De nuevo, el arte en la Maestranza
Plaza de la Maestranza. Cuarta de Feria. Toros de Carlos N¨²?ez, desiguales de presentaci¨®n, con casta, varios tambi¨¦n con bravura y, salvo el tercero, nobleza. Curro Romero: dos orejas. Pitos. Paquirri: Oreja y dos vueltas. Dos orejas. Manzanares: Palmitas. Oreja.
?Quietos todos! Que no se mueva nadie. Sentarse y que no cunda el p¨¢nico. Y preparados, porque el coraz¨®n podr¨ªa no soportar las emociones que se deducir¨¢n de este relato. Empecemos: Curro Romero, en la Maestranza. Mi Curro de durse, con un terno verde y oro que no se pu¨¦ aguant¨¢ de bonito y de torero. Y ah¨ª va Curro, arrastrando indolentemente su sino, personalidad arrebatadora, con un capotillo que cabr¨ªa en la palma de la mano, para dibujar el apunte de dos ver¨®nicas y media.Y con la muletilla -no hace falta explicar con qu¨¦ empaque, con qu¨¦ garbo-, unos derechazos que son pinceladas de arte, unos naturales a¨²n mejores...
-Oiga. ?Y el toro?
-?Qu¨¦ toro? Yo no vi el toro. Bueno, ser¨ªa esa cosa negra que aparec¨ªa y desaparec¨ªa metida en los vuelos escarlata, para locura del currismo y poner el romero a precio de langostino.
Pero eso no era nada comparado con lo que vino despu¨¦s; como remate de los naturales, un ayudado a dos manos y un kikirik¨ª, que no fueron pases, sino, estampas de la a?eja tauromaquia. Y un molinete, con achuch¨®n y todo, para que se le fuese un poco el color de la cara al artista. Y unos toques de pit¨®n a pit¨®n. Y un desplante ?ese garbo, que no se pu¨¦ aguant¨¢!, y un gesto con el brazo, como queriendo decir ?te daba yo as¨ª ... ?. Y una estocada: ?una!
La Maestranza entregada, el currismo tarumba, a¨²n Curro hizo un quite por ver¨®nicas que ten¨ªan m¨²sica, con media que son¨® a marcha real. Pero su otro toro, incierto por el derecho (aunque cierto por el izquierdo), le gust¨® tan poco que lo tronch¨® doblada va, doblada viene, y se lo quit¨® de en medio a pellizcos. As¨ª fue ayer y as¨ª es Curro, l¨ªder a perpetuidad del currismo, capricho del baratillo.
Y ya se puede respirar, aunque no descuidarse demasiado por que el resto de la corrida fue tambi¨¦n de sensaci¨®n. Salvo los dos primeros toros, que m¨¢s que toros eran babosillas, los dem¨¢s tuvieron casta; acud¨ªan a los caballos de lejos, como flechas y con codicia. Nada de borregos, aunque fuesen carlosn¨²?ez; reses vivaces, con nobleza casi todas , a las que era necesario torear, en su m¨¢s amplio sentido. Las lidiaron muy bien, las picaron por derecho y arriba. Agust¨ªn P¨¦rez, de la cuadrilla de Curro, ejecut¨® la suerte a la perfecci¨®n y se gan¨® una de las muchas y grandes ovaciones de la tarde.
Paquirri
Paquirri le hizo al segundo una faena larga y aseada. Y al quinto, al que banderille¨® con su habitual alarde de facultades, le tore¨® en el centro del ruedo con gusto y con reposo. Tuvo unidad y sabor en el trasteo. Hab¨ªa altibajos, porque este diestro, que va hacia la madurez, y que conseguir¨ªa mejores resultados si se preocupara de depurar su estilo, intuye, pelro no siempre alcanza los l¨ªmiles de calidad y hondura que tiene el toreo. De todas formas, cuaj¨® unos naturales de frente, derechazos y pases de pecho, de impecable factura. Mat¨® de dos estoconazos y su triunfo fue de apoteosis.
El m¨¢s bronco y serio de la corrida le toc¨® a Manzanares y ali?¨®, dando tirones por toda la plaza. Algo verdaderamente descorazonador. Al sexto lo devolvieron al corral por supuesta cojera, y el sobrero, tambi¨¦n del N¨²?ez, que tom¨® un primer puyazo totalmente entregado, lleg¨® al ¨²ltimo tercio noble y codicioso. Hab¨ªa que ganarle la pelea, porque, como ya queda dicho, no era un borrego, y Manzanares se la gan¨® en unos derechazos largos. Con la izquierda se limitaba a acompa?ar el viaje, y por no mandar, el toro se le echaba encima. Pero nuevamen¨ªe sobre la derecha lig¨® dos tandas de gran temple, erguida la planta, embebido el toro en la muleta. De nuevo el arte en el albero rubio de la Maestranza, y el p¨²blico, en un delirio. Como mat¨® de bajonazo, descarado perdi¨® la segunda oreja, que se ped¨ªa por aclamaci¨®n. La tarde acababa as¨ª en apoteosis, como hab¨ªa empezado. La corrida de ayer fue un gran espect¨¢culo que nos reconciliaba a todos con la fiesta. Y eso que el toreo a¨²n es m¨¢s, mucho m¨¢s, que cuanto hicieron -y bueno- los tres espadas.
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