El discreto encanto de Jimmy Carter
Tras cinco meses en la Casa Blanca y dos cumbres occidentales. la nueva Administraci¨®n dem¨®crata parece haber asentado ya su estrategia pol¨ªtica nacional e internacional sobre los dos principios enunciados por el presidente Jimmy Carter durante su campa?a electoral consistentes en el ?retorno? de Estados Unidos a sus ?fuentes morales? y su ?adaptaci¨®n? -que implica en primer lugar la de sus aliados europeos- a la ?realidad hist¨®rica actual?.Todo ello ha sido puesto en marcha con un charme y, una discreci¨®n, que probablemente es hoy lo que m¨¢s inquieta-o por lo menos lo que m¨¢s deber¨ªa inquietar-, no s¨®lo a los sovi¨¦ticos, sino tambi¨¦n a los atribulados partena¨ªres de Carter en Londres. Mientras el hombre de Plains sonre¨ªa, franceses, ingleses y alemanes se ve¨ªan obligados, lejanos ya los d¨ªas de Angola, a completar el vuelo de los aviones franceses a Zaire, con lo que ya es casi una doctrina sobre las ?responsabilidades? de Europa en Africa, y a aceptar indefinidamente la pesada carga financiera de la crisis energ¨¦tica y del ?refuerzo? de la OTAN, a cambio s¨®lo de vagas promesas de ?ayuda? por ?dos v¨ªas? y de una mayor tolerancia en materia de derechos humanos frente al Este, promesa que suena m¨¢s bien a amenaza, puesto que eliminado el c¨¢ncer del sureste asi¨¢tico, ¨²nicamente una buena confrontaci¨®n de Washington con Mosc¨² por las libertades es lo que le hubiera permitido a Europa recuperar su margen de maniobra entre ambos, es decir, lo que los gaullistas llaman ?Independencia?, a lo que Schmidt, ospolitikista m¨¢s efectivo, se limita a calificar de ?campo de juego?.
Por si fuera poco al discreto encanto carteriano y su po¨¦tica peregrinaci¨®n a la tumba de Dylan Thomas hay que agregar la campa?a norteamericana de revelaciones sobre las escandalosas debilidades de bolsillo de los dirigentes europeos (Boeing, Lockheed, etc¨¦tera). la ?unificaci¨®n? del armamento y de los sistemas de comunicaciones y de vigilancia por radar (AWACS) bajo patrones del Pent¨¢gono las presiones para el ingreso de Espa?a en la OTAN, que le costar¨¢n a Madrid, a Bonn y al resto del continente quinientos o seiscientos millones de d¨®lares adicionales; las entrevistas p¨²blicas de los representantes de Washington con los l¨ªderes comunistas de Francia e Italia: el monopolio del reprocesamiento de uranio; el mantenimiento de la sujeci¨®n de las euromonedas al d¨®lar y la preservaci¨®n del Fondo Monetario Internacional.Ahora, el se?or Carter dice que sus delegados ir¨¢n a Belgrado, el 15 de junio. ?s¨ªn esp¨ªritu de confrontaci¨®n?. Eso puede significar, seg¨²n me explic¨® en Belgrado uno de los organizadores de este segundo Helsinki (segunda etapa de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperaci¨®n Europea), que la Casa Blanca se dispone a prolongar indeflinidamente las discusiones con la URSS. Lo mismo ocurrir¨ªa con las negociaciones SALT II en Ginebra, cuya reanudaci¨®n, por parte de Vance y Gromiko, el pr¨®ximo d¨ªa 18, s¨®lo ser¨ªa, de acuerdo con lo que habr¨ªa sugerido el se?or Mitterrand en Madrid, ?meramente simb¨®lica?. Sobre este punto, un miembro del Comit¨¦ de Relaciones Exteriores de Willy Brandt apunta lo siguiente: ?La izquierda francesa e italiana son tan europeas como la derecha. En tanto subsistan los desacuerdos de fondo entre Washington y Mosc¨². Europa no tendr¨¢ m¨¢s remedio que ampararse en Estados Unidos. As¨ª, al soslayar una estabilizaci¨®n definitiva en Europa, y al reducir en apariencia su leadership en el continente, los norteamericanos consiguen. simult¨¢neamente, dejar sus puertas abiertas ante posibles Gobiernos de, izquierda en Par¨ªs y en Roma. y obligar a Bonn y a Londres a una participaci¨®n m¨¢s intensa a¨²n en los asuntos m¨ªlitares,y financieros del Mercado Com¨²n, la OTAN y el ¨¢rea del Mediterr¨¢neo. Al mismo tiempo, esa falta de estabilizaci¨®n en lo que se refiere a Helsinki,y al arsenal nuclear, coloca a la, Uni¨®n Sovi¨¦tica ante una opci¨®n dif¨ªcil: O bien hacer concesiones para obtener el acuerdo de un Washington "indiferente". que le permita contabilizar al fin algo de lo ganado en Helsinki, o tener que intervenir cada vez m¨¢s en los problemas mundiales "abandonados" por los norteamericanos, y afrontar en consecuencia, como le ocurre en Africa y en Oriente Pr¨®ximo, los peligros y las contradicciones que esa intervenci¨®n introduce en su pol¨ªtica Internacional.?
El comportamiento del se?or Carter en Londres, perfectamente ambiguo, avala este esquema. Parece que el propio Schmidt reconoci¨® en la capital brit¨¢nica que en la ¨¦poca de Kissinger-Nixon las cosas resultaban ?m¨¢s molestas, pero mucho m¨¢s simples?. Con discreci¨®n y encanto, la mano de hierro puede apretar mejor.
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