Glosa al presidente
Presidente de UNE, federada en Alianza Popular
El discurso del presidente del Gobierno, que constituye su presentaci¨®n electoral, merece algo m¨¢s que una cort¨¦s felicitaci¨®n; exige un sincero an¨¢lisis. No pretendo agotar tan extenso documento, sino s¨®lo glosar alg¨²n punto esencial:
1. ?Concurro -ha dicho- a las elecciones sin privilegio alguno de organizaci¨®n.? Pero participar en las elecciones desde la Presidencia del Gobierno es, sin duda alguna, hacerlo desde la posici¨®n pol¨ªtico-administrativa m¨¢s privilegiada que cabe concebir. Ese ha sido siempre el ideal de los candidatos de todos los pa¨ªses, y muy singularmente de los de Espa?a, en donde los resultados electorales casi siempre han coincidido con el color gubernamental. El presidente ha comenzado disponiendo de 35 minutos de la televisi¨®n para rehacer su imagen ante los electores. Luego las im¨¢genes se han vuelto a transmitir con reiteraci¨®n. ?Se ofrecer¨¢ id¨¦ntica oportunidad a todos los candidatos de las pr¨®ximas elecciones? ?Habr¨¢ uno solo entre ellos al que los medios informativos oficiales hayan dedicado la cent¨¦sima parte del espacio que han consagrado al presidente en las ¨²ltimas semanas? Puede afirmarse con certeza que la privilegiada situaci¨®n del presidente en el plano informativo le coloca a enormes distancias de sus dem¨¢s competidores. El presidente dispone de las emisoras nacionales, de la televisi¨®n, de la que fue Prensa del Movimiento, y ¨¦l es quien ha designado o mantenido en su puesto al aparato dirigente de la Administraci¨®n nacional y comarcal. ?Qu¨¦ candidato se encuentra en una posici¨®n comparable? En las actuales circunstancias excepcionales, un presidente del Gobierno tiene recursos tan extraordinariamente superiores a las de los dem¨¢s hombres p¨²blicos que en realidad se mueve en otra dimensi¨®n. Si el presidente desea no contar con m¨¢s privilegios que aquellos important¨ªsimos de que ya ha dispuesto ampliamente, s¨®lo tiene un camino: presentar su dimisi¨®n al Rey.
2. Como b¨¢sico argumento para justificar la legalizaci¨®n del PCE, el presidente ha expresado su deseo de ?que no haya ni una sola nota discordante entre la realidad social y la realidad legal del pa¨ªs?. Pero si esto fuese as¨ª, ?por qu¨¦ no se ha legalizado a todos los partidos?, ?por qu¨¦ no se legalizan realidades sociales como la morfinoman¨ªa, el aborto, el hurto, el homosexualismo, el separatismo, el anarquismo, etc¨¦tera? Si toda realidad social debiera ser legalizada, no existir¨ªa el Derecho, y menos todav¨ªa el penal. En la vida de las sociedades siempre existe una distancia entre el deber legal y la realidad efectiva. Las normas no se promulgan para reconocer por escrito lo que hacen los hombres, sino para todo lo contrario, para encauzar los comportamientos y evitar su desviaci¨®n. La tesis en la que se pretende apoyar la legalizaci¨®n del PCE entra?ar¨ªa la liquidaci¨®n del orden moral y jur¨ªdico y, consecuentemente, la desaparici¨®n del Estado. El argumento ya hab¨ªa sido manejado en algunos m¨ªtines, pero sorprende que pueda ser suscrito a nivel de la soberan¨ªa.
La mutaci¨®n del PC
3. Ha dicho el presidente que ?en el verano de 1976... todos entendimos que el Partido Comunista, tal y como se presentaba en aquellas fechas, quedaba... excluido de la legalidad. Pero... ?qui¨¦n puede negar que fuerzas pol¨ªticas que entonces estaban marginadas hoy optan por participar en la normalidad??. Desde la aparici¨®n del comunismo, en 1848, este tipo de movimientos ha actuado con una fidelidad casi monol¨ªtica al pensamiento marxista y al de sus ep¨ªgonos, Engels y Lenin. ?Qui¨¦n puede suponer que en los meses transcurridos desde el ¨²ltimo verano el PCE haya sufrido esa mutaci¨®n que no ha sido capaz de hacer ning¨²n partido comunista del mundo? Al contrario, el PC es el que presenta una imagen m¨¢s inamovible de cuantas formaciones comparecen en la vida p¨²blica espa?ola; su presidente y su secretario general son los mismos de hace cuarenta a?os, y no han renunciado ni a nada de su pasado, ni a ninguno de sus escritos. Si alguien permanece f¨¦rreamente fiel a s¨ª mismo es el PCE. ?En. d¨®nde est¨¢n esas transformaciones fundamentales? El PCE no se ha movido, quien se ha desplazado es el presidente.
4. Tambi¨¦n se ha dicho que la legalizaci¨®n del PC se ha hecho por ?patriotismo, porque el servicio que en estos momentos nos exige Espa?a es aclarar las reglas del juego y numerar a los participantes?. Pero no a todos, sino s¨®lo a aquellos cuyo historial demuestre que han respetado las reglas. La funci¨®n arbitral consiste precisamente en permitir la entrada al campo de ciertos jugadores, y no de todo espont¨¢neo que quiera saltar a la cancha. No veo relaci¨®n de igualdad entre el patriotismo y la legalizaci¨®n del PCE. Durante decenas de a?os, millones de espa?oles han pensado, con raz¨®n, lo contrario.
