El cervantino Mr. Picwick
En un entrem¨¦s atribuido a Cervantes con alguna fuerza por m¨¢s de un erudito, El entrem¨¦s de los mirones o de la cofrad¨ªa de los mirones se presenta a un curioso grupo de estudiantes que repartidos en parejas recorren las calles de Sevilla para luego reunirse y contarse las cosas peregrinas que hayan presenciado. La idea es f¨¦rtil y parece extra?o que no haya sido m¨¢s explotada por la literatura posterior (Eduardo Barrionero la sigui¨® paso a paso en una novelita que repite el t¨ªtulo, supuestamente cervantino, recogiendo unas cuantas an¨¦cdotas costumbristas del Madrid de comienzos de siglo).La recogida de esta invenci¨®n de Cervantes u otro ingenio de la ¨¦poca tuvo lugar en Inglaterra, como ocurre con otros lecciones del, gran maestro de la novela.
Charles Dickens
Papeles p¨®stumos del club Pickwick. Alianza Editorial. El libro de bolsillo 1977.
Cuando el editor Hall visita a Dickens para proponerle la redacci¨®n de textos que deber¨ªan acompa?ar a las entregas semanales en que el dibujante Seymour trazar¨ªa escenas deportivas el entonces incipiente escritor logr¨® convencerle de lo contrario, ilustrar gr¨¢ficamente un texto, suyo describiendo aspectos de la vida brit¨¢nica que se descubrir¨ªan siguiendo las andanzas por el pa¨ªs de un grupo de buenhumorados personajes, miembros de un original club.
Pero la lecci¨®n y semejanza con el entrem¨¦s es a¨²n mayor en cuanto al parecido con la m¨¢s importante obra de Cervantes. Desde Lord Jeffrey y Martin Hume se vio ya en Mister Picwik a un Don Quijote correspondiente a un terreno distinto de la semidesierta Mancha y de los, tiempos de Lepanto y la Gran Armada. Sam Weller es su contrafigura, el Sancho Panza correspondiente al tal personaje.
Tambi¨¦n se parecen ambas obras en el crecimiento a lo largo de la andadura de los personajes. Proyectadas como aliviadoras del animo entristecido y mohino, su comicidad se trasmuta en suave iron¨ªa y su aspecto trivial en profundidad duradera y humana.
La locura del caballero es aqu¨ª, s¨®lo visi¨®n ilusoria de la vida. Inmerso en ella, tambi¨¦n Pickwick combate a los malvados y protege a los oprimidos. Es el Quijote que castiga a Juan Haldido, o pone en libertad a los galeotes. Tras este don Quijote sin Dulcinea apreciamos un fondo de gentes y situaciones, un mundo tan rico y sugerente como, el que conocimos en las p¨¢ginas del Ingenioso Hidalgo. Gentes de una Inglaterra que se desped¨ªa del siglo XVIII rural ante el avance de una revoluci¨®n industrial. Momento ideal para recoger tanto lo pintoresco como lo nost¨¢lgico de las viejas costumbres.
La intenci¨®n costumbrista se ve desbordada. Tipos y escenas no se conservan aislados sino que se funden en un relato ¨²nico. Dickens es rom¨¢ntico en cuanto a ¨¦poca, pero en Inglaterra, ya con casi un siglo de escuela rom¨¢ntica a cuestas , es otra cosa lo que se anuncia. No es casual que el a?o de publicaci¨®n de Picwick sea el de la subida al trono de la reina Victoria. Llega el victorianismo, el triunfo a un tiempo de la gran burgues¨ªa y de la gran novela realista.
M¨¢s lo importante de las andanzas del h¨¦roe de esta novela -calvo y con antiparras, como la de sus amigos, labriegos, tenderos , snobses que puede leerse a¨²n hoy con la misma intenci¨®n de lograr una diversi¨®n apacible que cuando fuera escrita. Es la mejor prueba del talante profundamente humano del caballero lngl¨¦s.
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