Prokofiev y Espa?a
Parece una constante el acercamiento entre los m¨²sicos rusos y Espa?a. A partir del mismo iniciador del nacionalismo en Rusia, Michael Glinka, el inter¨¦s de los compositores del extremo este de Europa por las cosas del extremo Oeste apenas decae. Incluso se podr¨ªa decir que el nacionalismo espa?ol y el ruso se inician con un par de obras de Glinka: la Jota aragonesa, y Una tarde de verano en Madrid
Las compuso el autor de La vida por el zar sobre la base de apuntes que se llevara de nuestra patria despu¨¦s de convivir con nuestra m¨²sica folkl¨®rica, escuchar a nuestros cantaores y guitarristas y entrar en contacto con algunas figuras del ambiente musical espa?ol. Pedrell, en su Cancionero da cuenta de los viajes de Glinka, y Falla recoge la informaci¨®n y el fen¨®meno en su folleto sobre el Cante jondo. La edici¨®n sovi¨¦tica de las memorias de Glinka incluye tambi¨¦n todos los aires anotados por el compositor durante sus viajes espa?oles. Es curioso constatar que, entre ellos, figura uno titulado Marcha popular espa?ola, anotado un poco defectuosamente y que no es otra que la Marcha real. A su regreso a Rusia, Glinka regal¨® este apunte a Balakirev, quien compuso una obertura sobre el tema que, al menos por lo que el hecho tiene de curioso, deb¨ªa conocerse aqu¨ª.Despu¨¦s, un Rismky Korsakof, un Borodin, un Cui, un Glazunov y as¨ª sucesivamente se ocupan en la composici¨®n de diversas partituras sobre tem¨¢tica espa?ola, h¨¢bito que contin¨²a hasta nuestros d¨ªas con Shosakovitch, Mansurian, Salmanov, Molchianov o Kalson, por citar algunos al azar. Motivo preferente deb¨ªa ser y es Granada y ritmo preferido el del bolero. Han menudeado tambi¨¦n las armonizaciones de melod¨ªas populares y la composici¨®n original de canciones sobre nuestros poetas, Garc¨ªa Lorca y Alberti, sobre todo.
Entre la larga producci¨®n de Prokofiev no aparece el tema espa?ol, lo que de ninguna manera quiere decir desinter¨¦s o falta de lazos con Espa?a. Para empezar, debemos recordar su matrimonio con una cantante, Carolina Codina, que utiliz¨® el nombre art¨ªstico de Lina Llubera, hija de padre espa?ol y madre rusa. Prokofiev y Lina se conocen en 1918 y se casan en 1923. Ella es destinataria y primera int¨¦rprete de las canciones op. 36. Practicaba la religi¨®n evang¨¦lica, seg¨²n consta en el pasaporte expedido en su momento por el c¨®nsul espa?ol de Mil¨¢n y si no la conversi¨®n, s¨ª logr¨® de su marido un agudizado inter¨¦s por cuanto al reformismo se refiere.
Falla y Prokofiev: dos cartas in¨¦ditas
Mantuvo Prokofiev cierta amistad con Manuel de Falla, presidida por un signo admirativo por parte de ambos. En febrero de 1934, Prokofiev escribe a Falla:
Mi querido maestro y amigo: Este oto?o hice un viaje a Rusia, en donde he podido ver que los j¨®venes compositores se interesan mucho por sus obras. Desgraciadamente, no conocen las ¨²ltimas y tampoco las pueden adquirir, ya que la transferencia de moneda extranjera est¨¢ absolutamente prohibida.
Dentro de un mes espero volver a Mosc¨², por lo que me dirijo a usted rog¨¢ndole me env¨ªe (o pida a su editor que lo haga) algunas de sus partituras de orquesta o piano, a fin de llevarlas personalmente y entregarlas en la Biblioteca de la Uni¨®n de Compositores de Mosc¨². Sus servicios son muy utilizados y creo que ¨¦sta ser¨¢ la mejor manera de dar a conocer sus composiciones a los m¨²sicos rusos.
Muchas gracias por anticipado. Esperando que todo le vaya bien, le ruego acepte mis sentimientos m¨¢s cordiales y devotos.
Sergio Prokofiev.
La carta, enviada a Granada, tarda algo en llegar, pues Falla reside, por aquellas fechas, en Palma, adonde hab¨ªa ido a buscar paz y sosiego, turbados en la ciudad del Darro y el Genil por la, primera invasi¨®n de los ?altavoces? instalados en ferias y festejos. La respuesta tiene fecha de 2 de marzo, y dice as¨ª:
Querido amigo: Reexpedida de Granada, me llega su amable carta. No teniendo aqu¨ª ejemplares, he pedido a las casas Eschig y Chester que se los env¨ªen, feliz de poder corresponder a su amistad, que me es tan querida por tantas razones, y al inter¨¦s, que estimo altamente, de los j¨®venes amigos de Mosc¨².
En el caso de que el env¨ªo no le llegue tan pronto como deseo (de lo que no estoy completamente seguro), le ruego haga las oportunas reclamaciones a mis editores.
Cordialmente suyo,
Manuel de Falla
Le ruego transmita a Mme. Prokofiev mis mejores homenajes.
Prokofiev, en Espa?a
Tengo ante mi vista algunos programas de la tourn¨¦ de Prokofiev, en compa?¨ªa del violinista Robert Soetens, realizada por Espa?a para actuar, preferentemente, en asociaciones de cultura musical. Se llev¨® a cabo tal gira a finales de 1935, con arreglo al siguiente programa: Primera parte: Sonata op. 14 y Visiones fugitivas (Prokofiev). Segunda parte: Sonata en la mayor, Haendel (Soetens-Prokofiev) y Chacona, de Bach (Soetens). Tercera parte: Sonatina op. 59, Cuentos de la abuela y sugesti¨®n diab¨®lica, de Prokofiev, y Sonata para viol¨ªn y piano, de Debussy (Prokofiev-Soetens). La cr¨ªtica fue siempre favorable, aunque hizo especial hincapi¨¦ en la categor¨ªa de? pianista. ?Su t¨¦cnica es verdaderamente sorprendente -escribe la Revista Musical Catalana- Hace cosas admirables y toca con ritmo y de manera ardiente. Sus dedos no fallan jam¨¢s.?
Precisamente, para Soetens escribe Prokofiev su Segundo concierto violin¨ªstico, op. 63, cuyo estreno mundial tiene lugar en Madrid el primero de diciembre de dicho a?o, protagonizado por Soetens y la Orquesta Sinf¨®nica, bajo la direcci¨®n de Arb¨®s.
Habr¨ªa que aludir, como siempre, a la atenci¨®n temprana dispensada a la m¨²sica de Prokofiev por Ricardo Vi?¨¦s, el gran leridano. Fue ¨¦l quien descubri¨® la m¨²sica del ruso a su disc¨ªpulo parisiense Francis Poulen, en 1916. Sarcasmos, las piezas op. 4 y la segunda sonata fascinan al m¨²sico de los Seis. ?Recuerdo con emoci¨®n a Vi?es -escribe Poulenc en sus memorias- descifrando esas obras con aquella pasi¨®n que pon¨ªa en el descubrimiento de toda m¨²sica nueva.?
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