Una reflexi¨®n rota
Sobre censuras en Alicante
El p¨²blico ausente de la Sala de Exposiciones de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, la tarde en que se inauguraba la exposici¨®n Alaminos, Alcolea, Criado, Lootz, Navarro, Navarro Baldeweg, Serrano, Utray, Valc¨¢rcell Medina y que acudieron -a ella en los siguientes d¨ªas en que ha permanecido abierta, no cabe duda, de que no han podido ?leer? el ?discurso? que en un principio les estaba destinado.Los presentes, aquella tarde primera, no pudieron tampoco leerlo completo. A unos y otros les ha sido escamoteada una de las obras (obras que en las caracter¨ªsticas de montaje de esta muestra era tan esencial como otra cualquiera de las presentadas).
Sobre una exposici¨®n que pretend¨ªa huir de las caracter¨ªsticas que rodean a las ?colectivas?, aplicando una metodolog¨ªa de trabajo seg¨²n la cual las diferentes obras que la constitu¨ªan -aun cuando de diversos autores, de procedencias distintas y con est¨ªmulos de trabajo, en algunos casos radicalmente opuestos- deb¨ªan de quedar montadas de tal forma que la ?disputa? con el espacio arquitect¨®nico de la sala en vez de potenciar su autonom¨ªa como ¨²nico sujeto, es decir, como, objeto de lujo que ensimismado carece de reflejos, deb¨ªa entablar una relaci¨®n m¨²ltiple, un di¨¢logo-disputa con ese ¨¢mbito fijo y un di¨¢logo- transformaci¨®n con el resto de las obras, de tal manera que uno con otro -di¨¢logos distintos- generasen una reflexi¨®n m¨¢s amplia que no s¨®lo implicase cuestiones formales.
Lo que el discurso era qued¨® en mera teor¨ªa. Ninguno de los implicados creativamente, ninguno de los espectadores, ninguno de los organizadores (Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, Colegio de Arquitectos de Valencia y Murcia) ha podido verlo realizado. Lo que la sala ha mostrado durante veinte d¨ªas es una reflexi¨®n rota; el espacio de la sala permanece ?mudo? y est¨¢tico en la misma medida en que mudo y est¨¢tico estaba cuando ninguna de las obras se hab¨ªa introducido en ¨¦l. Sobre el suelo, la ruina de lo que debi¨® ser una de las obras se?ala el punto de ruptura, la raz¨®n de que nadie haya podido leer lo que se pens¨® escribir en el aire de aquella sala .
Sin met¨¢foras, lo sucedido es, una vez m¨¢s, aunque ello no disculpe sino que a?ada una nota m¨¢s al desfase en que nos movemos, que los responsables de la sala censuraron una de las obras bas¨¢ndose en criterios de moral p¨²blica. Si el ?traje arquit¨¦ct¨®nico? dise?ado por Javier Utray requer¨ªa Inevitablemente un portador, si ese portador, seg¨²n las caracter¨ªsticas de concepto de la obra deb¨ªa ser una mujer, fueron argumentos no tenidos en cuenta frente al criterio ¨²nico puesto en juego: debajo del traje, debajo del concepto, debajo del debajo, la mujer deb¨ªa estar desnuda. En estas circunstancias el ¨²nico factor puesto en la balanza fue la palabra desnudo y ante ella -ante esa moral de la que tantos se sienten fieles guardianes-, el resto de los razonamientos posibles fueron arrojados a la papelera.
Por ello la tarde de la inauguraci¨®n Javier Utray, voluntaria y ordenadamente, convirti¨® en ruina lo que minutos antes parec¨ªa destinado a ser construcci¨®n. Cuando su obra, cortados sus puntos de fijaci¨®n, cay¨® al suelo, se cerr¨® totalmente el c¨ªrculo de las imposibilidades. Los que estaban all¨ª la vieron desaparecer. Ante sus ojos termin¨® de hundirse una l¨ªnea de un discurso que los censores de turno hab¨ªan, convertido en imposible.
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