El ¨²ltimo cap¨ªtulo
Con la renuncia a los derechos de don Juan de Borb¨®n, conde Barcelona, se pone fin a un largo proceso que el franquismo inici¨® ya en 1945. A ra¨ªz del manifiesto de Lausanne, en el que el hijo y heredero de Alfonso XIII trat¨® de ofrecer una alternativa de salida de la dictadura que, sin ser revolucionaria ni suponer la revancha de la guerra civil, significara el paso a una situaci¨®n democr¨¢tica, comenz¨® el desarrollo de la maniobra. En el dram¨¢tico momento en que la segunda guerra mundial, perdida por los fascismos europeos, iniciaba desde su contexto victorioso la comprometida situaci¨®n del franquismo, la oposici¨®n de don Juan de Borb¨®n se perfil¨® como una racional soluci¨®n que evitara el aislamiento y la hostilidad internacionales. El general Franco, que instintivamente adivin¨® ese peligro para su permanencia en el poder, tram¨® una estrategia defensiva con el prop¨®sito de impedirlo y la puso en pr¨¢ctica inmediatamente de forma met¨®dica y paciente.
As¨ª comenz¨® una sistem¨¢tica denigraci¨®n de la enorme figura de don Juan de Borb¨®n, llevada a cabo con cinismo desde las instancias del poder franquista. Los peores dicterios de la ¨¦poca -masoner¨ªa, extranjer¨ªa, vida disoluta, pactos y contubernios con la revoluci¨®n- fueron acumulados contra su persona por las plumas de alquiler, mientras que sutilmente se institucionalizaba la forma mon¨¢rquica de Estado en un aparente refer¨¦ndum. Encuentros de alto nivel sin resultado posible en orden al acercamiento pol¨ªtico entre don Juan y Franco versaban sobre los detalles de la educaci¨®n y estudios del pr¨ªncipe de Asturias para mantener la difusi¨®n en el problema y neutralizar la actividad de don Juan.
Mientras tanto, el monarquismo juanista, que serv¨ªa de aglutinante a un amplio espectro de oposiciones pol¨ªticas, desde la derecha hasta el socialismo, era duramente perseguida por los servicios de seguridad, y en sus casilleros de informaci¨®n anotaban la condici¨®n de mon¨¢rquico juanista junto a la de otras gentes de la m¨¢s sospechosa conducta.
Con el paso del tiempo, la operaci¨®n eliminatoria del conde de Barcelona como alternativa realista y posible para llevar Espa?a a un sistema democr¨¢tico fue concret¨¢ndose en formas m¨¢s definitivas. Lo que en los a?os sesenta pudo ser una salida racional y pac¨ªfica hacia un sistema plural pol¨ªtico y sindical, basado en la soberan¨ªa popular y en el sufragio universal realizado en periodo de prosperidad econ¨®mica europea, se convirti¨® en obsesiva preocupaci¨®n en la mente del almirante Carrero Blanco, enemigo visceral de don Juan de Borb¨®n, y de cuantos eran seguidores suyos, hasta el punto de considerarlos verdaderos traidores a la Patria. En esa persecuci¨®n tomaron parte los muchachos de la Presidencia, en su mayor parte tecn¨®cratas del instituto secular que trataban de hacer m¨¦ritos pol¨ªticos para seguir trepando hacia los puestos m¨¢s codiciados, con un ramillete de cabezas degolladas de recalcitrantes e insumisos juanistas. As¨ª se lleg¨® a la ley Org¨¢nica del Estado, y a la designaci¨®n del pr¨ªncipe como sucesor en la Jefatura del Estado.
La eliminaci¨®n del conde de Barcelona estaba cuasi consumada. Con la muerte de Franco se produjo el curioso, pero inevitable, fen¨®meno de que la monarqu¨ªa de don Juan Carlos aceptara para sustituir el mismo programa y contenido pol¨ªtico de don Juan de Borb¨®n, a fin de instaurar un sistema democr¨¢tico en nuestra vida p¨²blica. Lo que en los a?os sesenta se pudo hacer en tiempos de prosperidad, hubo que intentarlo ahora, en ¨¦poca de grave crisis, con mucho mayor riesgo y costo social.
Faltaba la renuncia final, la que leg¨ªtima al rey don Juan Carlos desde el punto de vista din¨¢stico, como el voto popular deber¨¢ legitimarlo desde el punto de vista democr¨¢tico. Se lleva a cabo ahora la renuncia, en pleno fragor electoral, quiz¨¢ para a?adir un elemento m¨¢s en la nutrida canastilla nupcial del presidente Su¨¢rez en sus bodas con la candidatura de la Uni¨®n del Centro Democr¨¢tico.
Con todo, estos episodios menores, de peque?a pol¨ªtica diaria, no prevalecer¨¢n en la historia de una instituci¨®n con 1.200 a?os de servicio al pa¨ªs. La Corona es un conjunto de aciertos y de errores, pero sobre todo, de servicio a la estabilidad nacional, en la que no cuentan a la postre las peque?as an¨¦cdotas ni las maniobras, sino un enorme sustrato hist¨®rico y humano vinculado hasta hoy, inevitablemente, a don Juan de Borb¨®n. Porque por encima de la legitimidad din¨¢stica -parvo t¨ªtulo en el siglo XX, pero indispensable en las monarqu¨ªas-, el conde de Barcelona transfiere a su hijo algo mucho m¨¢s visible y necesario hoy: la independencia y la dignidad de la Corona, que ¨¦l supo mantener contra viento y marea.
La m¨¢s noble figura de nuestra historia contempor¨¢nea se esfuma de la escena pol¨ªtica que tan dignamente ocup¨®, para salvar la imagen de la monarqu¨ªa de la contaminaci¨®n fascista. M¨¢s de uno de los colaboradores del difunto almirante dibujar¨¢ en sus labios una sonrisa c¨ªnica al contemplar la eliminaci¨®n definitiva del conde de Barcelona de la vida p¨²blica espa?ola, objetivo que tantos trabajos, tantas intimidaciones, tantas calumnias, tantas heridas y tantas delaciones han costado.
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