Juan Caba?ol, un hombre de imprenta
El pasado lunes, d¨ªa 14, falleci¨® en Barcelona Juan Caba?ol Vi?eta, industrial, v¨ªctima de las complicaciones surgidas en el curso de una intervenci¨®n quir¨²rgica a que fue sometido. Contaba 65 a?os.Esta es la triste, fr¨ªa, escueta noticia. Una de tantas que nada dir¨¢n a muchos para los que Caba?ol era un perfecto desconocido. Detr¨¢s queda el dolor de sus deud¨®s, parientes y amigos, que a muy pocos interesa. Mas queda tambi¨¦n ese trauma, inmarcesible pero real, esa p¨¦rdida que supone para la sociedad toda la desaparici¨®n de quien aport¨® a la vida colectiva con su ser y su obra valores que, incuestionamente, -la han hecho m¨¢s perfecta, m¨¢s eficaz, m¨¢s rica, mejor.
Con la desaparici¨®n del industrial catal¨¢n Juan Caba?ol Vi?eta, inventor y fabricante de m¨¢quinas de imprimir, se cierra un cap¨ªtulo del eterno esfuerzo hispano, individualizado y quijotesco tantas y tantas veces, aunque en ocasiones -como la de Caba?ol- tenga feliz remate la aventura y alcance ?inportantes cimas de las que, cuantos tenemos que ver con la letra impresa (todos los no declarados enemigos de la cultura, al menos, incluso aquellos que a¨²n permanecen en la antesala de su limbo, aguardando el santo advenimiento de una cruzada nacional que haga de cada ciudadano velis nolis un vaso comunicante de saber, conocer, amar, tolerar y convivir), le conoci¨¦ramos o no, somos desde ahora sus herederos y sus deudores. Con su vida nos ha legado su obra y su obra nos da vida.
Esa espl¨¦ndida vitalidad humana que le distingui¨®, ese af¨¢n ?limitado por perfeccionar continuamente su labor, vocaci¨®n constante y digno ejemplo a imitar; ese contagioso torrente de emoci¨®n creadora que inyectaba a su activismo fant¨¢stico, donde la volici¨®n hac¨ªa realidad permeable su fantas¨ªa por virtud del bon seny -valor supremo de su se?era tierra- que moderaba y potenciaba a la vez su romanticismo arrebatador de hombre parad¨¦jicoj ha dejado en Espa?a y en el mundo preciosos frutos: criaturas met¨¢licas, pasmosos artilugios que reproducen por millones cada d¨ªa el intento universal de comunicaci¨®n y entendimiento que en buena medida y para la posteridad ¨¦l ha contribuido a hacer posible.
Investigador y trabajador infatigable, hombre de bien, espa?ol de pro a fuer de catal¨¢n inmejorable; indesmayable ante las dificultades yla incomprensi¨®n oficial a que la historia de nuestro pa¨ªs nos tiene acostumbrados; falto de alientos y de ayudas, coron¨® contra viento y marea, con su tes¨®n indomable, y su esfuerzo gigantesco, la aventura de hacer posible el desarrollo de una industria donde su ingenio y su inventiva han brillado a la altura de su coraje, sin tener que rendir tributos a patentes for¨¢neas ni costar royalties al Tesoro nacional.
Dos an¨¦cdotas -con su fenomenal carga de latentes sign¨ªficaciones- quisieran cerrar este breve homenaje a un hombre que, muchome temo, no va a obtener de sus contempor¨¢neos, en esta hora de la verdad de la postrera invenci¨®n de su vida, m¨¢s l¨ªneas de reconocimiento que acaso ¨¦stas, si llegan a ver la luz de la imprenta a la que tanto dio Juan Caba?ol.
Vaya la primera. Expon¨ªa sus m¨¢quinas en una muestra monogr¨¢fica de las que frecuentemente nos ense?an por la geograf¨ªa del pa¨ªs los altos logros de la tecnolog¨ªa extranjera. El a la saz¨®n t¨ªtular de la cartera de Industria -su nombre no hace al caso-, indispensable primer visitante de la feria, se acerc¨® al stand de las m¨¢quinas Oris atra¨ªdo por la forzosidad de la visita y la enjundia de aquellas representaciones imponentes. Entre las convencionales preguntas, manidos comentarios y superficiales muestras de inter¨¦s con que las autoridades han de jalonar casi siempre el v¨ªa crucis de las inauguraciones, espet¨® el se?or ministro el cuestionamiento que el azar destin¨® a Juan Caba?ol, al frente de sus m¨¢quinas para recibir al ilustre visitante: ?Buena pinta tienen. Ya nos costar¨¢n buenos. royalties.? ?Ministro, son espa?olas. Se construyen ¨ªntegramente en Hospitalet de Llobregat?, fue la escueta respuesta.
Sea la segunda. Las m¨¢quinas Oris se han exportado al mundo entero, pero especialmente a Am¨¦rica, donde el impulso comercializador del agente general americano abri¨® ?limitados mercados. La cruz de esta medalla no puede ser m¨¢s grotesca. Las chapas de identificaci¨®n de- lo equipos gr¨¢ ' fl -cos, su marca y procedencia, sufr¨ªan el inverecundo rebautizo en la lengua de Shakespeare para fomentar la confianza de los comDradores en la avanzada tecnolog¨ªa de Norteam¨¦rica y ser presentados en el continente como hijos del ingenioyankee.
?Para qu¨¦ decir m¨¢s? Ha muerto Juan Caba?ol Vi?eta. Nada menos que todo un hombre.
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