Partidos, programas personas
Candidato al Senado por MadridEn los pa¨ªses en que la democracia est¨¢ consolidada hay gran n¨²mero de electores que invariablemente votan a un determinado partido pol¨ªtico. Son los ciudadanos que m¨¢s inter¨¦s se toman por la cosa p¨²blica y que por eso mismo han llegado a conclusiones concretas respecto de lo que realmente aspiran los distintos partidos que contienden en las elecciones. Su experiencia democr¨¢tica les dice -y no suelen equivocarse- cual es, por su programa y por su tendencia ideol¨®gica, el partido con el que se sienten m¨¢s identificados.
Cuanto mayor es la madurez democr¨¢tica de un pueblo, mayor es tambi¨¦n el n¨²mero de electores que tienen decidido su voto mucho antes de que comiencen las campa?as electorales. Estas s¨®lo influyen sobre el sufragio de los indecisos, que son personas que normalmente se despreocupan de los asuntos p¨²blicos -e incluso se jactan de despreciar la pol¨ªtica y a los pol¨ªticos- pero cuando llega el d¨ªa de la elecci¨®n, comprenden que no es lo mismo, para su propio futuro, emitir su voto a favor de uno que de otro partido o abtenerse de votar. Cualquiera que haya seguido por la prensa y los dem¨¢s medios de comunicaci¨®n las ¨²ltimas campa?as electorales en Alemania, Francia o Inglaterra, sabe que esto es as¨ª. Y sabe tambi¨¦n que cuanto m¨¢s parecidos son los programas de los partidos contendientes, mayor es la influencia que ejercen sobre el votante las condiciones personales de los candidatos que los defiendan.
El caso de los Estados Unidos es muy claro a este respecto. All¨ª las diferencias program¨¢ticas entre republicanos y dem¨®cratas son m¨ªnimas, y el n¨²mero de votantes fieles a cada partido es casi igual. Lo que suele decidir las elecciones presidenciales es la condici¨®n personal de los candidatos: su crebilidad y atractivo para los votantes indecisos.
Si esto ocurre en las democracias consolidadas, seguramente ser¨¢ a¨²n mayor la influencia que ejercer¨¢ la personalidad de los candidatos en el resultado de estas elecciones predemocr¨¢ticas espa?olas cuya campa?a ha comenzado. Porque ?c¨®mo saber a quien votar si el elector se limita a examinar los programas que se le ofrecen? La verdad es que, desde Alianza Popular hasta los ?eurocomunistas?, todos los partidos y coaliciones concurren a las elecciones ofreciendo a corto plazo, en esencia, el mismo programa, que no es otro que el que nos han robado a los liberales. Es el programa que preside la vida de las democracias occidentales a la que aspira, hoy por hoy a inmensa mayor¨ªa de los espa?oles, porque menudo ser¨ªa el salto que dar¨ªamos hacia adelante si alcanz¨¢ramos ese nivel de vida sociopol¨ªtica proximamente.
Pero vayamos al caso. Puesto que la mayor parte de los programas que se ofrecen a corto plazo son pr¨¢cticamente iguales, el elector tendr¨¢ que precindir de ellos y dar¨¢ su voto lisa y llanamente a los candidatos de que tenga noticia y que m¨¢s confianza le inspiren. Aqu¨ª es donde Adolfo Su¨¢rez tiene, de arrancada, una ventaja inconmensurable sobre los dem¨¢s. Ha estado desde hace cerca de un a?o permanentemente en la peque?a pantalla y en ella se han explicado sus aciertos y silenciado, salvo en raras ocasiones, sus errores y la cr¨ªtica sincera de los mismos. El es, con gran diferencia, el candidato m¨¢s conocido y mitificado. En veinti¨²n d¨ªas de campa?a electoral ser¨ªa imposible, aunque lo intent¨¢ramos, reducir su personalidad pol¨ªtica ante millones de electores, a sus justas dimensiones. Y es que son demasiados cuarenta a?os de obedecer temerosamente al Poder, para que mucha gente,se decida en s¨®lo tres semanas a atender a otros requerimientos por nobles e inteligentes que sean. Por eso, quienes se cobijan bajo el nombre y la fotograf¨ªa de Su¨¢rez, bien cobijados est¨¢n. Pocos se fijar¨¢n en su programa -naturalmente el liberal- o en lo que digan en los 3.000 m¨ªtines que, seg¨²n la prensa, piensan celebrar.
Pero dejemos a Su¨¢rez y a su figura de gobernante que abandon¨® la idea de presidir las elecciones desde la neutralidad. Descendamos al suelo de los desamparados donde incluso el equipo de Alianza Popular juega como todos los dem¨¢s equipos en inferioridad de condiciones -aunque menos- con relaci¨®n al ?conjunto del presidente?. Aqu¨ª, en este suelo,quienes somos candidatos, hemos de esforzarnos por distinguirnos unos de otros ante los electores. Y puesto que todos los programas pol¨ªticos a corto plazo son iguales, no tene mos m¨¢s remedio que referirnos a las personas,que los defende mos: a nuestra peque?a biograf¨ªa, a nuestras pasadas y recientes actitudes. ?Cabe hacer otra cosa? ?No es cada cual hijo de sus actos? ?Es realmente una agresi¨®n el recordar sin rencor, pero con verdad, ante los futuros votantes, quienes fueron los que se destacaron en la defensa y dis frute de la dictadura, colaboran do hasta hace poco, en el secues .tro de la soberan¨ªa del pueblo, y qui¨¦nes son los que se esforzaron de un modo u otro, de verdad, por favorecer los impulsos hacia la democracia?
Algunas reacciones que he observdo en recientes actos p¨²blicos, demuestran que son bastantes los candidatos que consideran ofensivo cualquier recuerdo de esta naturaleza. Creo honradamente que no tienen raz¨®n. Esos recuerdos no les restar¨¢n un s¨®lo sufragio de los electores que siempre han pensado como ellos. Les privar¨¢n, eso s¨ª, de los votos de quienes deseando la democracia est¨¢n en peligro de creerse que la traer¨ªan y defender¨ªan quienes, aparentando otra cosa, desconf¨ªan de aqu¨¦lla, la temen, y, en realidad, no la quieren. Es justo que ello se aclare, porque bien est¨¢ que quienes quieran autoritarismo voten a los autoritarios, pero ser¨ªa un triste contrasentido que lo hicieran quienes sinceramente desean la democracia.
Para tratar de contribuir a establecerla, soy candidato por Madrid para el Senado, en uni¨®n de Mariano Aguilar Navarro (del PSOE) y Manuel Villar Arregui (de la Federaci¨®n de la Democracia Cristiana). Hay qui¨¦nes se extra?an de que, un liberal como yo, forme parte de la misma candidatura que un socialista. No caen en la cuenta de que ambos somos dem¨®cratas y de que ahora lo prioritario es, redactar y aprobar una Constituci¨®n aut¨¦nticamente democr¨¢tica que es tarea a realizar conjunta y cordialmente entre todos los partidos de mocr¨¢ticos. No hay que olvidar que una de las ruedas de la democracia, es el socialismo, siendo esto m¨¢s evid¨¦nte en las democracias coronadas. Por eso, quienes rechazan esa idea, no comprender lo que es Europa: se empe?an recalcitrantemente en que seamos ?diferentes?.
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