Los carteles, la primera llamada
Dicen que en Espa?a, donde hay los mejores dibujantes de comics, tambi¨¦n tenemos los mejores portadistas del mundo. A lo mejor, porque ya no saben qu¨¦ hacer los editores para vender libros. Que no hay manera. Que salen m¨¢s de 20.000 t¨ªtulos al a?o y que cada libro saca 3.000 ejemplares de tirada. Que hay m¨¢s editoriales que partidos pol¨ªticos de derechas. Y eso, a pesar de que poner una editorial es m¨¢s dif¨ªcil que cualquier otra empresa. Y a pesar de que el mercado americano ya no funciona.
De todo esto se habla estos d¨ªas en el Retiro, en las casetas donde los editores lloran sus problemas, y venden, y los pol¨ªticos firman una campa?a electoral para intelectuales y estudia nitillos. O en el chiringuito de las cervezas, donde nos encontramos todos.Vista desde el chiringuito, la Feria del Libro tiene algo de verbena: el gent¨ªo, los grises y los colores de las casetas. Y los colores de los carteles, que son la otra feria, la que empapela la casa del progre sin pasta, la que llama la atenci¨®n sobre el libro como objeto, como cosa bonita y brillante.
Empezando por el cartel de la feria, de la f¨¢brica satinada del INLE, en la mejor tradici¨®n del Ministerio de informaci¨®n y Turismo, que en eso de los carteles gan¨® muchos premios internacionales. All¨ª est¨¢, pegado en la caseta-gu¨ªa, donde est¨¢ el tel¨¦fono-tortura, que ning¨²n a?o funciona, y el enorme anuario de publicaciones. Y pegado en los porta-affiches con la gu¨ªa de las casetas.
Luego, los de las editoriales. El cartel que anuncia el libro resume de alguna manera lo que es la feria. A veces, las m¨¢s, son una colecci¨®n de copias de portadas, sin gracia como cartel, aunque tengan mucha como portada, que da la impresi¨®n de que igual podr¨ªan anunciar una marca de jabones. Es el aburrimiento por acumulaci¨®n: no se respeta la unidad que el maquetador o el portadista quiso ni ninguna otra. Otras veces es la cara de los escritores m¨¢s bien guapos, que son ellos mismos un reclamo para su novela: los Goytisolo, Vargas Llosa, Cort¨¢zar y Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo, que sale muy favorecido en su poster de La Gaya Ciencia. Y tambi¨¦n la de los pensadores de cara carism¨¢tica, repetidos al infinito en las portadas: Marx, Bakunin, Lenin, Mao. Hay que decir que muchas veces la utilizaci¨®n de estas im¨¢genes es ir¨®nica: las melenas encendidas de don Carlos o esas caricaturas divinas del poster de Ro Marcenaro que anuncia el manifiesto comunista que ¨¦l mismo ilustr¨®.
Luego est¨¢ el revival: que es lo que da el tono de esta feria. La vuelta de esos posters modernistas de la Seix-Barral, que fueron una revoluci¨®n en nuestros pisos de estudiantes. Y m¨¢s atr¨¢s: la recuperaci¨®n, la rehabilitaci¨®n de aquellas inteligentes campa?as ministeriales de la Rep¨²blica o de la sorprendente carteler¨ªa pol¨ªtica de aquellos tiempos: Lumen edita y vende en su caseta y otras. O, tambi¨¦n, las ediciones casi facsimilares, como las que hace Leteradura, y estoy pensando en su publicaci¨®n de Quatre Gats, cuya carpeta es y un ejemplo de dise?o. O la de esos manifiestos de cuando la cultura en Espa?a tenla maestros, y vanguardias de verdad, y que tienen pinta de edictos del se?or alcalde, y se pueden y deben colgar de las paredes, aunque ahora, que la cultura no importa a casi nadie -y no digamos, las vanguardias,si las hay- tienen un sabor como camp.
Camp son tambi¨¦n los ¨²ltimos posters, los que son nuevos, menos los que usan el montaje fotogr¨¢fico y el arreglo neorrealista tipo cine italiano, que de todo hay.
En realidad, uno tiene la impresi¨®n de que los cartelistas se han ido de elecciones. A hacer posters para los partidos. Siempre hay excepciones, por ejemplo, Alberto Coraz¨®n, que es un artistazo, y aqu¨ª est¨¢ con su montaje violento y casi pop, en el que se ve tambi¨¦n la conflictiva utilizaci¨®n ir¨®nica de los mitos, hasta de los m¨¢s sagrados; por ejemplo, de los carteles entusiastas de octubre.
En nuestro suplemento EL PA?S SEMANAL publicamos una serie de p¨¢ginas dedicadas a la Feria del Libro.
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