Lucebert y la "A" de COBRA
Puede una exposici¨®n de dudosa calidad o mediocridad comprobable dar pie, por la sola oportunidad de su entronque hist¨®rico-geogr¨¢fico, a la glosa objetiva de una empresa de altos vuelos. Tal parece el caso de la que por estos d¨ªas ofrece en Madrid el holand¨¦s Lubertus J. Swaaswijk, rebautizado (¨¦l sabr¨¢ por qu¨¦) Lucebert, a secas, como muy de altaner¨ªa son los vuelos del grupo COBRA, al que nuestro expositor se vio vinculado desde fecha fundacional y en su propia tierra de origen.Si en los Pa¨ªses Bajos medraron los m¨¢s y mejores prop¨®sitos del abstraccionismo constructivista (el arte, nada menos, de Mondrian Van Doesburg, Vantongerloo...) de ellos hab¨ªan de dimanar tambi¨¦n las fuentes del abstraccionismo expresionista a la europea, y su conexi¨®n (a trav¨¦s del holand¨¦s De Kooning) con el abstraccionismo norteamericano, y su encuentro con el antecedente expresionismo n¨®rdico-alem¨¢n, y su parentesco con el informalisma primordialmente franc¨¦s, y la justa medida entre figuraci¨®n y no-figuraci¨®n.
Lucebert
Galer¨ªa Juana Mord¨®.Villanueva, 7.
Expresionismo. Tal la palabra clave, la que, acu?ada en Alemania antes de la primera guerra mundial, volver¨ªa insistentemente a repetirse, tras la segunda, en Europa y Am¨¦rica, y dejar¨ªa honda huella en el grupo holand¨¦s de Los experimentales, germen genuino de COBRA, cuyas filas y alcances hab¨ªan de revestir un car¨¢cter aut¨¦nticamente internacional, sugerentemente impreso en las siglas de su denominaci¨®n: CO, de Copenhague, BR, de Bruselas; A, de Amsterdam.
El puente
Mejor que de posguerra, cabe decir que fue de entreguerra el primer expresionismo, el nacido en Alemania con la d¨¦cada inicial del siglo, y extendido, a contar de 1918 a modo de puente entre la anteguerra, la guerra y la posguerra, m¨¢s de vac¨ªo que sus tristes consecuencia hab¨ªa dejado en la sensibilidad de vencidos y vencedores. No en vano sus fundadores dieron al naciente grupo el nombre de Br¨¹cke (el puente), imprimiendo en ¨¦l un s¨ªmbolo de fe y continuidad en el auge de nuevas generaciones.Otro tanto cabe decir, en cuanto al car¨¢cter expresionista y postb¨¦lico de COBRA. ?Pasada la guerra -ha escrito Wimsandberg-, me pregunt¨¦ cu¨¢l ser¨ªa la respuesta del arte a la violencia y a los cambios que se hab¨ªan producido en el campo de las relaciones humanas ( ... ). Cuando quise darme cuenta, comprob¨¦ la existencia de un grupo joven que tra¨ªa un mensaje y lo expresaba en un tono nuevo y violento ( ...) Buscaban una nueva forma de comunicaci¨®n, fogosa y decidida. ?
Tras los primeros tanteos holandeses del Grupo experimental, hab¨ªa nacido el COBRA con caracteres an¨¢logos a los que adornaron al expresionismo alem¨¢n y adornar¨ªan a otros muchos movimientos de parecida estirpe, como pudo serlo entre nosotros El Paso: una actitud protot¨ªpicamente revolucionaria, surgida, sin excepci¨®n, tras un proceso b¨¦lico o postb¨¦lico, con el substrato de un trastorno ps¨ªquico, y destinada a la expresi¨®n de los impulsos interiores.
El substrato de un trastorno ps¨ªquico. A estos extremos ci?e Bruno Zevi la constante de los movimientos expresionistas m¨¢s la cadena de una adjetivaci¨®n desmadrada y dif¨ªcil de resumir: impulsividad arrogante y provocadora, brutalidad sin freno, apocal¨ªptica expectativa, febril y arrolladora explosi¨®n, ¨¦pica sedici¨®n antitradicionalista, desesperada instancia de sinceridad, profec¨ªa de una tragedia inminente, grito de protesta de hombres sangu¨ªneos, anonados, pero desesperadamente vitales....
