Sobre la militancia pol¨ªtica
Es ¨¦ste un art¨ªculo de despedida por tres meses largos. Pienso que aun cuando yo no escriba cr¨®nicas pol¨ªticas, hay que estar aqu¨ª para hablar de pol¨ªtica. Lejos, fuera de la situaci¨®n, se nos escapan la coyuntura del momento, los matices, el com¨²n sentir, muchos datos importantes que son, que deben ser el ca?amazo invisible en el que se sustenta lo que escribimos. Aunque perder¨¦ el estreno de las campa?as electorales, espero volver a tiempo para presenciar el curioso espect¨¢culo de las elecciones. Y si no llegase, m¨¢s vale. Pues sin tiempo material para el desmontaje real del inm¨®vil Franquismo-Movimiento, ¨¦stas seguir¨¢n siendo una mala representaci¨®n m¨¢s en el viejo estilo, apenas corregido en la mera apariencia.Antes de comenzar este trimestre de silencio, como no soy ?pol¨ªtico?, pero tampoco dogm¨¢tico de la no-militancia pol¨ªtica, quiero recoger aqu¨ª, para que me sirvan, ed cuanto aceptadas, de auiocr¨ªtica, las inteligentes palabras que a este prop¨®sito me dirigi¨® una amiga catalana. Son ¨¦stas:
?Estoy de acuerdo en lo que dices respecto a los ?animales pol¨ªticos?, pero siempre pienso que hay tres planos en la vida sociopol¨ªtica espa?ola: el de los que negocian el poder, ll¨¢mense Su¨¢rez, Fraga, Felipe Gonz¨¢lez o Carrillo; el de los militantes de los partidos pol¨ªticos y el del hombre medio. La incomunicaci¨®n entre los tres es casi total. De los tres, los m¨¢s manipulados, enga?ados y utilizados son los militantes de los partidos pol¨ªticos. Creo que has sido injusto con ellos. Olvidas que militar en un partido ha sido para muchos una decisi¨®n moral. Ese decir ?no?, patrimonio, seg¨²n t¨², de los intelectuales, ser¨ªa totalmente inoperante sin los que muy conscientemente se ensucian las manos porque, a pesar de todo, piensan que es la ¨²nica forma de que algo cambie m¨ªnimamente. Son muchos los militantes de partido que no se dejan fascinar por el poder, ni mucho menos por sus detentadores, y que, sin embargo, aceptan la total grisura de una relativa militancia, con la esperanza de que ¨¦sta no sea totalmente in¨²til. Mantenerse espectador incontaminado, y testimonio no s¨¦ exactamente de qu¨¦, es una forma como otra cualquiera de alejarse del dolor y del fracaso pol¨ªtico. Tambi¨¦n t¨², un d¨ªa, te comprometiste. ?O es que los intelectuales s¨®lo deben hacerlo, en momentos heroicos? ?S¨®lo cuando pueden ser brillantes? ?Necesitar¨¢n que existan Hitlers para ser ¨²tiles a la colectividad? S¨¦ que t¨² no quer¨ªas decir eso, pero los art¨ªculos de diario son un arma peligrosa. En un pa¨ªs tan despolitizado como el nuestro, tu art¨ªculo puede haber alimentado a m¨¢s de uno su individualismo, su desprecio a cualquier forma colectiva, fomentado durante cuarenta a?os por el franquismo. Les ofreces un regalo: ahora podr¨¢n llamarse ?intelectuales?. Entiendo tu posici¨®n y podr¨ªa decirte que estoy cerca de ella, pero me temo que has simplificado. Pienso que, para bien o para mal, el tiempo de las grandes revoluciones ha pasado. Y precisamente porque s¨¦ que mi revoluci¨®n est¨¢ perdida, que no conseguir¨¦ el para¨ªso y que a Santiago Carrillo le importa un bledo mi felicidad" milito a mi manera en el PSUC. ?Me comprendes? ?Es moralismo, sentido cristiano y apost¨®lico? Quiz¨¢s, pero puedo asegurarte que todo menos fascinaci¨®n por el poder y por los que lo detentan o aspiran a detentarlo. Es muy parecido, pero no es del todo igual que tenga el poder uno u otro. Es evidente que Santiago Carrillo no es comunista ni marxista, porque es un ?animal pol¨ªtico?, pero est¨¢ en cierta manera condicionado por c¨®mo sean los comunistas de su partido. Si dejamos que s¨®lo sean militantes los ?fascinados?, su forma de actuar puede ser similar a la de cualquier otro ?animal pol¨ªtico?. Si nos ensuciamos las manos apoy¨¢ndole, quiz¨¢s consigamos que, sin ¨¦l propon¨¦rselo, modifique, muy poco, pero irreversiblemente, la historia. Yo creo que no todas las ideolog¨ªas son iguales, aunque quienes las representen sean de la misma especie de seres humanos.?
Tras pedir excusas por la transcripci¨®n a la autora -no a los lectores, que han salido ganando con sus palabras, expresi¨®n de un compromiso tan esc¨¦ptico como, parad¨®jicamente, firme, y de un talante que me hago la ilusi¨®n de que no est¨¢ demasiado lejos del m¨ªo, debo reconocer que, si se me entiende, a lo que he podido dar lugar, como el displicente propugnador de un elitismo intelectual, desde?oso de la militancia, mi amiga tiene raz¨®n. Creo que, cada cual a su modo, todos debemos militar, y yo, al m¨ªo -que dicho sea en inciso, nunca fue ?heroico?-tambi¨¦n procuro hacerlo. Militar en toda clase de comunidades o asociaciones de base, sin excluir, por supuesto, la base de los partidos pol¨ªticos. Pero procurando influir sobre el aparato, sobre la organizaci¨®n, sobre la direcci¨®n de estos partidos. La militancia debe ser cr¨ªtica. La democracia es tambi¨¦n, y de ninguna manera en ¨²ltimo lugar, democratizaci¨®n de los partidos y evitaci¨®n de la partitocracia, tan temible como cualquier otra poderosa burocracia, y como el parlamentarismo a ultranza, especies todas ellas de un g¨¦nero com¨²n, la oligarqu¨ªa.
Joaqu¨ªn Costa tuvo su buena parte de raz¨®n. Mantenerse en el fiel de la balanza, vigilar, desde dentro y desde fuera, a los partidos, criticarlos siempre que haga falta -y siempre har¨¢ falta-, sin caer en el extremo opuesto de desacreditar su existencia misma, es el dif¨ªcil equilibrio que, seg¨²n pienso, ha de propugnarse.
Por lo dem¨¢s, s¨¦ muy bien, como mi amiga, que ni cuando vuelva, ni tras las elecciones, ni nunca, habremos conseguido lo que, ut¨®picamente, queremos. Hay dos clases de entusiasmo: uno, iluso, de ida; otro, l¨²cido, de vuelta. Es el nuestro. Cada cual en nuestro camino, ella y yo seguiremos luchando. Y con nosotros, espero, muchos m¨¢s espa?oles que no pretenden ni un adarme de poder, que no tienen nada de ?animales pol¨ªticos?. Personalmente, creo que m¨¢s de un partido pol¨ªtico estar¨ªa dispuesto a incluir mi nombre, con la etiqueta detr¨¢s de ?independiente?, en su lista electoral de candidatos. Ser¨ªa, de aceptarlo, una manera de hacerme trampas a m¨ª mismo. La nuestra es una lucha moral por la verdadera democracia.
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