La independencia estad¨ªstica debe salvaguardarse
La dimisi¨®n del director general del Instituto Nacional de Estad¨ªstica, y las dificultades para encontrar quien le sustituya, tienen, un denominador com¨²n que, en las actuales circunstancias, se antoja especialmente grave: la propia independencia del INE.
No es preciso retroceder excesivamente en nuestra reciente historia, para encontrar intentos de utilizaci¨®n triunfalista de unos determinados indicadores estad¨ªsticos, cuya frialdad suele ser harto manifiesta. Es un vicio antiguo de los reg¨ªmenes escasamente participativos, que precisan datos espectaculares -no importa que sean enga?osos- para que la adhesi¨®n espont¨¢nea de las masas requiera menos esfuerzos. No hay que decir que los indicadores estad¨ªsticos se tornan, en tales casos, consignas. Por las mismas razones, cuando los datos son dif¨ªcilmente justificables -en ciertos reg¨ªmenes pol¨ªticos nada es negativo-, se arbitran los mecanismos oportunos, para que su difusi¨®n pase sin pena ni gloria.Diversos Departamentos del Ejecutivo -no importa cu¨¢les- han cuestionado la competencia misma del Instituto y la de las personas encargadas de realizar las tareas que le competen. El caso concreto del ¨ªndice de precios no debe distraernos. Son muchos los indicadores socioecon¨®micos que, sin que se sepa por qu¨¦, no han sido ultimados o publicados por los diferentes servicios del INE. Ricardo Torr¨®n ha abandonado el cargo por algo tan poco frecuente como es dar la cara por el organismo y los funcionarios cuya direcci¨®n le hab¨ªa sido encomendada. Si la pr¨¢ctica fuera m¨¢s frecuente, nuestra Administraci¨®n tendr¨ªa mayor eficacia y menor dispersi¨®n.
Ante la manifiesta necesidad de acometer la reforma de la Administraci¨®n p¨²blica, es preciso constatar que el organismo encargado de elaborar los ¨ªndices de la evoluci¨®n socioecon¨®mica espa?ola debe gozar, de una independencia absoluta. Ello constituye una aspiraci¨®n no negociable, que debe hacer suya toda la sociedad.
Para calibrar su importancia, baste recordar que la confecci¨®n anual de las tablas salariales se realiza en funci¨®n de c¨®mo evolucione el ¨ªndice oficial de precios; aceptado previamente por empresarios y obreros como v¨¢lido en la negociaci¨®n de convenios.
Es importante poner t¨¦rmino a las continuas instigaciones, a un confusionismo que parece se pretende potenciar. ?A qu¨¦ responde, si no, la dualidad en las cifras de paro, cuando se ofrecen conjuntamente las del INE y las del Ministerio de Trabajo? ?O la singular idea de calcular el ¨ªndice de precios en dos Ministerios diferentes?
El tema precisa -ello es obvio- una gran dosis de seriedad. Y no responde a esta necesidad que el ministro de Hacienda, al resumir 1976, descalifique el ¨ªndice de precios de 1968, porque sus resultados fueron desfavorables, y ahora coopere a que los espa?oles sepamos s¨®lo oficiosamente que nuestros precios han crecido casi un 7%, desde que comenz¨® el a?o. Como si las subidas de precios s¨®lo afectaran al Gobierno, y no a todos los espa?oles.
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