Contra las bebidas energ¨¦ticas
La juventud bajo el reinado del anabolizante, pese a tener un universo a su disposici¨®n, no deber¨ªa renunciar al criterio propio

Cuando uno ve las estanter¨ªas de las tiendas de ocasi¨®n repletas de las mal llamadas bebidas energ¨¦ticas comprende muchas cosas. El mundo es en cierta manera el producto de lo que beben sus j¨®venes. Ha habido ¨¦pocas en las que la Coca-Cola representaba la conquista de un espacio idealizado, edulcorado y algo cursi. La chispa de la vida reflejaba una inocencia fabricada al gusto de la cultura del sue?o al alcance de la mano. Al costado quedaba una tradici¨®n familiar del vino en porr¨®n con gaseosa, cuando los chicos se hac¨ªan mayores a golpes de comuni¨®n y se fumaban los primeros cigarrillos en la boda de un primo con la aquiescencia de los mayores. Luego empezaron que si las sales minerales para una juventud sudada y falsamente sana, las sangr¨ªas y el calimocho cuando las fiestas regionales impon¨ªan su obligatoriedad. Y ahora nos hemos instalado en las bebidas energ¨¦ticas, esas que tienen en la lata pintadas las llamas de un tubo de escape de moto tuneada. Las bebidas energ¨¦ticas responden a una era en que hasta la diversi¨®n es una forma de trabajo regulada y el culto al dinero se ha cambiado por el culto a la criptomoneda. En el reinado de la coca¨ªna no resulta raro que estas bebidas, m¨¢s que reconstituyentes directamente constituyentes, hayan seducido a los j¨®venes. A¨²n m¨¢s en una ¨¦poca en que la juventud se extiende exactamente hasta los 43 a?os de edad.
Por esas cosas de la aritm¨¦tica existencial, si hemos alcanzado una esperanza de vida de 86 a?os lo adecuado es considerar que la mitad corresponde a la juventud y el resto a la vida adulta. La bebida energ¨¦tica la ves en la mano de j¨®venes ya sea como estimulante para prolongar la noche que como pilar de resistencia a las jornadas de trabajo precario. No es raro ver pegarle un trago de ese falso refresco al repartidor exhausto, al empleado que va de visita en visita a golpe de wasap y hasta esos adscritos al deporte de desgaste como garant¨ªa de un buen porte. Es evidente que las chicas nos son tan esclavas de este nuevo h¨¢bito, por lo que empieza a ser natural que se destaquen por instruidas, civilizadas y racionales. La bebida energ¨¦tica tiene mucho de esclavitud autoinducida. Uno empieza a entender que la pol¨ªtica desmesurada, los liderazgos t¨®xicos, las tertulias descabelladas y el insulto en redes tiene mucho que ver con la sobredosis de estos l¨ªquidos fibriladores.
Los fieros tigres, el machirulismo de manada y la mentalidad de moto sin silenciador andan desbocados por nuestras calles. Una raci¨®n de tila y relajante no le vendr¨ªa mal a tanta testosterona desmadrada. No hay ingenuidad desinformada ante este consumo desbocado, sino m¨¢s bien una lectura acorde al signo de los tiempos. En el estante del badulaque crecen las marcas de estas bebidas, pero no hay espacio para la libre elecci¨®n, todas son lo mismo. La juventud bajo el reinado del anabolizante, pese a tener un universo a su disposici¨®n, no deber¨ªa renunciar al criterio propio, a la resistencia personal y entregarse a consumir lo decretado y someterse al gusto impuesto sin apenas disidencia. Ya tenemos algo peor que el botell¨®n y es esta sublimaci¨®n de la energ¨ªa f¨ªsica, del torito en ch¨¢ndal. Ser¨ªa bueno que los chavales se reencontraran con el est¨ªmulo de la perspicacia y huyeran de la democratizaci¨®n por abajo. Nos hallamos ante una crisis de modelo en donde falta escuchar m¨¢s a los abuelos y menos al bocazas de la pandilla.
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