Los teatros nacionales en el futuro
Quienes hayan seguido mis anteriores comentarios en tomo a los teatros nacionales, a sus or¨ªgenes, su pasado y presente, comprender¨¢n, supongo, que yo pida, reclame y exija su radical e inmediata transformaci¨®n. Que se acabe con esta absurda improvisaci¨®n, falta de criterio, planificaci¨®n y perspectiva, y se acometa la puesta en pie de un teatro concebido como servicio p¨²blico y bien de cultura.
Para que este proceso se inicie, sin triunfalismos ni alharacas, es necesario establecer una pol¨ªtica cultural coherente con el proyecto democr¨¢tico que Espa?a reclama. Situar con precisi¨®n qu¨¦ papel juega el teatro en un pa¨ªs moderno e iniciar la marcha para que deje de ser una mercanc¨ªa banal en el zoco de intermediarios y logreros y se convierta en medio de relaci¨®n, comunicaci¨®n, movilizaci¨®n y conocimiento de todo un pueblo que busca su identidad y su futuro libre, independiente y justo. Por supuesto, que una adecuada pol¨ªtica teatral solo es concebible en un marco general administrativo en que la cultura sea considerada como un bien necesario, imprescindible para los ciudadanos, y todo ello se articule en una organizaci¨®n democr¨¢tica coordinada por un Ministerio de Cultura, desde donde puedan propulsarse y reunirse las actividades espec¨ªficas de la cultura como creaci¨®n y difusi¨®n al margen de las tareas educativas.El valor m¨¢s importante de los teatros nacionales en la actualidad, radica en que el edificio es propiedad p¨²blica y no privada. Este hecho, es de capital importancia a la hora de planificar un teatro del sector. p¨²blico libre de las leyes del beneficio y puesto al servicio de las necesidades culturales y pol¨ªticas del pueblo espa?ol. Ninguna iniciativa en este sentido prosperar¨¢ o ser¨¢ un triste remedo de lo que debe ser, si no se pone en pie una red de edificios teatrales de propiedad estatal, sindical, municipal, etc¨¦tera, y se suprimen con ello las leyes de mercado sustituidas por el principio de la rentabilidad social.
Los teatros nacionales deben convertirse en centros dram¨¢ticos, planteando una nueva forma de financiaci¨®n, producci¨®n, gesti¨®n y difusi¨®n del hecho teatral. El centro dram¨¢tico, hay que concebirlo, hablando esquem¨¢ticamente, como una unidad de producci¨®n teatral que consta b¨¢sicamente de un edificio con una o varias salas; una compa?¨ªa estable; directores, especialistas en dramaturgia, escen¨®grafos, adscritos al teatro; una plantilla de t¨¦cnicos coordinada; talleres de decorados, trajes, utiler¨ªa, electr¨®nica, etc¨¦tera; departamentos de producci¨®n, difusi¨®n, formaci¨®n e informaci¨®n; asociaci¨®n de espectadores; planificaci¨®n del repertorio, de su orientaci¨®n y ritmo de trabajo; posible escuela de formaci¨®n de actores, directores, dramaturgos, t¨¦cnicos, etc¨¦tera.
La construcci¨®n y ampliaci¨®n. de este sistema de centros dram¨¢ticos, en cuya organizaci¨®n, estructura y coordinaci¨®n no entro aqu¨ª, producir¨ªa unas ventajas inmediatas pero su aut¨¦ntico car¨¢cter de transformaci¨®n se observar¨ªa a medio y largo plazo. Este cambio ser¨ªa capital en el terreno espec¨ªfico del trabajo de los actores y otras gentes de teatro, hablo, claro est¨¢, a niveles amplios y no de las pocas estrellas que gozan de privilegios que la propia burgues¨ªa concede a sus bufones de lujo. El tipo de contrataci¨®n continuada como forma de, relaci¨®n productiva, barrer¨¢ la angustiosa situaci¨®n del contrato eventual con su cortejo de neurosis, desasosiegos, insatisfacciones e insuficiencias. El actor dejar¨ªa as¨ª su condici¨®n de temporero b¨ªblico para adoptar las formas contractuales asalariadas t¨ªpicas de una sociedad industrial. Este viraje en la forma de producir traer¨ªa como consecuencia una r¨¢pida y aut¨¦ntica dignificaci¨®n de la profesi¨®n de actor y del valor y sentido social de su trabajo.
Por otra parte, la f¨®rmula de los centros dram¨¢ticos que propongo, es el instrumento, el ¨²nico instrumento, para una verdadera descentralizaci¨®n teatral en todo el Estado. En una primera fase que en cualquier caso ser¨ªa larga, los centros deber¨ªan desarrollar una pol¨ªtica teatral de difusi¨®n y captaci¨®n del p¨²blico que se ha alejado del teatro tras a?os de incuria y abolicionismo cultural. Estos centros, adem¨¢s de producir teatro a escalar regional, de propiciar intercambios con los centros de otras nacionalidades y regiones, servir¨ªan de veh¨ªculo de organizaci¨®n y formaci¨®n de los espectadores y de impulso al teatro escolar y de aficionados que se produjera en su zona de influencia.
Llegados a este punto, s¨¦ que muchos tachar¨¢n mi propuesta de ut¨®pica e ilusoria. Por eso me apresurar¨¦ a decir que esta estructura que tan esquem¨¢ticamente he planteado aqu¨ª, es la forma teatral dominante en todos los pa¨ªses de Europa. Solo Espa?a mantiene una especie de ensue?o absurdo de emulaci¨®n de Broadway.
El origen de un planteamiento del teatro como servicio p¨²blico y bien de cultura necesario para todos -como la escuela- tiene su origen en el desarrollo de los ideales docentes de la revoluci¨®n democr¨¢tico burguesa. La democracia socialista ahonda y da un sentido de totalidad a este proyecto hist¨®rico que la burgues¨ªa dej¨® y deja inconcluso. Tambi¨¦n en este campo, nosotros sufrimos las consecuencias de la abortada e inacabada revoluci¨®n burguesa espa?ola. Por eso, en los pr¨®ximos meses y a?os, el eje del combate teatral pasar¨¢ indefectiblemente por esta transformaci¨®n en la que est¨¢ en peligro el propio futuro del teatro. Por eso, las fuerzas populares deben comprender que no se trata de comprar alg¨²n que otro espect¨¢culo que cante la demagogia coyuntural seudodemocr¨¢tica, sino de poner en pie un teatro que les sirva de lugar de comunicaci¨®n y reflexi¨®n, en donde se confronten sus luchas y aspiraciones, en donde la cr¨ªtica movilice el conocimiento. Esa es la batalla pendiente.
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