨¦: en el duende cuando empiece a haber ruidos misteriosos y duendes, en el Centro Col¨®n, en el edificio de Rumasa, en la Torre de Valencia. Los duendes es que la tienen tomada con los pobres, y a esos du¨¦ndes yo les llamo de otra manera.
Diego Bard¨®n me cuenta que se va a vivir a Extremadura porque le persigu¨¦n los duendes. El duende de imprenta ha sacado a Cristo crucificado, en Don Bal¨®n, con cara de Cruyff. Detr¨¢s de los duendes hay siempre un se?or con mala sombra. Dec¨ªa Rub¨¦n que la mejor musa es la.de carne y hueso. Los peores duendes son los de carne y hueso. Se llaman explotadores.
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