Un peligroso error
Pienso que cuanto voy a decir podr¨ªa ser suscrito por el conjunto de partidos catalanes y, por a?adidura, catalanistas que acudir¨¢n a las elecciones del d¨ªa 15. Pero no puedo ni debo arrogarme representatividades que no tengo y, por consiguiente, mi exposici¨®n va a responder sobre todo a la postura de. mi partido -Convergencia Democr¨¢tica de Catalunya- y, tambi¨¦n, de la coalici¨®n electoral de la que forma parte -el Pacte Democratic per Catalunya.Puede que convenga explicar brevemente a un p¨²blico no catal¨¢n qu¨¦ es el Pacte Democratic per Catalunya. Las fuerzas que lo han constituido incluyen sectores de socialismo democr¨¢tico, de planteamientos muy similares a los de algunos gobiernos actuales de la Europa occidental, sectores de liberalismo progresivo, similares tambi¨¦n a los que en estos momentos gobiernan en Alemania y Luxemburgo; sectores esencialmente catalanistas, que responden fundamentalmente a una voluntad de construir una Catalu?a fuerte, progresiva y equilibrada, y sectores representativos de la inmigraci¨®n, que quieren defender a trav¨¦s del Pacte Democratic per Catalunya el entendimiento entre todos cuantos vivimos en Catalu?a, as¨ª como la solidaridad con todos los pueblos de Espa?a.
Los objetivos del Pacte son la autonom¨ªa de Catalu?a, el cambio democr¨¢tico, la implantaci¨®n de una sociedad en l¨ªnea con las democracias europeas pol¨ªtica y socialmente m¨¢s avanzadas, y la creaci¨®n de un estilo y un clima de convivencia entre todos los catalanes. A escala espa?ola, sus objetivos gen¨¦ricos son, principalmente, dos: dar apoyo a todo cuanto represente consolidaci¨®n de la democracia, sin poner fronteras pol¨ªticas a las fuerzas con quienes puede o debe darse esta colaboraci¨®n, y poner ¨¦nfasis especial en la lucha contra el subdesarrollo econ¨®mico y social de algunas zonas -amplias zonas- del Estado.
Estos objetivos van a ser servidos con mayor o menor ¨¦xito, pero en cualquier caso rechazando abiertamente cualquier maniobra continuista, es decir, cualquier intento, por bien camuflado que se presente, de dejar las cosas igual que hasta ahora; rechazando tambi¨¦n toda iniciativa que puede hacer peligrar las bases de entendimiento y convivencia en Catalu?a y los cauces de di¨¢logo y de colaboraci¨®n fecunda entre Catalu?a y el resto de Espa?a, y rechazando igualmente cualquier veleidad anarquizante, todo tipo de demagogia y toda iniciativa irresponsable, sea en el campo econ¨®mico, social o pol¨ªtico.
Dos son los puntos que en nombre de mi partido y de la coalici¨®n de la cual forma parte quiero comentar -y repito que creo que otros partidos catalanes estar¨ªan de acuerdo con lo que voy a exponer.
El primero es que, efectivamente, la reivindicaci¨®n de la autonom¨ªa va a ser central en toda nuestra campa?a pol¨ªtica. Ser¨ªa muy ¨²til que este tema llegara a la opini¨®n p¨²blica no catalana y a los estados mayores pol¨ªticos espa?oles sin un suplemento de carga emocional. Para ello conviene ahondar en el conocimiento del real alcance de las reivindicaciones catalanas. Es nuestra obligaci¨®n de pol¨ªticos catalanes cerrar el paso al resentimiento o al radicalismo verbal que puedan existir en algunos sectores catalanes. Puedo decir que mi partido se ha enfrentado a este tipo de planteamientos. Y es obligaci¨®n de los pol¨ªticos del resto de Espa?a no empe?arse en ver en un estatuto de autonom¨ªa poco menos que el desguace de Espa?a.
Tal actitud no es positiva ni tan solo seria.
La consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a pasa por diversos condicionamientos, y uno de ellos es ¨¦se. Es el doble condicionamiento de que nuestra afirmaci¨®n clara y honesta de la personalidad colectiva catalana no desemboque en actitudes negativas y aislacionistas, y de que las grandes familias pol¨ªticas espa?olas acepten sin reservas la realidad de las nacionalidades hisp¨¢nicas y le den una soluci¨®n justa. Por nuestra parte bueno es que nos comprometamos, en el dintel de la campa?a electoral, a combinar la firmeza de nuestras reivindicaciones con un fraternal esp¨ªritu de solidaridad y de trabajo en com¨²n.
