La sopa de letras
EN EL Registro de Asociaciones Pol¨ªticas han sido presentadas ya para su inscripci¨®n casi 150 solicitudes. Unas, han sido ya aceptadas; otras, han pasado a la competencia de la Sala IV del Tribunal Supremo o esperan todav¨ªa la decisi¨®n gubernamental.Aunque la multiplicaci¨®n de las siglas no puede suscitar el menor entusiasmo, los cuarenta a?os de dictadura la hac¨ªan inevitable.
A nadie puede extra?ar que la ruptura de la vieja camisa de fuerza del partido ¨²nico, piadosamente rebautizado como ?movimiento? cuando las cosas vinieron mal dadas, haya dado lugar a ese frenes¨ª asociativo. Las largas vacaciones otorgadas a la democracia en 1936 interrumpieron bruscamente el complicado proceso de ajustes que mantiene en unidad a una agrupaci¨®n voluntaria y que reduce el n¨²mero de partidos a los m¨ªnimos adecuados para un normal desenvolvimiento del sistema pluralista.
Por lo dem¨¢s, la paralizaci¨®n de las actividades partidistas despu¨¦s de la guerra ha creado dificultades y problemas que s¨®lo el paso del tiempo puede resolver. En las familias ideol¨®gicas toleradas por el franquismo, el contencioso entre quienes se negaron a colaborar con el R¨¦gimen y los que participaron en el poder era inevitable. Sin embargo, en el caso de la democracia cristiana, la corriente m¨¢s importante de las incluidas en ese supuesto, parece que ese pleito est¨¢ a punto de resolverse satisfactoriamente. Dentro de la familia socialista, el desacierto de la vieja direcci¨®n del PSOE para soldar a las nuevas generaciones del interior con el exilio fue en buena medida responsable del fraccionamiento. A este problema se a?ade la insatisfactoria respuesta del PSOE a las reivindicaciones de las nacionalidades y regiones, que ha dado lugar a la multiplicaci¨®n de partidos socialistas de ¨¢mbito no estatal. El Partido Comunista, que logr¨® resolver satisfactoriamente la tensi¨®n entre el exilio y el interior, y cuya articulaci¨®n con el PSUC en Catalu?a ha sido eficaz y flexible, se enfrenta actualmente con las escisiones por la izquierda.
La ?sopa de letras?, legado por ese mismo franquismo al que se acogen quienes la denuncian, terminar¨¢ por evaporarse tan pronto como la educaci¨®n c¨ªvica de los afiliados, electores y dirigentes se eleve de nivel, y a medida que la unidad de las grandes tendencias entre en v¨ªas de soluci¨®n. Pero para que ese proceso marche hacia adelante ser¨¢ preciso que el Gobierno ayude de la mejor manera posible: no interviniendo.
El primer tipo de intervenci¨®n condenable ha sido la discriminaci¨®n realizada por el Gobierno entre partidos de inscripci¨®n auton¨®mica y partidos arrojados al limbo de la jurisdicci¨®n contencioso-administrativa. No hay raz¨®n para aplazar la inscripci¨®n de los partidos que renuncian a la violencia armada y cuyos estatutos cumplan literalmente con las exigencias de la ley.
El segundo tipo de intervenci¨®n, tambi¨¦n recusable, tiene como blanco principal a la corriente socialista. En este terreno el Gobierno se ha comportado como el extremista del cuento: o calvo, o con tres pelucas. Infringiendo sus propias normas, ha duplicado las siglas del PSOE. Ni que decir tiene que esta observaci¨®n no implica, como maliciosamente han propagado algunos medios de comunicaci¨®n cercanos a la Administraci¨®n, el deseo o el prop¨®sito de que el partido del se?or Murillo no sea legalizado; simplemente postula que las siglas no induzcan a confusi¨®n. Es de esperar que el recurso interpuesto, casi simult¨¢neamente, por los se?ores Gonz¨¢lez y Murillo permita al Gobierno rectificar el mal paso dado; entre otras cosas para evitar que caiga en la tentaci¨®n de aplicar, como los malos ¨¢rbitros de f¨²tbol, la ley de la compensaci¨®n.
El tercer tipo de intervenci¨®n es el que amenaza con llevar al presidente Su¨¢rez a una declaraci¨®n hist¨®rica: ?El centro soy yo. ? Y a dinamitar ese centro que no prosper¨® para crear la nueva clase pol¨ªtica de los espadachines y los flechas. La llamada crisis del centro, alentada desde el poder, manipulada desde las altas instancias del Estado, ofrecida en bandeja a los pies del presidente del Gobierno no hiere a nadie: pero amenaza con derrumbar la posibilidad de encontrar un puente, limpio de injerencias del poder, entre el franquismo -Alianza Popular- y la izquierda. El presidente ha comenzado-a decidir qui¨¦nes son los alfiles del juego y podr¨ªa autodenominarse el Pe¨®n coronado. Los esca?os a diputados se sacan sobre las mesas de los restaurantes y se ofrecen las actas como quien ofrece una direcci¨®n general. Se puede elegir partido y hasta circunscripci¨®n. Es optativo el Senado o el Congreso. Ya se sab¨ªa que est¨¢bamos en un juego de ?carta otorgada?. Pero resulta que ahora quieren llevarse todas las bazas los que reparten naipes. Y acabar, mediante tan original sistema, con la sopa de letras. ?Comenzar¨¢ despu¨¦s la merienda de negros?
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