Un cine peque?o, peque?o
Un burgu¨¦s peque?o, peque?o, baza fuerte, al menos en teor¨ªa, de Italia, es el retrato de un hombre y, a la vez, la historia de una venganza. El hombre, tal como el t¨ªtulo indica, es un burgu¨¦s modesto, empleado en un ministerio y que, a punto de jubilarse, f¨ªa sus esperanzas y sus sue?os al porvenir de su hijo, que pronto acabar¨¢ por ocupar un puesto entre sus mismos superiores. Para ello, sin embargo, es preciso aprobar unos re?idos ex¨¢menes, y el padre, el peque?o burgu¨¦s, para quien el mundo se limita a ese hijo ¨²nico, su mujer y los amigos del ministerio, accede, por consejo de uno de ¨¦stos, a entrar en la masoneria.
Su paso de profano a iluminado parece a punto de encarrilar el porvenir del hijo, pero el muchacho, ya en el umbral del destino deseado por el padre, muere de pronto, v¨ªctima inocente del asalto un banco, realizado por otros j¨®venes, el mismo d¨ªa del examen.
El peque?o burgu¨¦s no denuncia al culpable, quiere administrarle la justicia por su mano y as¨ª lo lleva a cabo, llegando hasta la muerte en su venganza. Esta segunda v¨ªctima provocar¨¢, a su vez, la muerte de su mujer y, jubilado y condecorado por sus a?os de servicio, el modesto empleado queda a solas en su mundo hostil, vac¨ªo con su orgullo, lo que le llevar¨¢ a seguirse tomando la justicia por su mano.
La historia, como puede comprobarse a trav¨¦s de este breve resumen, tiene m¨¢s de relato del siglo pasado, a lo Maupassant o a lo Chejov, que de actual narraci¨®n. En ella aparecen los empleados enterrados entre monta?as de expedientes y carpetas, las horas implacables de la llegada o la salida, las'colectas para los compa?eros que se mueren, se casan o jubilan. Incluso aparece, dada en farsa grotesca, la influencia de la masoner¨ªa a nivel de empleados modestos. Todo ello presentado con una gracia que revela el estilo de los mayores filmes de Monicelli, todo ello hasta la muerte del muchacho que divide en dos partes bien diferenciadas la pel¨ªcula. Casi todo lo que en la segunda se nos cuenta: el rapto del asesino del hijo, la doble vida del protagonista, a ratos criminal y a ratos oficinista y buen esposo, la par¨¢lisis de la madre e incluso el final, resulta apenas convincente. La evoluci¨®n del personaje que Sordi interpreta tampoco aparece demasiado expl¨ªcita y, a pesar de su gran labor a lo largo del filme, s¨®lo resulta realmente brillante cuando los guionistas se lo permiten, es decir, en las secuencias que se refieren a la cr¨ªtica del medio en que vive o trabaja. El filme toca una serie de temas diversos, cada cual en una clave distinta, lo que viene a darle un aire de mosaico de estilos desde el relato natural a la farsa grotesca.
Se dir¨ªa que pas¨® el tiempo de los Fellini, Bergman o Visconti. Los unos, muertos; los otros, fuera de concurso como miembros del jurado o en fugaces visitas, como las pocas estrellas que aparecen han acabado por volver la espalda al festival, hoy convertido en feria comercial.
Se dir¨¢ que la crisis de un certamen nada tiene que ver con la historia del cine. Puede ser, pero las diversas secciones paralelas tampoco han descubierto hasta ahora esa obra original o maestra a la que saludar cada a?o con inter¨¦s, cuando no con entusiasmo. Algo en el cine cambia. Quiz¨¢ de todo esto venga a nacer un arte renovado, un espect¨¢culo distinto, capaz de echar por tierra intereses, filmes multinacionales, qui¨¦n sabe si cert¨¢menes como ¨¦ste.
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