El segundo punto que creo del caso comentar es la irrupci¨®n -a mi entender gravemente desacertada en la forma y en el fondo- del Centro Democr¨¢tico en Catalu?a. Se arguye que el presidente Su¨¢rez -por quien personalmente siento consideraci¨®n y respeto- debe contrarrestar el posible peligro de una alta votaci¨®n de Alianza Popular. Este argumento en Catalu?a pesa poco, y en todo caso el partido de Samaranch -tambi¨¦n neofranquista, pero con arraigo real en la sociedad catalana- constitu¨ªa ya un valladar.
Por otra parte, nadie hasta ahora ha puesto en duda la realidad de unas fuerzas catalanas de centro derecha y de centro izquierda -eso s¨ª, autonomistas- capaces de dar al pa¨ªs solidez y equilibrio. Y tambi¨¦n es sabido -y lo sabe el presidente- que el catalanismo -por lo menos amplios sectores de ¨¦l- no se niega a colaborar en la instauraci¨®n de la democracia espa?ola, todo lo contrario. Lo ¨²nico que rechaza es la posibilidad de caer en el sucursalismo.
Esto lo han entendido bien el PCE, el Equipo de la Democracia Cristiana y los liberales, y confiamos que tambi¨¦n el PSOE; incluso algunos sectores incrustados en Alianza Popular -es el caso de Udina- intentan a veces salvar las formas. Lamentablemente esto no lo han comprendido los hombres que desde el Gobierno o cerca de ¨¦l han patrocinado el Centro Democr¨¢tico en Catalu?a.
Ignoro si el presidente Su¨¢rez o alguien de su confianza hizo avances a alguna fuerza pol¨ªtica catalana para que fuese, por as¨ª decirlo, su corresponsal en Catalu?a. Lo cierto es que, si avance hubo, no tuvo ¨¦xito. No podr¨ªa tenerlo, y es esto lo que preocupa: que siga sin comprenderse cu¨¢l es el tipo de relaci¨®n pol¨ªtica eficaz y constructiva que debe existir entre Catalu?a y el resto de Espa?a. Puede no gustar a una mentalidad centralista, pero lo cierto es que Catalu?a no puede ser metida en el saco de una combinaci¨®n de Gabinete o de un planteamiento pol¨ªtico estrictamente oficialista.
Ninguna fuerza genuinamente catalana y con capital pol¨ªtico real aceptar¨¢ la ?delegaci¨®n? o ?corresponsal¨ªa? pol¨ªtica de nadie. Y sin embargo son varias, en realidad muchas, las fuerzas pol¨ªticas catalanas que ser¨¢n, sin que ello les violente, colaboradoras a fondo de la obra de democratizaci¨®n y estabilizaci¨®n de Espa?a. Pero desde su autonom¨ªa. Desde su propia e irrenunciable personalidad.
Qu¨¦ va a sacar el presidente Su¨¢rez de esta operaci¨®n? Algunos diputados m¨¢s con etiqueta CD, a los que hay que restar los que igualmente hubiera ganado Concordia Catalana. Y a los que habr¨¢ que restar -y esto cualitativamente es de enorme importancia- el posible apoyo que algunos sectores muy genuinamente catalanes hubieran prestado a ciertos aspectos de su pol¨ªtica. Nuestro sentido de la responsabilidad nos obliga a medir las palabras, a sopesar los hechos y a salvaguardar el futuro, pero no debemos ocultar que el car¨¢cter agresivamente sucursalista (y qui¨¦n sabe si dentro de poco tambi¨¦n lerrouxista) de la maniobra conducir¨¢ f¨¢cilmente a esta situaci¨®n. Podr¨ªa suceder que el precio de unos cuantos diputados m¨¢s fuera el divorcio con sectores muy extensos de opini¨®n p¨²blica catalana, justamente los sectores que pueden inclinar la realidad global catalana hacia actitudes de colaboraci¨®n o hacia actitudes de frustraci¨®n y enfrentamiento.
Pienso que el presidente del Gobierno no es s¨®lo un pol¨ªtico oportunista, sino un pol¨ªtico con voluntad de estadista. Su misi¨®n no es ganar unas elecciones, su misi¨®n es crear una nueva situaci¨®n pol¨ªtica estable, y ello requiere que los grandes problemas espa?oles sean resueltos, por lo menos en el mayor grado posible. Y requiere que las fuerzas reales que los encarnan y defienden -no las que una coyuntura pol¨ªtica pasajera o simplemente televisiva puedan fugazmente favorecer- se incorporen al proceso de la nueva situaci¨®n. Es en este sentido que el Centro Democr¨¢tico en Catalu?a -repito, por su forma y por su fondo- es un grave error.
JORDI PUJOL Pacte Democratic per Catalunya
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