Las trece coIonias
Cuando despu¨¦s de la Declaraci¨®n de Independencia de 1776 se re¨²nen, en la lengendaria Convenci¨®n de Filadelfia de 1787, los representantes de las trece colonias que dar¨¢n lugar a los Estados Unidos de Am¨¦rica, su objetivo era claro: establecer un pacto por escrito que permitiera la convivencia pol¨ªtica de todos los ciudadanos y asegurase un proyecto com¨²n de vida independiente, libre y democr¨¢tica. El pacto cristalizar¨ªa en una constituci¨®n que, con todas las limitaciones que se quiera, sigue estando vigente casi dos siglos despu¨¦s de su redacci¨®n. Una de las razones de esta singularidad hist¨®rica, que convierte al texto americano en la primera y m¨¢s antigua de las constituciones actualmente en vigor, salvo el peculiar caso brit¨¢nico, reside probablemente en el acierto de haber sabido encontrar en su momento una soluci¨®n satisfactoria en los dos problemas m¨¢s decisivos con que se enfrentaban los padres fundadores de la naci¨®n americana: la forma de Gobierno y la forma de Estado. El acierto lleg¨® incluso hasta el l¨ªmite de convertirse en una verdadera invenci¨®n dentro del contexto de la ¨¦poca.Por una parte, se invent¨® la forma republicana, en sentido moderno, de Gobierno. En el mundo de ese tiempo lo predominante era la Monarqu¨ªa y, sin embargo, se opt¨®, excepto alguna tendencia minoritaria que preconizaba la conversi¨®n en rey de George Washington, masivamente por la firma republicana presidencial. Por otra, se invent¨® asimismo un sistema de Estado que reconoc¨ªa la personalidad de cada antigua colonia por medio de la uni¨®n de todas ellas en un conjunto arm¨®nico: se al¨²mbr¨® as¨ª el sistema del Estado federal. Desde entonces, con excepci¨®n de la ¨²nica sombra de la crisis de la guerra de Secesi¨®n, ambas vertientes del sistema pol¨ªtico americano se han consolidado de tal manera que se han convertido en parte del acervo esencial de la naci¨®n estadounidense. A partir de esa fecha se han sucedido muchas cosas en nuestro planeta: hubo revoluciones de todos los signos, se idearon t¨¦cnicas que han permitido llegar al hombre a la Luna, la medicina dio pasos de gigante, la intercomunicaci¨®n entre los pa¨ªses ha llegado a ser ampl¨ªsima, se descolonizaron tierras que se convirtieron en Estados soberanos, se perfeccion¨® el arsenal jur¨ªdico de los pueblos, surgieron Estados socialistas, se fund¨® la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas. En definitiva, aunque tambi¨¦n con su lado sombr¨ªo repleto de tristes secuelas, el mundo dio muchas vueltas.
JORGE DE ESTEBAN
Director: Renato Fasano. Obras de Vivaldi, Geminiani, Corelli, Paisiello, AIbinoni, Pergolese y Scarlatti. D¨ªas 21, 22 y 23.
Pero he aqu¨ª que, en un peque?o pa¨ªs europeo, el cual precisamente fue el engendrador de la epopeya que dio lugar al nacimiento de las naciones en el Nuevo Mundo, se plantea, dos siglos despu¨¦s, un problema semejante al de las trece colonias americanas: es necesario crear un pacto que posibilite la convivencia pac¨ªfica de un pueblo que, tras cuarenta a?os de sumisi¨®n pol¨ªtica, intenta acceder a su. independencia libre y soberana. En otras palabras, la hora de nuestro pa¨ªs es la misma que la de esas trece colonias de 1787. Nos encontramos ante la convocatoria de unas inmediatas elecciones a Cortes Constituyentes, cuya misi¨®n pr¨ªstina es lograr una Constituci¨®n cimentada en un pacto nacional que sea susceptible de sacarnos definitivamente del vaiv¨¦n hist¨®rico de pasos de borracho sufrido durante un per¨ªodo de casi dos siglos. Y, curiosamente tambi¨¦n los dos puntos m¨¢s decisivos con que nos enfrentamos hoy, dejando de lado, por supuesto, otros asimismo importantes, son los de la forma de Gobierno y la forma de Estado. El acierto americano consisti¨® principalmente en que en el momento de llegar a la Convenci¨®n de mayo de 1787 para emprender sus trabajos, los distintos representantes estaban ya t¨¢citamente preparados para el acuerdo sobre ambas cuestiones, que todav¨ªa se presentaban difusas. El desastre espa?ol podr¨ªa ser que los representantes que accedan a las Cort¨¦s, posteriormente a las elecciones de junio, no concurran con ese esp¨ªritu de concordia y comprensi¨®n mutua.
