Young Vic: un trabajo bien hecho
Este t¨ªtulo lleva diez o doce a?os prendido a, los sue?os de nuestras gentes de teatro. Ha sido reiteradamente citado como representativo de una dramaturgia a la vez inteligente, eficaz y hermosa. Se ha so?ado mucho con el texto y mucho con la representaci¨®n del Young Vic. Era justo.Tom Stoppard es un brillante cultivador de un g¨¦nero Iargamente eclipsado, que pertenece a la mejor de las tradiciones europeas: la s¨¢tira intelectual. Desde Rosencrantz and Guildenster are dead a Jumpers- pasando por The real inspector Hound, Enter a free man, Albert?s bridge y After Magritte- todo el trabajo de Stoppard ha ido apret¨¢ndose en torno a un irreprimible prop¨®sito de restaurar en la comedia los casi perdidos valores de la reflexi¨®n intelectual bienhumorada. Stoppard hace esto desde dos supuestos: agilidad mental, maestr¨ªa de la forma. Los dos est¨¢n impecablemente representados en Rosencrantz and Guildenster... La agilidad, por supuesto. Stoppard toma a los dos j¨®venes escuderos de Hamlet y, sin desglosarlos de la historia general, sigue su extra?a suerte en un prodigioso ejercicio de comprensi¨®n general de su destino. La simplicidad y maestr¨ªa formal est¨¢ presente en el duro latido con que la gran historia est¨¢ presente, una y otra vez, sin forzamiento, como un dato pavoroso del aplastamiento individual. El goteo hamletiano es una amenazadora memoria que exige, por supuesto, la complicidad de los espectadores, pero premia esa actitud con el regalo de una tensi¨®n dram¨¢tica suplementaria de ra¨ªz l¨®gicamente culta. La finura de Stoppard est¨¢ en su renuncia al manoteo: los desgraciados escuderos no luchan ni dejan de luchar. Est¨¢n definidos, son extraordinariamente humanos, pero no pretenden acceder a la representatividad. Su palidez les deja flotando, aburridamente, cuando la gran historia no les necesita y les coloca, por otra parte, en situaci¨®n de plena disponibilidad cuando son utilizados por los grandes de la tierra. En verdad que se trata de una comedia sin precedentes Una comedia que es un regalo. No se recib¨ªan estos premios desde Shwa, salvada la corta incursi¨®n teatral de Nigel Dennis.
?Rosencrantz and Guildenster are dead?, de Tom Stoppard
Compa?¨ªa del Young Vic. Direcci¨®n: Jeremy James Taylor. Decorados: Russell Crail. M¨²sica: Jeremy James Taylor. Principales int¨¦rpretes: Natasha Pyne, Paul Kelly, Robert East, David Henry Malcolm Reynolds, entre otros. Teatro: Mar¨ªa Guerrero.
Sucede, adem¨¢s, que la compa?¨ªa hace una muy fina, muy bella y muy honda creaci¨®n de esta comedia. The Young Vic es una agrupaci¨®n que lleva muy pocos a?os de vida independiente. El Old deleg¨® en ella el trabajo orientado hacia los j¨®venes y una organizaci¨®n espartana la ha in clinado a renunciar a los grandes montajes y atinar much¨ªsimo su selecci¨®n de textos y su trabajo actoral. Una limpia sobriedad preside este montaje. Y una interpretaci¨®n clara, noble, de gran t¨¦cnica, lo sostiene. Oigo decir muchas, veces que nuestros actores gritan. Incluso EL PAIS ha publicado alguna carta de un extranjero extra?ado. No me lo explico. Nuestros actores gritan porque nosotros gritamos. La interpretaci¨®n latina tiene poco que ver con la sajona y es natural que as¨ª sea. El problema no est¨¢ en gritar o no gritar, sino en tener o no tener la voz bien colocada, en su justo sitio. Hay tres voces en The Young Vic -la de Paul Kelly, la de Robert East y de David Henry- que son dif¨ªciles de olvidar. No s¨®lo por su colocaci¨®n, sino por la riqueza de registro, la capacidad -incluso como mero ejercicio de lucimiento- y facilidad de sus cambios de ritmo y la envolvente riqueza de matices que los lleva, sin esfuerzo aparente, del temor a la burla y de la rabia a la ternura. Representaci¨®n sin baches, sin desmayos, sin oscuridades, representaci¨®n templada y tranquila, peque?a maravilla tras la que hay, adem¨¢s de las t¨¦cnicas y talentos, horas de reflexi¨®n, de ensayo y de ajuste.
Admirable trabajo. Admirable demostraci¨®n, tambi¨¦n, de los t¨¦rminos en que un texto y una interpretaci¨®n coinciden, se relacionan, se potencian y se ayudan. Ni un chirrido entre lo que pide el texto y lo que se hace en el escenario. Jeremy James Taylor es el director responsable de este antiguo y casi olvidado prodigio.
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