La hora dif¨ªcil
ACABAN DE aprobarse dos cr¨¦ditos internacionales que servir¨¢n al Gobierno democristiano que preside Andreotti para comenzar la ¨ªmproba tarea de poner en orden una de las econom¨ªas m¨¢s d¨¦biles de la Europa occidental: la italiana. Despu¨¦s de las arduas negociaciones con los sindicatos y contando una vez m¨¢s con Berlinguer y sus eurocomunistas, Andreotti pudo aceptar las condiciones realmente severas, que el Fondo Monetario Internacional exig¨ªa para conceder 530 millones de d¨®lares a Italia. Dicho pr¨¦stamo era doblemente importante, pues constitu¨ªa la puerta para otro de quinientos millones que la Comunidad Econ¨®mica Europea s¨®lo estaba dispuesta a conceder si las negociaciones con el Fondo llegaban a buen puerto. Los objetivos del pr¨¦stamo tienen, por desgracia, un aire familiar para la econom¨ªa espa?ola. Se trata, dec¨ªa el memor¨¢ndum del Fondo, de ?reducir dr¨¢sticamente el d¨¦ficit por cuenta corriente de la balanza de pagos italiana y cortarla inflaci¨®n?. En las discusiones de la misi¨®n del Fondo con los representantes de diversos ministerios y organismos italianos qued¨® claro que las condiciones para lograr esos (los fines prioritarios supon¨ªan un giro completo en la pol¨ªtica econ¨®mica que los ¨²ltimos Gobiernos hab¨ªan estado practicando. En un pa¨ªs caracterizado por una administraci¨®n p¨²blica m¨¢s ca¨®tica, si cabe, que la espa?ola, con un sistema fiscal menos respetado a¨²n que el nuestro, donde proliferan empresas nacionalizadas que no se sabe con qu¨¦ criterios act¨²an ni d¨®nde emplean los fondos que tan necesarios y productivos ser¨ªan en otras partes, que ha perdido posiciones en los mercados mundiales y puya moneda se ve envuelta en crisis peri¨®dicas de desconfianza propia y ajena, que vive con una deuda externa de m¨¢s de 20.000 millones de d¨®lares, recortar el d¨¦ficit exterior y poner coto a la inflaci¨®n son tareas casi imposibles, a pesar de su aparente sencillez.
Acaso por ello, y convencido de que nada se lograr¨ªa si las llamadas a la austeridad se hac¨ªan desde el interior, Andreotti parece haber preferido la vieja t¨¢ctica consistente en presentar c¨®mo necesidad rubricada por los m¨¢ s respetables areopagos exteriores, lo que las mentes sensatas de no pocos ciudadanos de su pa¨ªs hab¨ªan preconizado desde hace varios a?os. El caso es que el plan se ha aprobado, el Fondo y los amigos europeos va a comenzar a desembolsar los d¨®lares, e Italia tiene poco m¨¢s de a?o y medio para llevar a cabo una pol¨ªtica econ¨®mica de austeridad, cuyo rasgo m¨¢s. llamativo es la ?obligaci¨®n? de reducir la tasa anual de inflaci¨®n del 22 % actual al 13 % a finales de 1978.
El hecho en s¨ª constituye una noticia con inter¨¦s propio, pero a poco que se reflexione y compare las situaciones, en muchos aspectos paralelas, de las econom¨ªas italiana y espa?ola, se captar¨¢ una cierta moraleja al estilo de los viejos fabulistas del siglo XVIII, que no conviene dejar escapar. Los problemas econ¨®micos de esta Espa?a de transici¨®n son tantos y tan graves como los italianos, con el inconveniente de que nuestra democracia no puede compararse a la de la rep¨²blica alpina, ni tenemos amigos tan dispuestos a ayudar como los tienen ellos.
Queda, eso s¨ª, la ilusi¨®n de que la proximidad y la semejanza del ejemplo puede servir como lecci¨®n que no caiga en saco roto. En m¨¢s de una ocasi¨®n hemos llamado la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, y de los responsables econ¨®micos del Gobierno que quer¨ªan leernos, sobre la dram¨¢tica situaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola y sobre el flaco favor que se le hac¨ªa rehuyendo la adopci¨®n de unas decisiones impopulares, pero imprescindibles. El pueblo espa?ol es perfectamente consciente de la grave situaci¨®n por la que se atraviesa y estar¨ªa dispuesto a respaldar un programa de saneamiento econ¨®mico si se le explica su necesidad, se le razona su alcance y se le asegura que el reparto de las cargas va a ser de verdad equitativo. El no hacerlo as¨ª es raz¨®n m¨¢s que suficiente para distinguir al pol¨ªtico del estadista.
En el pr¨®ximo viaje del presidente Su¨¢rez a Estados Unidos, los temas econ¨®micos van a cobrar relevancia. Pero aun contando con la buena voluntad? de la Administraci¨®n Carter, el mayor ¨¦xito que Su¨¢rez est¨¢ en condiciones de lograr con una econom¨ªa como la espa?ola en la actualidad es la promesa de pr¨¦stamos internacionales por parte de la gran banca americana. Pero ello va a exigir la intervenci¨®n -la censura de cuentas podr¨ªa decirse- del Fondo Monetario, como condici¨®n para ?empezar a hablar?.
Ahora, ante la recta final de las elecciones, parece imp¨®sible pensar que nadie se va a ocupar de la econom¨ªa. Todos pagaremos la factura y la, pagaremos m¨¢s cara. Es inevitable, por tanto, que en unos pocos meses veamos descender en Barajas a los funcionarios del Fondo, con un plan draconiano de austeridad en su cartera y el aire de impecable seguridad del que se sabe llamado y en posici¨®n de dictar condiciones. Entonces, y una vez m¨¢s, existir¨¢ motivo para reflexionar con un cierto deje de amargura sobre qu¨¦ se debe entender por soberan¨ªa nacional.
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