Una primavera c¨¢lida: Carter y sus intelocutores se "extra?an" mutuamente
Estaba terminando -imaginemos- la primavera de 1977. Los espa?oles hab¨ªan elegido por sufragio universal un Parlamento.Parec¨ªa normal que, al cabo de casi medio siglo de dictadura, tuviese naturaleza de constituyente. El asunto no estaba, sin embargo, claro. El Gabinete del audaz, imaginativo y por tantos conceptos merecedor del apoyo de sus conciudadanos Adolfo Su¨¢rez no hab¨ªa clarificado suficientemente la cuesti¨®n. Se daba as¨ª el curioso caso -asombroso desde el punto de vista de los observadores extranjeros- de que, no obstante los resultados inequ¨ªvocamente antitotalitarios del refer¨¦ndum del 15 de diciembre de 1976, y de que Espa?a hab¨ªa obtenido carta de naturaleza de naci¨®n europea y occidental -su soberano era recibido en todas las capitales del mundo libre como representante de una naci¨®n amiga y af¨ªn-, los franquistas de Alianza Popular -y los otros-, continuaban expres¨¢ndose en t¨¦rminos de beligerantes de guerra civil.
El se?or Fraga Iribarne -por ejemplo-, y ello a pesar de que las autoridades prohibieron aquel d¨ªa todas las manifestaciones de car¨¢cter p¨²blico, lleg¨® a hablar el 14 de abril, en Alicante, de los ?derrotados? en 1939... ?Estar¨ªa bueno -dijo en tono fachendoso de palad¨ªn de gran tragedia nacional- que viniesen ahora a imponemos su criterio...?
Carter, at¨®nito
En la primera quincena de mayo los ?grandes? del Occidente industrializado y la comunidad econ¨®mica europea celebraron en Londres una ?cumbre?. El presidente Jimmy Carter tom¨®, por vez primera desde su entrada en la Casa Blanca, contacto directo con el mundo exterior. En la intimidad de su entourage se mostr¨® at¨®nito de que los dem¨¢s l¨ªderes de Occidente no compartiesen su moral pol¨ªtica de predicador de la Iglesia Baptista Reflejada de Plains (Georgia, USA). Por su parte, sus interlocutores occidentales u occidentalizados -el Jap¨®n hab¨ªa sido uno de los protagonistas del gran encuentro a orillas del T¨¢mesis- no disimularon demasiado el estupor que les suscitaron algunos de los conceptos del magistrado supremo de la primera potencia de nuestro tiempo con respecto a la forma de afrontar y tratar de resolver los grandes problemas planetarios. Cuando lleg¨® el momento de abordar los relativos al, Africa, result¨® que ni la presidencia USA ni su Departamento de Estado dispon¨ªan en realidad de un verdadero experto en asuntos africanos. S¨®lo el embajador de Washington ante las Naciones Unidas, el pastor -baptista- Andrew Young, lanzaba con frecuencia ideas, m¨¢s o menos, precisas sobre lo que estaba ocurriendo o pod¨ªa ocurrir despu¨¦s en la regi¨®n austral del continente ar¨¢bigo negro. La singularidad y el anticonformismo de Young inquietaban en muchos centros nerviosos del Occidente liberal. Incluso en el Department of State y, desde luego, en el Pent¨¢gono.Los que se hab¨ªan dejado seducir por supersonalidad constataban que sus actitudes no eran aprobadas por la gran masa de la opini¨®n americana. En fin de cuentas, el embajador Young era un outsider de la diplomacia de su pa¨ªs. Tambi¨¦n lo era el propio Carter en el contexto de la pol¨ªtica americana y en la escena universal. Todo ello cre¨® cierto ambiente de desconcierto en la ?cumbre? de Londres. Los profesionales se hab¨ªan puesto algo nerviosos pese a su flema tradicional.En junio, Brejnev debi¨® visitar a Giscard d'Estaing. Habr¨ªan tenido serios problemas que discutir: de un lado, Par¨ªs considera, con desasosiego la expansi¨®n sovi¨¦tica en Africa meridional, en el Atl¨¢ntico del sur y en el Oc¨¦ano Indico. Cuando el tema se trat¨® entre partenaires de la OTAN, en Londres, tras haber considerado en t¨¦rminos m¨¢s bien inconclusos las materias econ¨®micas -las energ¨¦ticas, sobre todo-, los delegados de Par¨ªs no disintieron de las conclusiones pesimistas de sus aliados. Sin embargo, en el comunicado final no se aludi¨® al asunto, ni tampoco a la ayuda que Francia hab¨ªa prestado a Mobutu y a las tropas marroqu¨ªes que hab¨ªan acudido a luchar por ¨¦l al sur de Zaire en abril. S¨®lo se pusieron de relieve las relaciones privilegiadas entre el El¨ªseo y el Kremlin. Lo que no dej¨® de provocar contrariedad, como en los tiempos de Kissinger, en el Washington evangelistizado de Jimmy Carter.
En Belgrado, una situaci¨®n enojosa
En fin, igualmente en el mes de junio, precisamente el d¨ªa en que los espa?oles hab¨ªan acudido, al cabo de m¨¢s de cuarenta a?os de tutela dictatorial, a las urnas, se iniciaron en Belgrado los trabajos de la conferencia encargada de comprobar c¨®mo los pa¨ªses signatarios del acta final de la CSCE, celebrada en Helsinki dos a?os antes, hab¨ªan respondido a los compromisos contra¨ªdos. Para Yugoslavia, la situaci¨®n resultaba enojosa, los occidentales insist¨ªan en que se trasformasen en realidades los postulados de la llamada Tercera Corbeille, libre circulaci¨®n de ideas, informaciones y personas. Tito, art¨ªfice de la primera revuelta contra Stalin y precursor del cisma en el que m¨¢s de treinta a?os despu¨¦s iban a incurrir los eurocomunistas, no se mostraba lo suficientemente liberal con personajes como Milovan Djilas, que hasta 1954 fue su m¨¢s ¨ªntimo colaborador, ni con el profesor Mihailov, condenado a siete a?os de c¨¢rcel en febrero de 1975. Ambos hab¨ªan apoyado y elogiado con entusiasmo la iniciativa del presidente Carter de moralizar la diplomacia mediante la inclusi¨®n de los derechos del hombre en la pol¨ªtica internacional.As¨ª estaban, o pod¨ªan estar, los problemas mundiales en el momento en que, por razones de tiempo y espacio, suspendemos nuestros apuntes hasta la pr¨®xima semana. No pondremos punto final al trabajo sin estas reflexiones: un pa¨ªs de partido ¨²nico, de r¨¦gimen de dictadura, cuyos poderes monopolizan la informaci¨®n, ?es el m¨¢s representativo para albergar un concilio internacional que debe dictaminar sobre las lealtades o las deslealtades respecto a sus compromisos de los estados signatarios de la carta de Helsiki?
Los eurocomunistas de Italia, de Francia y de Espa?a, que aunque disconformes con el absorcionismo de Mosc¨² no han abierto contra la URSS el violento fuego dial¨¦ctico que inici¨® Jos¨¦ Broz en la d¨¦cada de los cincuenta, ?se manifestar¨¢n, cuando les llegue la hora de probarlo, algo m¨¢s pluralistas que Tito, jefe de un Estado comunista que, ya lo hemos visto con toda claridad, no es gobernante comunista como los otros?...
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