Para salir del bache
EL ENFRENTAMIENTO entre el equipo econ¨®mico del. Gobierno y el Instituto Nacional de Estad¨ªstica sobre la elaboraci¨®n y publicaci¨®n del nuevo ¨ªndice del coste de la vida ha originado la dimisi¨®n del director del Instituto y el retraso en la divulgaci¨®n del nuevo ¨ªndice. Pero constituye adem¨¢s un hecho que merece un comentario detenido por varios motivos.En primer lugar, la controversia entre los pol¨ªticos -los ministros econ¨®micos con el se?or Osorio a la cabeza- y los t¨¦cnicos -los estad¨ªsticos- deriva tanto del deseo de los primeros de ocultar o manipular un dato estad¨ªstico de sumo inter¨¦s social, como del convencimiento de los segundos de que el nuevo ¨ªndice de precios refleja m¨¢s fielmente la evoluci¨®n del coste de la vida que el anterior, y que la poca o mucha credibilidad que sus cifras susciten entre el p¨²blico podr¨ªa verse da?ada si ceden ante las presiones del Gobierno y ocultan la verdadera magnitud de la inflaci¨®n.
Dejando a un lado los aspectos t¨¦cnicos de la controversia, salta a la vista lo que se pone en juego.
Si la opini¨®n p¨²blica, y la prensa en cuanto parte de ella, permite que el Gobierno se salga con la suya y el alza de precios contin¨²a midi¨¦ndose por un ¨ªndice obsoleto, el descr¨¦dito en que las estad¨ªsticas van a caer en el futuro ser¨¢ total. Nadie aceptar¨¢ que los precios bajen, que el producto crezca, que la cifra de parados disminuya o que el d¨¦ficit exterior se reduzca. Si lo que al Gobierno gu¨ªa son consideraciones electorales a corto plazo, aqu¨ª tiene su presidente un motivo de reflexi¨®n sobre ese futuro pr¨®ximo en el cual, seg¨²n todos los indicios, pretende seguir desempe?ando un papel estelar.
Pero es m¨¢s. El intento de enmascaramiento que subyace en la disputa t¨¦cnica sobre la aplicaci¨®n de uno u otro ¨ªndice-presenta un aspecto de suma importancia: el fracaso de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno.
Si las rumoreadas tasas de incremento del ¨ªndice durante los meses de enero y febrero son ciertas, el pa¨ªs padece hoy una inflaci¨®n anual del 42 %. Es decir, que estamos embarcados en una situaci¨®n social potencialmente explosiva que a todo puede conducir menos a la instauraci¨®n pac¨ªfica de una verdadera democracia. Buscar responsables. a una herencia que viene de anta?o no es tarea grata ni a -nosotros nos incumbe realizarla. Queremos hacer s¨®lo unas reflexiones en nombre de la peque?a cuota de responsabilidad que corresponde a un peri¨®dico en una etapa de transici¨®n.
Nadie puede negar que durante los ¨²ltimos a?os el pa¨ªs entero ha estado sumido en un clima de expectativas ocultador de un hecho b¨¢sico: Espa?a viv¨ªa y vive por encima de sus posibilidades. A la creaci¨®n de ese clima han contribuido, en mayor o menor medida, todos los sectores sociales: los ¨²ltimos Gobiernos de Franco. y los primeros de la Monarqu¨ªa, los empresarios, los obreros y sus centrales sindicales, y todos esos numerosos organismos y sectores econ¨®micos parasitarios que aprovecharon sus posiciones privilegiadas para reforzar sus prebendas y beneficios a costa de la estabilidad econ¨®mica.
Pues bien, ha llegado la hora de la verdad. Nos acercamos a la zona de peligro si alguien no cura pronto nuestra maltrecha econom¨ªa.
La habilidad del presidente Su¨¢rez en la reforma pol¨ªtica hizo concebir esperanzas de que, encarrilada ¨¦sta, se enfrentar¨ªa con igual habilidad con la situaci¨®n econ¨®mica. Lamentablemente no ha sucedido as¨ª. El planteamiento del presidente ha sido, m¨¢s o menos, el siguiente: encauzada la situaci¨®n pol¨ªtica se producir¨¢ una mejora espont¨¢nea de las expectativas econ¨®micas que permitir¨¢ aplazar la adopci¨®n de medidas impopulares hasta pasadas las elecciones.
Nos tememos que lo cierto haya sido lo contrario. La coyuntura econ¨®mica tiene una din¨¢mica propia en la cual las expectativas pol¨ªticas influyen muy lentamente. Nada m¨¢s perjudicial para la econom¨ªa, y para la fama de un pol¨ªtico, que la indecisi¨®n. Dejando aparte la escasa competencia t¨¦cnica de algunos ministros econ¨®micos, el presidente ha aparecido ante la opini¨®n como desconecedor de los resortes concretos que deb¨ªa pulsar en el terreno econ¨®mico. Pero hay m¨¢s: a¨²n cuando no lo crea, hoy el pa¨ªs intuye que s¨®lo una- pol¨ªtica econ¨®mica de austeridad puede salvarle del desastre y estar¨ªa dispuesto a seguir un liderazgo. en este sentido a condici¨®n de que se le tratara como adulto. Es decir, explic¨¢ndole cu¨¢l es la situaci¨®n exacta, cu¨¢les los caminos para salir del bache econ¨®mico y cu¨¢les los sacrificios necesarios y la forma de repartirlos justamente.
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