Las elecciones
Miembro de la secretar¨ªa pol¨ªtica del comit¨¦ central del Partido del Trabajo de Espa?a.Candidato al Congreso de Diputados por la provincia de Burgos por el Frente Democr¨¢tico de Izquierdas.
Estamos inmersos ya en el proceso electoral que culminar¨¢ el pr¨®ximo 15 de junio, de cuyos resultados, la gran mayor¨ªa de los ciudadanos hacen depender la resoluci¨®n de los graves problemas por los que atraviesa el pa¨ªs. Unos problemas que se refieren, fundamentalmente, a la carencia de un marco de libertades pol¨ªticas, y a la necesaria reconversi¨®n de un modelo econ¨®mico que, puesto en pr¨¢ctica por la dictadura, ha llevado al pa¨ªs a una situaci¨®n de crisis permanente cuyas consecuencias, en las condiciones actuales, los gobernantes hacen recaer sobre las espaldas de los obreros, campesinos, peque?os empresarios y el pueblo trabajador.
Sin embargo, a pesar de las esperanzas despertadas por estas elecciones, no puede ocultarse que la situaci¨®n actual ofrece serias dificultades para que pueda abrirse, a corto plazo, una v¨ªa de soluci¨®n real a tales problemas.
En efecto, van a darse en un marco pol¨ªtico que no ofrece las m¨ªnimas garant¨ªas de imparcialidad de los poderes pol¨ªticos. Es verdad que nunca, ni aun cuando la propia ley reconoce los mismos derechos a todos los ciudadanos, puede hablarse de neutralidad real del Estado y de los gobernantes en los procesos pol¨ªticos, porque el Poder siempre se ejerce en favor de alguien, clases sociales o sectores de clase. Pero en el caso de estas elecciones, hay que referirse a otro tipo de parcialidades m¨¢s evidentes y toscas.
Numerosos partidos obreros y populares contin¨²an siendo legales; los sindicatos se han viste obligados a acogerse a una ley que limita enormemente sus posibilidades de actuaci¨®n, y el derecho de huelga -genuino instrumento sindical- no pueden ejercerlo libremente; organizaciones feministas, asociaciones juveniles, c¨ªvicas y populares, siguen sin ser reconocidas por las leyes... Es decir, los cauces de intervenci¨®n del pueblo en la vida pol¨ªtica para defender sus intereses, contin¨²an cegados.
La ley Electoral decretada por el Gobierno Su¨¢rez favorece escandalosamente el triunfo de las fuerzas pol¨ªticas derechistas m¨¢s directamente implicadas con los intereses del capital financiero y terrateniente, de las empresas multinacionales y los Gobiernos de otros pa¨ªses, cuyos ojos se centran sobre Espa?a, en unos momentos en que -dentro del marco favorable que presenta una situaci¨®n todav¨ªa no consolidada- todos aspiran a mejorar sus posiciones para el futuro. Y para mayor abundamiento, a fin de asegurar su triunfo, el propio presidente marcha al frente de una coalici¨®n -la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico-, poniendo a su servicio los medios materiales y los resortes pol¨ªticos y propagand¨ªsticos del Gobierno.
Mentar siquiera otros nunierosos elementos de parcialidad que enturbian peligrosamente el proceso electoral que se abre, ser¨ªa superfluo porque cualquiera de ellos empalidece ante los anteriores.
El triunfo de las fuerzas m¨¢s conservadoras, agrupada; en Alianza Popular y Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, ha sido minuciosamente preparado, y es indudable que ello dar¨ªa paso a una situaci¨®n en nada favorable para conseguir el establecimiento de una Constituci¨®n democr¨¢tica y poner en marcha las medidas de Gobierno que den salida a la crisis econ¨®mica a costa, fundamentalmente, del gran capital financiero y monopolista, directo responsable de ella. La primera coalici¨®n pol¨ªtica est¨¢ constituida, en sus cabezas m¨¢s visibles, por ex ministros de Franco que representan lo m¨¢s retr¨®grado y chanchullero del capitalismo espa?ol. La segunda est¨¢ comandada por el propio presidente Su¨¢rez, y, cuenta por tanto con todo el respaldo gubernamental, circunstancias que obligan a pensar en la Uni¨®n de Centro como el punto de apoyo fundamental sobre el que la gran mayor¨ªa de la banca, los monopolios y las poderosas fuerzas econ¨®micas exteriores, hacen descansar la defensa de sus intereses. Unos y otros han dejado bien patente, en sus actuaciones desde los puestos clave que han ocupado en la Administraci¨®n, de lo que son capaces, y es perfectamente deducible su comportamiento futuro, dados los intereses que defienden. M¨¢s a¨²n si se tiene en cuenta que, con unas elecciones ganadas, tendr¨ªan unas posibilidades de actuaci¨®n infinitamente m¨¢s favorables que nunca, al contar con el respaldo formal de unos millones de votos; algo con lo que hasta ahora no hab¨ªan podido ni siquiera so?ar.
Estamos saliendo de un per¨ªodo negro de nuestra historia, casi cuarenta a?os de dictadura que nos han supuesto un irreparable drenaje de energ¨ªas vitales, pero (te tal forma, que las mismas fuerzas econ¨®micas que han dormido el pa¨ªs durante ese tiempo, est¨¢n marcando el alcance y el ritmo de los cambios, asegur¨¢ndose as¨ª las condiciones m¨¢s propicias para satisfacer sus intereses. El problema radica en que sus intereses son exactamente los contrarios a los del conjunto de los pueblos de Espa?a. Para la clase obrera, los campesinos, la mujer y la juventud; para los pueblos de las nacionalidades que aspiran a ver reconocidos sus derechos auton¨®micos, hasta hoy no cumplidos; para el peque?o empresario y el pueblo trabajador, la soluci¨®n a sus problemas m¨¢s candentes pasa por otros derroteros.
