Confederaci¨®n de Combatientes
UNA VEZ m¨¢s la Confederaci¨®n de Combatientes se ha reunido para pronunciarse sobre la situaci¨®n nacional y escuchar el discurso definitorio del se?or Gir¨®n.El planteamiento b¨¢sico de la asamblea ha sido, en resumen, ¨¦ste: el Estado del 18 de Julio ha capitulado indignamente. Se ha rendido al enemigo y ha dilapidado con mansedumbre el legado recibido. Los actuales dirigentes han traicionado a su inmediato pasado y permiten que se injurie al Caudillo y a sus colaboradores. Este es un Gobierno liquidador de las instituciones, dinamitador de la obra de cuarenta a?os, pactante con el marxismo. No hay crisis de obediencia, sino crisis de autoridad. Tal es el dantesco panorama que se traza de nuestro pa¨ªs en el seno de la organizaci¨®n que deber¨ªa representar a todos los ex combatientes nacionales de la ¨²ltima guerra civil.
Decimos deber¨ªa representar porque no los representa. Porque la confederaci¨®n, llamada de Combatientes, sin ex, apenas representa nada.
Millones de espa?oles recuerdan y respetan a los que, en las filas nacionales, se sacrificaron durante los a?os de lucha, entre 1936 y 1939 por lo que cre¨ªan mejor para su Patria. Pero precisamente porque las guerras son acontecimientos de dimensi¨®n nacional, las asociaciones de antiguos combatientes son siempre entidades de prop¨®sito, planteamiento y encuadre nacionales.
Nada, sin embargo, menos nacional que la confederaci¨®n del se?or Gir¨®n de Velasco. Nada m¨¢s excluyente, partidario, simplista, t¨®pico, superficial, artificioso, inconsistente, aburrido e inveros¨ªmil que los ¨²ltimos discursos del se?or Gir¨®n. Porque hay que temer, con todos los respetos para el eximio tribuno de Herrera del Pisuerga, que algunas de sus afirmaciones no las crea ni ¨¦l mismo. As¨ª, por ejemplo, cuando afirma: ?Los hombres del 18 de Julio jam¨¢s accedimos a bajar la guardia en lo que el avance social se refer¨ªa. Por eso quisimos un sindicato de participaci¨®n y di¨¢logo. Nunca hasta entonces se sinti¨® el espa?ol m¨¢s libre ni mejor gobernado.?
Claro que en otros puntos, las palabras del ex ministro adquieren tonos de sobrecogedora sinceridad. Como cuando dice: ?La soberan¨ªa de Espa?a seg¨²n la Ley Org¨¢nica resid¨ªa en el Estado. Ahora reside en el pueblo.? (Sin entrar en la segunda, es claro que la primera afirmaci¨®n no es cierta. La Ley Org¨¢nica, art¨ªculo 1, II, nunca defini¨® -importante laguna- d¨®nde resid¨ªa la soberan¨ªa. Se limit¨® a precisar que su ejercicio correspond¨ªa al Estado.) ?Si nadie movi¨® un dedo en la defensa del orden institucional, ?c¨®mo esperar que se muevan contra la voluntad soberana de un pueblo que elige unos representantes?? Se comprende el espanto del orador ante la aberraci¨®n m¨¢xima que representa el sufragio universal.
El se?or Gir¨®n cree que ?los hombres son siempre sustituibles. Las ideolog¨ªas, no. Las ideolog¨ªas pueden ser superables y perfectibles, pero jam¨¢s pueden ser arrinconadas, ocultadas o encarceladas?. ?Encarceladas? ?De qu¨¦ ideolog¨ªa se habla? ?De la del se?or Covisa? ?O tal vez de la de Fernando Lerdo de Tejada? El se?or Gir¨®n de Velasco fue ministro de Franco durante quince a?os: a lo largo de esa etapa hizo algunas cosas bien y otras mal. Entre otras cosas encarcel¨®, deport¨® y mult¨® a innumerables mon¨¢rquicos, democristianos, liberales, marxistas y hasta falangistas por el mero hecho de tener ideas distintas a las suyas. ?C¨®mo pretender ahora que las ideolog¨ªas no pueden ser encarceladas? Los que entonces encarcel¨® el se?or Gir¨®n -como responsable y solidario de todos los actos de los Gobiernos a que perteneci¨®- s¨ª creen probablemente que el pensamiento no delinque. Y no encarcelar¨¢n hoy al se?or Gir¨®n por predicar el fascismo. Pero el se?or Gir¨®n debe corresponder a esta delicadeza de esp¨ªritu guardando un m¨ªnimo recato.
Bajo la desmesura verbal del se?or Gir¨®n subyace, sin embargo, un problema m¨¢s serio: el de la Hermandad de Combatientes. Que una asociaci¨®n paraestatal, que deber¨ªa agrupar a los camaradas de armas de una guerra superada, se haya convertido en peque?o terreno de maniobra de un sector extremista es grave. Que los ataques al actual Estado se jueguen a su amparo resulta peor. Porque revela una incongruencia por parte del propio Estado.
La actual Confederaci¨®n de Combatientes deber¨ªa agrupar a todos los que lucharon bajo las mismas banderas. Y, sin embargo, reduce su base cada d¨ªa convertida en la asociaci¨®n de correligionarios de los se?ores Gir¨®n, Florida y Valero Bermejo. Muchos millares de antiguos soldados no pueden figurar en ella porque no est¨¢n dispuestos a pasar por el extremismo del se?or Gir¨®n. Un ex combatiente con la medalla militar comentaba recientemente c¨®mo no hab¨ªa podido figurar en la Hermandad por incompatibilidad con su presidente. Y consta que estuvo en las trincheras cuando menos tanto tiempo como ¨¦l.
El ex ministro de Trabajo hace un flaco servicio a la ¨²ltima guerra cuando la empeque?ece. Y hace un peor servicio cuando s¨¦ empe?a en convencer a un pu?ado de honorables nost¨¢lgicos de que ?el Estado se ha rendido sin honor?. El Estado no se ha rendido. Y el honor se mide, entre otras cosas, por la densidad de edificaci¨®n aplicada en Fuengirola.
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