De la Cierva contesta a Bru
El se?or Bru, don Carlos Mar¨ªa, dedicados columnas largas en EL PAIS del martes de Pascua, para decir que mi art¨ªculo sobre la Iglesia y el Poder le tiene sin cuidado. Sin replicar con una sola raz¨®n a mis razones se limita a acumular falsedades e insultos contra m¨ª. Un procedimiento muy dem¨®crata y, sobre todo, muy cristiano.No le imitar¨¦ y replicar¨¦ con razones. Dice que jam¨¢s me atrev¨ª a denunciar al nacionalcatolicismo franquista; lea mi Historia de la guerra civil espa?ola tomo 1, p¨¢gina 482 (publicada en 1969); mi Historia b¨¢sica de la Espa?a actual (publicada en vida de Franco, y siendo yo director general), p¨¢ginas 486 y 498, entre otras muchas); mi Historia ilustrada de la guerra civil, p¨¢gina 212 de la quinta edici¨®n del tomo II, editada en 1972; y si el se?or Br¨² conoce el mundo cultural mejor que el hist¨®rico sabr¨¢ que los historiadores oficiales no suelen llegar a las quintas ediciones, ni vender doscientos mil ejemplares de sus libros. Y podr¨ªa a?adir a estas muestras centenares de citas.
Dice el se?or Bru que he dado tres versiones del bombardeo de Guernica; lo que he dado son varias aproximaciones (siete, en concreto) a medida que aparec¨ªan, en parte por mis propias investigaciones, nuevos documentos; hasta la versi¨®n definitiva sobre Guernica que publicar¨¦ en el pr¨®ximo n¨²mero de mi revista de Historia, debida al insigne historiador Jes¨²s Salas. No s¨®lo no he olvidado las horas de Franco en Casablanca, sino que he sido el primero en fijarlas definitivamente; cfr. mi biograf¨ªa de Franco, tomo I, p¨¢ginas 454-456.
Dice el se?or Br¨² que he dado gratuitamente ?la cifra de 14.000 ejecuciones en la postguerra cuando todos los historiadores, basados en datos estad¨ªsticos, entienden que fueron m¨¢s de cien mil?. Jam¨¢s he dado la cifra de 14.000 ejecuciones; mis datos se basan en an¨¢lisis de la documentaci¨®n de Salamanca, que no solamente no he monopolizado, sino que -como otros muchos dep¨®sitos- he abierto a todos los historiadores. ?Quiere una lista el se?or Bru? Por lo dem¨¢s, decir que todos los historiadores dan una cifra superior a cien mil para las ejecuciones de la postguerra supone no haber saludado a Ram¨®n Salas ni a Nadal, que son los ¨²nicos autores originales en tema tan escabroso. Los dem¨¢s se limitan, meramente, a la conjetura.
Demostrado as¨ª que el se?or Bru no ha le¨ªdo los libros que critica y que encontrar¨ªa serias dificultades en pasar un parcial de mi asignatura (?o es que mis dos c¨¢tedras por oposici¨®n tambi¨¦n son una prebenda oficial?) desaf¨ªo al se?or Br¨² a que aduzca la cita en que seg¨²n ¨¦l utilizo la palabra contubernio para describir su viaje a Munich, en 1962. Sobre mi ejercicio de censura informativa dejo que los lectores elijan entre la acusaci¨®n gratuita del se?or Bru y el escrito, publica do el d¨ªa de mi cese en toda la prensa espa?ola, ?en homenaje a Ricardo de la Cierva por su pol¨ªtica del libro abierta, inteligente y liberal?, firmado por quinientas personas del mundo de la cultura, entre ellos, dos docenas de miembros activos de la oposici¨®n democr¨¢tica.
Me atribuye, el se?or Bru, un siniestro designio contra la formaci¨®n de una Democracia Cristiana en Espa?a. Todo lo contrario. Lo que me preocupar¨ªa es que la Democracia Cristiana espa?ola -cuya formaci¨®n he sido el primero en pronosticar, hace ya a?os- estuviese orientada por criterios pol¨ªticos como los que parecen guiar al se?or Bru; que s¨®lo ofrece un absurdo fanatismo antifranquista, a la vez que proclama, despu¨¦s de insultar a los dem¨¢s, su inquietud evang¨¦lica. De tales evangelistas, l¨ªbranos Se?or. En su torpe alegato, donde no s¨¦ si asombrarme m¨¢s de su ignorancia hist¨®rica o de su infantilismo pol¨ªtico, lo que realmente me preocupa es que se atreva a llamarme inteligente ?Qu¨¦ habr¨¦ hecho?
Termino con la rotunda afirmaci¨®n de que no he sufrido conversi¨®n alguna en m? coche oficial; que no repudio ni uno solo de mis libros ni actuaciones p¨²blicas; quiz¨¢ porque no dispongo, como los correligionarios del se?or Bru, de un equipo para colaborar con la dictadura y otro para controlar la democracia. Pero el se?or Bru nos ha rendido un gran favor en ¨¦poca preelectoral: nos ha mostrado, con su rabieta ingenua, los peligros de etiquetar como cristianas tan originales actitudes y opiniones.
Nada me ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil que replicar a sus insultos personales con ataques personales. Sabe muy bien el se?or Bru que, en el caso concreto suyo, esa l¨ªnea de ataque ser¨ªa, no solamente sencilla, sino hasta regocijante. Pero como no soy pol¨ªticamente cristiano renuncio a lo personal; y limito a desnudar, con razones, su exhibici¨®n de agresiv?dad.
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