La restauraci¨®n del valor moral de la Hispanidad
La extra?a visita que ha realizado a Madrid el ex ministro chileno de Asuntos Exteriores, vicealmirante Carvajal, ha puesto un toque de sombras al una pol¨ªtica que deb¨ªa estar ba?ada por la luz de una concepci¨®n moral: la pol¨ªtica kispanoamericana de Espa?a.Apenas poner el pie en el suelo espa?ol, el vicealmirante Carvajal hab¨ªa dejado de ser ministro de su pa¨ªs, y a pesar de todo ha llevado a cabo su programa sin una reserva por parte del Gobierno espa?ol. Esto, realmente, ha sido excederse. Nada aparece en este viaje que no sea una mera instrurnentalizaci¨®n de Espa?a para romper el aislamiento diplom¨¢tico en que vive el r¨¦gimen chileno. Su viaje a Europa no comprend¨ªa una sola escala en visita oficial, lo cual es inusual para un representante de un pa¨ªs tan lejano. El programa de su visita a Madrid no ha podido ser m¨¢s somero.
Dos apreciaciones justifican el afirmar que ¨¦sta ha sido una visita inoportuna. La primera es la de que el Gobierno de Chile es militantemente antidemocr¨¢tico, de modo tan feroz, que la casi totalidad de los pa¨ªses del ¨¢rea pol¨ªtico-cultural europea mantienen con ¨¦l relaciones que se reducen a un tratamiento formal y protocolario. A las repetidas voces de condena de l¨ªderes pol¨ªticos Gobiernos y partidos, se acaba de unir la condena en regla de la Comisi¨®n de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, con el voto, de Estados Unidos nada menos, que tanto contribuy¨® a la implantaci¨®n de la dictadura. Este voto refleja el repudio de la comunidad civilizada de naciones al r¨¦gimen chileno, y hace m¨¢s incomprens¨ªble el deseo espa?ol de dar gusto a la junta.
Cuando Occidente ha hecho cuesti¨®n abierta de los derechos humanos en los pa¨ªses del Este, no se puede igonorar lo que sucede en Chile, como si la diferencia de escala hiciese de este problema en el pa¨ªs hispanoamericano una cuesti¨®n menor. No es menor. El cinismo de la clase militar chilena que se uni¨® a la rebeli¨®n fue un factor degradante de los ya bajos niveles de civilidad existentes en el continente latinoamericano. Los 240 millones de latinoamericanos (o de iberoamericanos, si se prefiere acercar este problema a nuestros corazones) sufren mucha mayor injusticia y atropellos en sus sociedades ?occidentales? (algunas son hasta formalmente democr¨¢ticas) que los 260 millones de sovi¨¦ticos.
La segunda apreciaci¨®n es netamente espa?ola. Las relaciones con el Chile de los generales (y vicealmirantes...) han llegado m¨¢s all¨¢ de lo que avala la hermandad hispanoamericana. En el mismo momento en que el mi nistro Oreja firmaba en Nueva York los pactos de los derechos humanos, se hallaba de visita oficial en Chile el ministro del Ej¨¦rcito. Las visitas de orden militar entre los dos pa¨ªses son muy frecuentes, lo que plantea el problema de si siempre, en todo caso, se separa cuidadosamente el terreno profesional de las fuertes connotaciones totalitarias que los militares chilenos ponen en sus palabras y acciones.
Un recto entendimiento del sentido de la comunidad hisp¨¢nica de naciones aconseja una pol¨ªtica muy selectiva de expresiones de afecto y amistad. La hermandad deber¨ªa basarse en los nexos superiores de la cultura humana, que en el caso de una naci¨®n cristiana y europea no pueden ser otros que los valores del humanismo, uno de cuyos componentes es la compasi¨®n, y cuya expresi¨®n jur¨ªdico-pol¨ªtica son los derechos del individuo y de los grupos sociales. Despu¨¦s de cuarenta a?os de dictadura en la patria originaria de los pueblos hisp¨¢nicos, y de la continua frustraci¨®n de las libertades en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de su estirpe, el valor moral de la hispanidad es casi nulo. La regeneraci¨®n de la cultura hisp¨¢nica pasa por la defensa de los derechos humanos. No porque seamos pueblos hermanos vamos a tratar con Gobiernos totalitarios como si nada pasase entre nosotros. Es precisamente con los pueblos hispanoamericanos con los que el trato pol¨ªtico y humano deb¨ªa ser especialmente discriminatorio. D¨¦jese el pragm¨¢tismo para pueblos menos pr¨®ximo a nosotros. Y haga la diplomacia espa?ol¨¢ el esfuerzo de concebir un sistema de comportamiento por el cual las relaciones que estamos condenados a mantener en todo caso (culturales, cient¨ªficas, t¨¦cnicas, econ¨®micas) no siembren la confusi¨®n en los criterios superiores de orden moral que deb¨ªan servir a una hispanidad distinta a la que ha tenido la indelicadeza de mencionar en Madrid el ex ministro chileno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.