En efecto, podemos se?alar ya que las fuerzas de centro -aunque no todas- y de derecha, en su inmensa mayor¨ªa, reivindican claramente la forma mon¨¢rquica de Gobierno para el futuro espa?ol, mientras que las de izquierda todav¨ªa siguen haciendo bandera de su republicanismo. Al mismo tiempo, las izquierdas, casi en mayor¨ªa, y algunas centristas, desean la forma federal del Estado espa?ol para el porvenir, mientras que las fuerzas de derecha, y muchas de centro, no acaban de asimilar (en bastantes casos, habr¨ªa que decir no empiezan) el ?espantajo? sem¨¢ntico de la f¨®rmula federal o similar. Existe, pues, un peligro tangible de que en caso de que no se llegue a un acuerdo o consensus sobre estas materias explosivas, las pr¨®ximas Cortes se aproximen lo m¨¢s posible a lo que fue la Torre de Babel.
La cuesti¨®n me parece clara: resulta absolutamente imprescindible la creaci¨®n de un pacto constitucional mayoritario en el pa¨ªs, representado por las distintas fuerzas pol¨ªticas, para contar en las Constituyentes con un camino trillado que facilite ponerse de acuerdo r¨¢pidamente sobre tan espinosos problemas. Una de las constantes de nuestra accidentada historia constitucional ha radicado en el deseo de imponer, mediante la fuerza, la visi¨®n pol¨ªtica parcial de un sector de la sociedad a los restantes. Dicho de otra forma: nuestras Constituciones no han logrado arraigar en nuestro suelo porque no eran pactos, sino imposiciones repletas de una determinada coloraci¨®n ideol¨®gica que se hac¨ªa literalmente ?tragar? a los contrincantes. Pues bien, esto es justamente lo que hay que evitar a toda costa en esta evidente oportunidad hist¨®rica. Es ya un t¨®pico indicar que el conjunto de nuestro pueblo no est¨¢ por los extremismos y que, bien al contrario, desea un sistema democr¨¢tico similar al de otros pa¨ªses occidentales. As¨ª, si el marxismo manifiesta que para la aparici¨®n de la revoluci¨®n es necesaria la concurrencia de condiciones objetivas, por un lado, y subjetivas por otro, podr¨ªamos servirnos de tal f¨®rmula en lo que respecta a la democracia que se aspira entre nosotros.
Por lo pronto, debemos convenir en que por vez primera en nuestra historia, a pesar de coyunturales peligros econ¨®micos o conspiratorios, asistimos a la existencia de unas condiciones objetivas v¨¢lidas y suficientes para implantar la democracia. S¨®lo quedan, por tanto, las subjetivas, cuya base decisiva pasa por el acuerdo, entre las distintas fuerzas pol¨ªticas representantes del pueblo, sobre los dos puntos mencionados. Unicamente mediante el sentido com¨²n, las negociaciones y una actitud consistente en ceder cada uno en sus respectivas posiciones, ser¨¢ factible la consecuci¨®n y consolidaci¨®n de un documento constitucional aceptado y respetado por todos.
?C¨®mo es posible arribar a este puerto, para algunos, ut¨®pico? Volvamos a uno y otro problema. Respecto a la forma de Gobierno, las izquierdas deber¨ªan aceptar sin discusi¨®n que, siempre que haya hechos demostrativos por parte de la Corona, la Monarqu¨ªa es susceptible de cobijar un sistema plenamente democr¨¢tico -y hasta limitadamente socialista- como ocurre en otros pa¨ªses europeos. Y las derechas, puesto que incluso reconocen ya mayoritariamente la necesidad del reconocimiento del hecho regional, deber¨ªan llegar al punto de perder ese miedo sem¨¢ntico a la palabra ?federal?, para empezar a hablar del mayor o menor alcance de su contenido, despojado de toda connotaci¨®n emotiva, puesto que a la larga autonom¨ªa, regionalismo o federalismo significa sustancialmente lo mismo disfrazado con palabras diferentes. Unas y otras podr¨ªan basar esa mutua aceptaci¨®n en el acuerdo de que en la futura Constituci¨®n se regulara, mediante procedimientos m¨¢s o menos r¨ªgidos que fueran un freno a los cambios de humor pol¨ªticos de futuros parlamentos, la posibilidad de cambiar, siguiendo la v¨ªa constitucional, tanto la forma de Gobierno como la del Estado, si as¨ª llegara a desearlo y solicitarlo el pueblo a trav¨¦s del refer¨¦ndum. Quedan pocos meses ya para que se levante el tel¨®n: ?ser¨¢ posible que en Espa?a, como ocurri¨® con las trece colonias americanas, podamos ver una Constituci¨®n de todos y para todos?
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