Tres caracter¨ªsticas
?Desesperadamente vitales -proseguir¨¢ Zevi su alocuci¨®n encadenada, r¨ªtmica y fluyente como una letan¨ªa-, enfrentados a todo canon, a todo par¨¢metro est¨¢tico, a todo logaritmo l¨®gico de vida y arte, en nombre de una totalidad, de una reintegraci¨®n espiritual que, fuera de toda norma, postule y ruidosamente describa el fondo y el subfondo del alma...?. Y, junto a esta actitud eminentemente contestataria, la incitaci¨®n, tambi¨¦n, a un nuevo quehacer y el ejemplo de una obra bien hecha.En verdad que el parentesco entre las encendidas propuestas del expresionismo n¨®rdico-alem¨¢n y los afanes fogosos de COBRA (y de cualquier otra corriente de las que venimos llamando de postguerra o entreguerra) incita a un relato igualmente expresionista, aun a sabiendas de que el exceso de consideraciones psicol¨®gicas conlleve el riesgo de relegar la metodolog¨ªa y el hacer...., cual si se tratara de la exacerbaci¨®n subjetivista de unos cuantos exaltados, y no de obras consumadas y bien consumadas.
A las gen¨¦ricas (de conexi¨®n entre el informalismo europeo y el neo-abstraccionismo yanqui, y v¨ªnculo entra?able entre figuraci¨®n y no-figuraci¨®n) cuadran a COBRA como propias estas tres notas singulares: el car¨¢cter internacional del grupo (que se vali¨® del franc¨¦s como lengua oficial), el deseo de extender la nueva expresi¨®n tanto al campo literario como al de la pl¨¢stica (los pintores escrib¨ªan versos, y pintaban los poetas) y el prop¨®sito de hacer una obra en com¨²n, aunque no tardar¨¢n en despuntar los mejores.
Descompuesta la denominaci¨®n a que se atuvo el floreciente grupo, cabe agregar que si fue Asger Jorn el maestro m¨¢s cualificado de la rama escandinava (por no decir que de la n¨®mina exhaustiva de todos los COBRA) y Pierre Alechinsky el m¨¢s significado en la belga, corresponde a Karel Appel (no a nuestro Lucebert) la aportaci¨®n m¨¢s granada de los pintores de los Pa¨ªses Bajos que militaron en esta especie de internacional contestataria o simplemente coherente con el desaliento postb¨¦lico que COBRA acert¨® a aglutinar.
Dado, en fin, que mi comentario atiende, en principio, a la ?A? de Amsterdam, no dejar¨¦ de se?alar que habiendo sido Appel y sus correligionarios holandeses los primeros inductores del grupo, hubieran luego de pechar con la ¨²ltima de las letras de COBRA. Fueron ellos, en efecto, los llamados Experimentales, quienes abrieron el fuego de aquella vanguardia que poco despu¨¦s, y a instancias del poeta Christian Dotremont, hab¨ªan de compartir los pintores belgas y daneses, y emular, entre otros, los espa?oles de El Paso.
Y si por dos veces ha venido a la glosa, de forma indirecta, el nombre de El Paso, vuelva una tercera, y de modo m¨¢s directo, para dejar m¨¢s o menos en claro que la historia del informalismo espa?ol, en ¨¦l ejemplificado, se ha venido urdiendo, por lo com¨²n, al margen de toda for¨¢nea referencia, dando por alegremente espont¨¢nea una floraci¨®n que de hecho contaba con sobrados padres, madres y otros parientes colaterales y afines (a¨²n reconocida la laguna que acert¨® a paliar en nuestra cultura postb¨¦lica).
Un pionero estancado
?Y Lucebert? V¨¦ase su galard¨®n m¨¢s cumplido en el hecho de haber participado, desde sus or¨ªgenes y entre sus m¨¢s genuinos pioneros, en la aventura de COBRA, y su nota m¨¢s peculiar en haber incorporado a su obra, mejor quiz¨¢ que cualquier otro de sus colegas, aquella propuesta de efectiva concordia entre expresi¨®n pict¨®rica y literaria. ?Lucebert -ha escrito Emile Langui- es en realidad un poeta que pinta, que tiene en su activo una docena de excelentes colecciones de poes¨ªas, ilustradas por ¨¦l.?De la exposici¨®n vale decir que, en cuanto que testimonio general de COBRA y de la anticipaci¨®n que supuso la ?A? de Amsterdam, es esencialmente irrelevante o anodina o decididamente mediocre. S¨ªntoma, en todo caso, del prop¨®sito y efecto de conexi¨®n entre el expresionismo precedente y el posterior informalismo, queda en ella una apreciable referencia al rasgo desenfrenado de Kokoschka y a las desarticuladas semblanzas de Dubuffet.
Un pionero, en suma, que se ha visto estancado (a merced de una postguerra sin plazo) en la grotesca mascarada de un expresionismo sin objeto, o apresado en la red, por enmara?ada y agresiva que parezca, de un academicismo como otro cualquiera. En tanto Alechinsky, Appel, y especialmente Jorn, promov¨ªan toda una revoluci¨®n de la forma y de los contenidos, Lucebert nos ofrece en su obra de ¨²ltima hora no m¨¢s que la ocasi¨®n de extender el comentario a un movimiento fundamental en la cuenta del arte de nuestro tiempo.
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