5. ?Mal podr¨ªamos mirara nuestro futuro de concordia si dej¨¢semos que hubiese una acci¨®n pol¨ªtica socavando los cimientos en lugar de, sacarla con todos los derechos, pero tambi¨¦n con todas las obligaciones, a la luz del d¨ªa.? Y a?adi¨®: ? ?No es cierto que ha llegado la hora de eliminar la clandestinidad como procedimiento habitual de acci¨®n pol¨ªtica?? De las sombras no salen nada m¨¢s que los que quieren, y los partidos comunistas, siguiendo la consigna de Marx, han simultaneado siempre la publicidad con el ?trabajo bajo tierra como el topo?. ?Qui¨¦n puede suponer que el comunismo, tanto en su dimensi¨®n mundial como nacional, va a jugar a cara descubierta porque se le legalice? En todas las latitudes, el comunismo socava cimientos cuando no puede demoler paredes. En los pa¨ªses libres en donde el comunismo est¨¢ legalizado, ?en qu¨¦ se ocupan principalmente los servicios de inteligencia sino en tratar de averiguar lo que el comunismo lleva a cabo en la m¨¢s estricta y voluntaria de las clandestinidades?
Estatutos legales
6. El presidente, en su gran defensa del PCE, ha dicho: ?El Partido Comunista present¨® unos estatutos perfectamente legales, no contradichos en su conducta p¨²blica en los ¨²ltimos meses.? Pues no faltaba m¨¢s sino que hubiera presentado unos estatutos ilegales y hubiese reivindicado p¨²blicamente unos actos delictivos. Muchos ordenamientos jur¨ªdicos e incluso algunas constituciones eximen a los ciudadanos de declarar aquello que pueda perjudicarles. ?Suponemos que el comunismo espa?ol es tan insensato que va a pedir su legalizaci¨®n confesando unos fines o unos hechos punibles? Juzgar a un movimiento con una biograf¨ªa tan p¨²blica, tan dilatada y tan atroz como la del PCE, no por sus hechos comprobados, sino por sus formales declaraciones estatutarias ser¨ªa de una ingenuidad arduamente superable.
7. El presidente, despu¨¦s de afirmar que nuestros comunistas ?eliminan la acci¨®n violenta?, se ha preguntado: ??No es preferible contabilizar en las urnas lo que, en caso contrario, tendr¨ªamos que medir sobre la base de algaradas callejeras??
Desgraciadamente, las urnas no han solido inducir a los movimientos marxistas a la renuncia de la violencia. Acabamos de padecerla el pasado d¨ªa 1 de mayo a pesar de la legalizaci¨®n del PCE. Y horas antes de que hablara el presidente, el l¨ªder del PSP amenazaba con el anuncio de que si Alianza Popular ganara las elecciones, ?volver¨¢ la lucha a la calle, a los talleres?. Acord¨¦monos de la revoluci¨®n de octubre de 194. Si con la legalizaci¨®n de los movimientos marxistas hubiera desaparecido la violencia, hace muchos decenios que deber¨ªan haber sido disueltas las fuerzas del orden de medio mundo. Pero ha ocurrido exactamente lo contrario, en naciones en donde el PC estaba legalizado ha desaparecido la seguridad, e incluso florece la, guerrilla urbana. La realidad no s¨®lo ha demostrado, sino que ha desmentido, que las calles se convierten en lugar de convivencia porque se legalice el comunismo. Ojal¨¢ el problema tuviese una soluci¨®n tan simple.
8. ?Ser¨ªa parad¨®jico -afirm¨®- que cuando hemos establecido relaciones diplom¨¢ticas plenas con los pa¨ªses del Este mantuvi¨¦semos al margen de la ley a aquellos comunistas del interior que aceptan una convivencia legal.? Hemos intercambiado embajadores con la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana y con China, dos Estados marxistas, sin que por eso tuvi¨¦ramos que reconocer al PCE, ni incurri¨¦ramos en paradoja jur¨ªdica ninguna. Al contrario, lo que ser¨ªa ?intolerable es que el reconocimiento por parte de potencias comunistas implicara una t¨¢cita intervenci¨®n en asuntos internos como la de que tuvi¨¦ramos que legalizar el marxismo. Sin pruebas no podr¨ªa afirmar ni que esta brutal injerencia la ha pretendido la URSS, ni que ha sido aceptada por Espa?a. El principio de que unas relaciones diplom¨¢ticas normales nos obligar¨ªan a legitimar, cuantos movimientos pol¨ªticos est¨¦n legalizados en el otro Estado nos habr¨ªa conducido a reconocer, por ejemplo, la existencia de un partido independentista gibraltare?o de cuya eventual legalidad en el Reino Unido nadie puede dudar. Absurdo.
Crisis socioecon¨®mica
9. ?Hemos pasado -declar¨®- los momentos dif¨ªciles de toda trans¨ªci¨®n.? Pienso, por el contrario, que nos encontramos todav¨ªa bastante lejos del punto culminante de la transici¨®n, al que probablemente llegaremos cuando las pr¨®ximas Cortes procedan a la revisi¨®n de las leyes Fundamentales. Para eso faltan todav¨ªa muchos meses. La transici¨®n, que pod¨ªa haberse concluido en el verano de 1976, se est¨¢ prolongando, de momento, hasta el verano de 1978. A ra¨ªz de la muerte del almirante Carrero Blanco, la crisis socioecon¨®mica hizo su aparici¨®n y no ha cesado de agudizarse desde entonces. Me terno que los momentos m¨¢s dif¨ªciles no han pasado, aunque de todo coraz¨®n desear¨ªa equivocarme. S¨®lo un cambio de orien taci¨®n pol¨ªtica podr¨ªa evitar que continu¨¢semos avanzando por el camino del deterioro econ¨®mico, institucional y social.
En el discurso del presidente, tan abundante en razonamientos muy problem¨¢ticos, me identifico con una frase que, aunque no se articula bien en su contexto, me parece la fundamental: ?Nos preocupa el futuro.?
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