La canci¨®n "pop": del papanatismo a la admiraci¨®n
En todas las ¨¦pocas se ha producido el fen¨®meno del ¨ªdolo o del mito. Es en la cultura pop, sin embargo, donde este hecho ha alcanzado una mayor importancia relativa, hasta el punto de hacerse consustancial a ella. Hasta la aparici¨®n de los j¨®venes rockers (y tras de ellos, otros ya no tan rockers), la admiraci¨®n y el papanatismo que se dispensaba a los triunfadores de la canci¨®n, afectaba al conjunto de la sociedad, sin m¨¢s especificidad que la de disponer del suficiente dinero como para poder consumirlos.La industria del entretenimiento comprendi¨® en seguida las grandes posibilidades consumistas de los j¨®venes, y todo su empe?o en adelante se centr¨® precisamente en la fabricaci¨®n de mitos susceptibles de ser comercializados como una lavadora. Se desarrollan los clubs de fans la industria discogr¨¢fica, los montajes publicitarios, las im¨¢genes, las modas, etc¨¦tera. La antigua expontaneidad desaparece, pero el negocio progresa.
La componente ideol¨®gica recorri¨® un camino algo m¨¢s retorcido.
Al mismo tiempo que los ¨ªdolos -Elvis, Rollings- exist¨ªan otros grupos, otros cantantes, que al atacar lo establecido desde su ra¨ªz, han visto sus nombres borrados del mapa y sus acciones boicoteadas sistem¨¢ticamente. La civilizaci¨®n occidental, en su actual grado de madurez, sabe muy bien como ensalzar lo superficial y prescribir lo verdaderamente peligroso. La permisividad es selectiva y s¨®lo se permite piar a aquellos que lo hacen en un determinado tono, aunque al pronto parezca que son contestatarios.
Nuestra experiencia
En nuestro Estado, la mitificaci¨®n se ha relacionado siempre con una situaci¨®n bien peculiar. Los a?os de la dictadura, planteaban problemas eminentemente pol¨ªticos y los mitos se han personificado m¨¢s en los cantantes populares. Cantautores como Raimon, Gerena, Paco Ib¨¢?ez, etc¨¦tera, hab¨ªan de cubrir un espacio pol¨ªtico que les estaba vedado a los partidos. Los recitales de canci¨®n se convert¨ªan en m¨ªtines de valor cultural muy cuestionable.
Bajo este manto de la mitificaci¨®n se han ocultado graves incompetencias musicales, e incluso intereses personales o de partido que desde luego no respond¨ªan a los de la comunidad. As¨ª, se trata de pasar por alto, ignor¨¢ndolos, hechos como el que Raimon cobre en el Canet Can?o m¨¢s del doble que cualquiera de sus compa?eros, que Lluis Llach, y otros hab¨ªan llevado durante mucho tiempo a cantantes para que les hicieran las primeras partes, pag¨¢ndoles una miseria a cambio de posibilidades de darse a conocer. Y todo ello se ignora porque son s¨ªmbolos de una determinada izquierda, aunque su comportamiento e incluso sus canciones sean m¨¢s propios de una l¨®gica mercantilista que de una actividad verdaderamente progresista.
Si bien los ¨ªdolos han servido para concienciar a un sector social, su validez no pasa de ser coyuntural, mientras que sus peligros son mucho m¨¢s profundos. Toda mitificaci¨®n implica una coartada a nivel personal o colectivo. Los mitos son relativamente f¨¢ciles de construir pero muy dif¨ªciles de echar abajo cuando ya no responden a la situaci¨®n y las espectativas por las cuales nacieron.
En el caso de la m¨²sica, y dado que un cantante no tiene por qu¨¦ ser ide¨®logo, otorgarle categor¨ªa de l¨ªder social posee todos los aspectos del suicidio colectivo. Encontramos as¨ª a grandes masas adoradoras de una imagen que puede ser manipulada (y de hecho lo es casi siempre) por intereses mucho m¨¢s coherentes, ya sean comerciales o pol¨ªticos. Los ¨ªdolos del pop son por tanto una nueva forma de mercanc¨ªa. Se pueden fabricar y consumir, pueden ser positivos o negativos, pero en ning¨²n momento controlados por unos fans acr¨ªticos a los cuales y en cierta forma, controlan. El problema es que si los mitos nacen de la frustraci¨®n y de la inseguridad, tienen todav¨ªa largos a?os de existencia.
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