El torero que sab¨ªa dialogar
El primer toro remat¨® en un burladero nada m¨¢s aparecer en el ruedo e hizo saltar una astilla no se sabe a cu¨¢ntos metros de altura, Los pitones del toro, muy astifinos, como los de toda la corrida, obraron como la gubia de un escultor loco. Hubo entre el p¨²blico un clamor de sensaci¨®n, y ¨¦se ser¨ªa el ¨²nico que pudo o¨ªrse en toda la tarde. La segunda de feria, por culpa del ganado, tuvo poca historia.Los dos primeros salieron de dulce, espl¨¦ndidas embestidas las de ambos, uno sobre todo por el derecho, otro sobre todo por el izquierdo. Cort¨¦s, al toro de derechas, le hizo la faena que es habitual en este torero; una faena en cierto modo pulcra, t¨¦cnicamente ventajista (ya se sabe: perfil, pierna contraria atrasada, pico) y tremendamente fr¨ªa. Es Manolo Cort¨¦s uno de esos diestros de quienes no se explicar¨ªa por qu¨¦ no han llegado a mejores puestos en el escalaf¨®n taurino, si no fuera por la frialdad con que ejecuta las suertes. ?O ser¨¢ indolencia? El temperamento tambi¨¦n juega una importante baza en esta fiesta. Ah¨ª est¨¢n los dos ¨²nicos momentos en que se gust¨®, en sendos quites, y las ver¨®nicas tuvieron sentimiento.
Plaza de la Maestranza
Segunda de feria. Seis toros de Manuel Camacho, bien presentados, astifinos. Dos de espl¨¦ndida embestida, el resto reservones. El segundo, devuelto al corral por inv¨¢lido, sustituido por otro de la misma ganader¨ªa. Manolo Cort¨¦s: Palmas y saludos, Silencio. Gabriel Puerta: Aviso y palmas con salida al tercio. Silencio. Antonio Francisco Vargas: Ovaci¨®n y salida al tercio. Palmas.
Al toro de izquierdas, Puerta le tore¨® con entusiasmo. La res le brindaba un triunfo de clamor, y as¨ª lo debi¨® ver el espada, por el arrojo que derroch¨®, pero aquella embestida necesitaba algo m¨¢s que arrojo; necesitaba t¨¦cnica y sobre todo arte. Porque cuando un toro embiste entregado, el hocico por el suelo, sin un movimiento de vaiv¨¦n ni de derrote en la cabeza, y pasa con suavidad, y repite, y repite, todo lo que no sea t¨¦cnica depurada y el soplo de la genialidad queda al descubierto para restar m¨¦rito a la tarea.
El resto de la corrida fue una desesperaci¨®n. Al ganado nos referimos. El segundo de la tarde, jabonero claro y bonito, era tan inv¨¢lido que lo devolvieron al corral. Y los cinco restantes, sencillamente no embest¨ªan. Despu¨¦s de cumplir mal que bien en varas, llegaban al ¨²ltimo tercio reservones, la cara entre las manos, y los toreros les buscaban mil y una vueltas, porf¨ªas hasta el agotamiento; voces, ??Je, toro!?, pero como si se lo hicieran a un ¨¢rbol. Cort¨¦s y Puerta tuvieron un toro de estos para cada uno y aqu¨¦l se puso pesado con la muleta, mientras que ¨¦ste con lo que se pon¨ªa pesado era con el acero. Hay que ver lo mal que mat¨®.
Antonio Francisco Vargas, ese desconocido, que no habla toreado m¨¢s que el d¨ªa de su alternativa, ya hace de eso a?o y medio, breg¨® con el tercero de la tarde, y llev¨® todo el peso de la lidia y se arrim¨® hasta la exageraci¨®n. Pegada la res a tablas, all¨ª intent¨® muletazos imposibles y con la cuca ventaja de que la querencia del toro a los maderos era buena garant¨ªa para salvar su piel. Pero logr¨® suscitar discusiones en el tendido, que acrecieron cuando se puso de rodillas, a menos de un metro de los pitones, con total desprecio a ¨¦stos, para entablar un di¨¢logo con el p¨²blico: ?Que no, que s¨ª, que s¨ª, que no, que mata ya ese toro; que no lo mato yo. Que lo lleves a los medios. Que ni all¨¢, ni ac¨¢.? Est¨¢ claro que sabe dialogar (tiene m¨¢s experiencia de esto que de lidia). Creo que cay¨® simp¨¢tico Vargas, y ya es algo, despu¨¦s de a?o y medio a la espera de una oportunidad. Pero esa oportunidad no pod¨ªa ser ayer. El sexto sali¨® hecho otro marmolillo. Las escas¨ªsimas veces que acudi¨® a los cientos de cites con la izquierda o con la derecha, se paraba frente a la tripa del torero. Y menos mal que se limitaba a eso, a pararse, como si le diera un aire.
El rubio albero del coso del Baratillo no cabe duda,de que ha conocido mayores glorias, y que las conocer¨¢, en la feria reci¨¦n inaugurada, porque si no, arreglados est¨¢bamos afici¨®n, coso y feria. Pero, de todas las maneras, la corrida de todo aqu¨ª, buena o mala, siempre es un espect¨¢culo deslumbrante.
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