Necesitamos una Constituci¨®n democr¨¢tica, y eso significa que ha de garantizar el ejercicio de las libertades pol¨ªticas a todos los ciudadanos sin discriminaci¨®n, el derecho del pueblo a organizarse en forma m¨²ltiple para la defensa de sus intereses; el derecho a que se planteen las opciones pol¨ªticas e ideol¨®gicas con total libertad; a que el conjunto de los ciudadanos, mediante consulta, sean quienes determinen las futuras instituciones pol¨ªticas del pa¨ªs y la forma de Gobierno, sin que nada ni nadie, situ¨¢ndose por encima de la soberan¨ªa popular, pueda poner en ello vetos arbitrarios; el derecho de las nacionalidades y regiones a dotarse de ¨®rganos aut¨®nomos de Gobierno si as¨ª lo desean, pues ello, siendo justo, redunda en beneficio de la libre uni¨®n de los pueblos de Espa?a. S¨®lo as¨ª podr¨¢ darse fin a las discriminaciones permanentes y a las patentes de corso, pr¨¢ctica corriente en situaciones anteriores que aspiramos, precisamente, a superar, y la incorporaci¨®n de todos los ciudadanos a la toma dedecisiones, convirti¨¦ndose en protagonistas activos de su propio futuro ser¨¢ una realidad.
Necesitamos medidas de Gobierno eficaces para salir de la crisis econ¨®mica sin deteriorar a¨²n m¨¢s la situaci¨®n de las clases trabajadoras; medidas que inequ¨ªvocamente suponen el control de la banca y los monopolios y la reforma fiscal que extraiga los fondos p¨²blicos, fundamentalmente de los sectores acaudalados. Porque s¨®lo con unas medidas de este tipo ser¨¢ posible no s¨®lo impedir el empeoramiento de las condiciones de vida del pueblo trabajador, sino mejorar sustancialmente los ingresos de los obreros y los campesinos, abordar la soluci¨®n del problema del paro, y sentar las bases para la remodelaci¨®n del modelo econ¨®mico.
Las pr¨®ximas elecciones van a ser una batalla desigual, no ya porque las fuerzas democr¨¢ticas, obreras y populares est¨¢n sometidas a severas restricciones en su actuaci¨®n, y cuentan con una disponibilidad de medios irrisoria, comparada con el derroche del que est¨¢n haciendo gala, ya desde hace meses, las derechas m¨¢s conservadoras, sino porque en una situaci¨®n tan desfavorable, esas fuerzas no hayan sido capaces de unirse en un frente democr¨¢tico electoral com¨²n, ¨²nica forma de cerrarle el paso a quienes han venido haciendo de este pa¨ªs coto privado durante los ¨²ltimos cuarenta a?os. Una vez m¨¢s, la ocasi¨®n se ha perdido; el sectarismo y la mezquindad han vuelto a imponerse sobre el inter¨¦s supremo de dar una salida posible y realizable que abriera el camino para satisfacer las asociaciones populares.
Pero, a pesar de todo, la batalla electoral sigue revistiendo una gran importancia. No ser¨¢ posible desbancar a la derecha, porque las fuerzas democr¨¢ticas, en su gran mayor¨ªa, han renunciado a formar ese frente com¨²n; pero s¨ª podr¨¢ llevarse hasta las Cortes a hombres y mujeres que defiendan desde ellas los intereses de las clases trabajadoras y de los pueblos de Espa?a. Ser¨¢ posible si las masas obreras y campesinas, la mujer, el peque?o empresariado, la juventud, todo lo que conforma la mayor¨ªa, los sectores m¨¢s oprimidos, apoyan con su voto a aquellos que, lejos de presentar opciones ideol¨®gicas abstractas o utop¨ªas sin sentido, ofrecen soluciones pol¨ªticas y econ¨®micas materializables de inmediato y en forma satisfactoria a los intereses de las masas trabajadoras. Conseguir llevar hasta las Cortes a esos representantes populares ser¨¢ una peque?a victoria de las fuerzas democr¨¢ticas y progresistas; las fuerzas econ¨®micas que han venido dominando a nuestro pueblo, continuar¨¢n haci¨¦ndolo, pero ya no podr¨¢n gobernar de la misma manera. Habremos comenzado a ganarles terreno, y eso, hoy, resultar¨¢ enormemente positivo. No tanto porque los diputados que defiendan los intereses populares vayan a convencer con sus propuestas y argumentaciones a los representantes de la banca y los monopolios que, por el contrario, bostezar¨¢n de aburrimiento bien arrellanados en sus sillones parlamentarios. Sino porque sus palabras se escuchar¨¢n en toda Espa?a, y, convertido el viejo edificio de la Carrera de San Jer¨®nimo en c¨¢mara de resonancia, llegar¨¢n a miles de hombres y mujeres sacudiendo sus conciencias. Ese es el primer paso para poner en movimiento a un pueblo; la liberaci¨®n de las masas oprimidas por el gran capital, es una batalla prolongada, y el futuro es nuestro.
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